EL MUNDO › ROBIN COOK, EL MINISTRO QUE RENUNCIO

“La gente no quiere guerras innecesarias”

Ministro de Exteriores en el anterior gobierno laborista y titular de Relaciones con el Parlamento hasta hace unos días, Robin Cook ha sido el único miembro del gabinete que dimitió por su oposición a la guerra. “El error de Blair ha sido unirse al unilateralismo de Bush”, dice.

Por Walter Oppenheimer
Desde Londres

Robin Cook, de 57 años, el único ministro que ha plantado cara a Tony Blair y ha dejado el gobierno británico por una cuestión de principios, su oposición a la guerra en Irak, asegura que “el futuro del Reino Unido está en Europa” y advierte que las relaciones entre Europa y Estados Unidos sólo se podrán normalizar si la administración de Bush está realmente interesada en tener proyectos comunes. Cook, que ha vivido el trauma de ver fallecer a su anciana madre justo después de que él abandonara el gobierno, concedió esta entrevista el viernes en Edimburgo, la ciudad que será su residencia desde ahora.
–Usted acaba de perder a su madre y su puesto en el gobierno en unos días. ¿Cómo se siente?
–Estoy triste por la pérdida de mi madre. Es uno de esos acontecimientos que te hacen parar y evaluar cómo ves tu vida, cómo ves el mundo. En cuanto a la dimisión, no tengo ninguna duda de que he hecho lo adecuado. No estoy arrepentido. Sigo pensando que no podía defender la actual política y seguir en el gobierno, y por eso he dejado el gabinete. Tengo la absoluta convicción de que no se tenía que haber iniciado la acción militar hasta que hubiera estado absolutamente claro que los inspectores de las Naciones Unidas no podían tener éxito. Eso no estaba claro cuando optamos por ir al conflicto militar. Los inspectores deberían haber tenido más tiempo para acabar su trabajo. También creo que no debemos intervenir en un conflicto sin un acuerdo internacional y sin el apoyo en el interior. Y todo eso sigo pensándolo ahora con tanta firmeza como cuando dimití.
–¿Qué ha hecho mal Blair para llevar al país a la guerra?
–Blair se ha preocupado sobre todo de que el Reino Unido permaneciera como aliado de Estados Unidos. Es la posición tradicional británica en las relaciones internacionales. Cuando el presidente Bill Clinton estaba en la Casa Blanca, era una estrategia que funcionaba muy bien. Yo era entonces ministro de Exteriores y tenía una excelente relación con mi homóloga, Margaret Albright, y británicos y norteamericanos hicieron muy buenas cosas juntos. En particular, la manera en que echamos a Milosevic y garantizamos la democracia en los Balcanes. Pero esa asociación se basa en compartir ciertos valores y tener una visión común. Creo que el error del Gobierno británico en los dos últimos años ha sido continuar la misma política de ser el más próximo aliado de Estados Unidos después de que la Administración de EE.UU. cayera en manos del presidente Bush, que está rodeado de gente no interesada en alianzas y asociaciones internacionales, que sólo persigue su propia agenda unilateral sin tener en cuenta lo que los demás puedan pensar. No puedes ser un puente entre América y Europa si la gente del otro lado no está interesada en cruzarlo. No puedes ser puente de una gente que no está interesada en lo que pasa en otros países.
–¿Cuál era la alternativa?
–La alternativa era no hacer eso.
–¿Y hacer qué?
–Si me pregunta qué hubiera hecho yo, les habría dado más tiempo a los inspectores, algunos meses más. Y no embarcarse en la aventura militar más que como último recurso.
–¿Cómo se puede ahora restablecer la confianza tanto entre EE.UU. y Europa como entre el Reino Unido y el continente?
