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La topadora hace un movimiento de pinzas para atrapar a las palomas

Ariel Sharon, que tras la victoria electoral de anteayer merece más que nunca su apodo de “topadora”, se apoya en la opinión pública para forzar al laborismo a un nuevo gobierno de unidad nacional.

Por Chris McGreal *
Desde Jerusalén

Ariel Sharon amenazó ayer con llamar a nuevas elecciones si la negativa de la golpeada oposición laborista para formar una coalición de gobierno lo obliga a caer en brazos de los partidos de la extrema derecha y los religiosos ultraortodoxos. “No pienso establecer un estrecho gobierno de derecha bajo ninguna circunstancia –dijo Sharon a la televisión israelí–. Si no tengo otra alternativa y no puedo formar un gobierno de unidad, no dudaré en llamar a elecciones nuevamente.”
Los resultados finales de las elecciones generales del martes, salvo una pequeña proporción de votos de las misiones diplomáticas y algunos militares, vieron cómo el partido Likud de Sharon casi duplicaba su representación en la Knesset a 37 bancas. El laborismo perdió un cuarto de sus bancas, quedándose con sólo 19. La sorpresa de la elección fue Shinui, el vehemente partido secular de Yosef “Tommy” Lapid, que está agitando en favor de la creación de un gobierno sin ningún partido ultrarreligioso. El Shinui más que duplicó sus bancas a 15, convirtiéndose en el tercer mayor partido en la Knesset. Los partidos pequeños se desplomaron. El ultraortodoxo Shas perdió un tercio de sus bancas y Yossi Sarid, líder del izquierdista Meretz, renunció después que el apoyo a su partido se desplomara. Pero mientras el bloque de derecha de Sharon tiene una saludable mayoría con 67 de las 120 bancas de la Knesset, el primer ministro dependería de la extrema derecha, especialmente la extremista Unión Nacional, para forjar un gobierno viable. Sharon ha dicho categóricamente ahora que no quiere eso, mientras sus asistentes afirman que su primer intento será con el laborismo y, si eso fracasa, tanteará al Shinui. Sin embargo, la insistencia de Shinui de que no participará en ningún gobierno con partidos ultrarreligiosos, así como su exigencia de una legislación que obligue a los judíos ultraortodoxos a prestar servicio en el ejército, y a poner frenos a los enormes subsidios a las escuelas religiosas, puede ser más de lo que Sharon puede asimilar. La izquierda israelí, golpeada por la escala de rechazo del electorado a sus políticas y a su pasado, está dividida sobre el próximo paso a dar. El líder laborista Amram Mitzna dice que quiere mantener una “oposición combativa” para desafiar a las políticas de Sharon en la esperanza de que su administración colapse dentro de un año, más o menos. Pero muchos de los ojos dentro del laborismo están puestos sobre su ex líder Benjamin Ben-Eliezer, a quien algunos ven como culpable de la derrota. Ben-Eliezer fue ministro de Defensa durante el gobierno de unidad nacional de Sharon, de 20 meses de duración, supervisando la reocupación de Cisjordania el año pasado ante el horror del campo de paz. Aunque en la campaña electoral Ben-Eliezer desechó que el laborismo se uniera a otra administración de coalición, sus aliados dicen que el partido resultará cada vez más marginalizado si no cede al amplio apoyo público en favor de un gobierno de unidad.
Mientras no existe un desafío inmediato a la vista al liderazgo de Mitzna, eso es lo que podría ocurrir a partir de la amenaza de nuevas elecciones generales o algún factor externo, como la guerra contra Irak, que podría galvanizar el apoyo del público detrás de la insistencia de Sharon de que la seguridad nacional está en juego. Cualquier desafío que apunte a llevar al partido a un gobierno de unidad probablemente también ganaría el apoyo del ex primer ministro laborista Shimon Peres, que asimismo se desempeñó en el gobierno de Sharon, como canciller y defensor en el exterior. Mitzna cree que esto dañaría aún más a su partido y al campo de paz, al entrar al gobierno con un primer ministro bajo cuyo mandato se vio más violencia contra los ciudadanos israelíes que en ningún otro momento desde la lucha por la independencia en 1948, particularmente cuando Sharon es culpado a veces por provocar la última intifada palestina con una visita confrontacional al Monte del Templo. Pero evidentemente eso no es lo que piensa la mayoría del electorado. Al tender su mano al laborismo, Sharon invocó a Yitzhak Rabin, el asesinado primer ministro que inició el proceso de paz en 1994. “Debemos trabajar juntos y me dan gran aliento las palabras de Yitzhak Rabin. Rabin dijo hace 10 años palabras que son realmente importantes y tan ciertas aún ahora, como la necesidad de unidad. Precisamente porque estamos en una lucha terrible, eso es más importante que cualquier interés personal o partidario”, dijo Sharon.
Mientras Sharon acusa implícitamente a aquellos partidos que se niegan a unirse al gobierno de unidad de poner las políticas partidarias por sobre el interés nacional, Mitzna y sus aliados dicen que es el primer ministro el que está poniendo en peligro al Estado judío con sus insistencias intransigente de que puede conquistar “al terror” con la fuerza. Pero, nuevamente, ésta no es la opinión de los votantes.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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Ariel Sharon, primer ministro israelí, prefiere nuevas elecciones a la extrema derecha.
 
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