–Tony Blair dijo hace dos años que nuestro destino está en Europa. Y estoy de acuerdo con él. Creo que tenía razón. El futuro del Reino Unido está junto a Europa. En Europa están nuestros principales socios comerciales, formamos parte del continente europeo, ahí están nuestrosintereses. También creo que Europa tiene que desarrollar una mayor coherencia en su manera de abordar el mundo exterior. En términos económicos, Europa es tan grande como EE.UU., tiene un PIB superior y un mercado interior mayor que el Tratado de Libre Comercio, con Canadá y México. Pero no tenemos el mismo peso en los asuntos internacionales. Tenemos que buscar la manera de movilizar nuestro poder económico en términos de poder diplomático en el mundo. Pero Europa no puede hacer eso sin el Reino Unido, y el Reino Unido no puede hacerlo sin Europa. Por eso, para mí la prioridad ahora es restablecer esos puentes. Durante muchos años, Blair ha tenido un gran éxito uniendo a ambos y lo puede hacer otra vez.
–¿Y la división entre Estados Unidos y Europa?
–Hay muchos proyectos comunes en los que trabajar juntos, pero primero tenemos que saber si la gente de la administración de Bush está interesada en proyectos comunes.
–Usted dijo en su declaración en el Parlamento que las cosas serían distintas con Gore. ¿Hasta qué punto distintas?
–Bastante distintas. Si damos repaso a su labor como vicepresidente, había numerosos asuntos en los que estaba muy cerca de las posiciones europeas. Por ejemplo, fue Gore quien impulsó el acuerdo del Protocolo de Kioto al que ha renunciado Bush. Creo que Gore hubiera ido a Johannesburgo, no como Bush, y habría hecho suyos los compromisos en materia de saneamiento de aguas o de lucha contra la pobreza, que es un asunto crucial en la lucha contra el terrorismo. Creo que con Gore ahora no habría una guerra en Irak.
–¿Por qué esta guerra es tan impopular en el mundo?
–Primero, porque la gente no ve que haya una amenaza inmediata. Los británicos, por ejemplo, si consideraran que la guerra es esencial, estarían resueltamente a favor. Pero la gente no quiere guerras innecesarias. Y segundo, porque existe la percepción de que esta guerra está para satisfacer la agenda norteamericana.
–¿Y el visto bueno del Consejo de Seguridad habría hecho cambiar esa percepción de manera tan radical?
–El Consejo de Seguridad era crucial precisamente porque no había ningún otro tipo de acuerdo. Tomemos el conflicto de Kosovo. Había acuerdo en la Unión Europea, en toda la UE; había acuerdo en la OTAN, Francia y Alemania eran socios activos en ese conflicto, teníamos el apoyo de los siete países vecinos de los serbios. Nada de eso ocurre ahora. La UE está dividida, la OTAN está dividida, y los países vecinos no lo apoyan. Y es precisamente porque no había ningún otro tipo de acuerdo internacional en este conflicto por lo que el Consejo de Seguridad se había convertido en algo tan crucialmente importante. Y tampoco ahí hubo acuerdo. Es una cuestión de principios fundamental que no se puede empezar una guerra de manera unilateral. Si es necesario ir al conflicto militar para establecer la paz y el orden, eso se debe hacer a través de un acuerdo internacional. Y eso afecta a Estados Unidos y a cualquier otro.
–¿Tiene algún futuro el Consejo de Seguridad?
–Así debería ser. Necesitamos unas reglas. Necesitamos tomar decisiones multilaterales en materia de seguridad. Y necesitamos un foro en el que tomar esas decisiones. Y en este sentido no hay nada que pueda reemplazar a Naciones Unidas.
–Usted está contra la doctrina norteamericana de ataques preventivos. Pero su sucesor como ministro de Exteriores la apoya.
–No creo que Jack Straw la haya apoyado. Creo que ha sido muy tenaz en seguir una estrategia decidida por el primer ministro. Pero no creo que ni el primer ministro ni Straw hayan apoyado los ataques preventivos. Por supuesto, creo que el ataque preventivo es una doctrina peligrosa.

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