EL MUNDO › SóLO UN ITALIANO DE CADA TRES TIENE UN TRABAJO ESTABLE

El drama del desocupado

Según la oficina estadística europea, Eurostat, de los 60,8 millones de personas que habitan Italia, sólo 22,3 millones trabajan, poco más de un tercio de la población. En una fábrica hay obreros que quieren trabajar pese a que contamina.

 Por Elena Llorente

Desde Roma

Mientras el primer ministro italiano, Mario Monti, aseguraba el domingo que ya vislumbraba el final de la crisis económica, el ministro de Desarrollo Económico, Corrado Passera, frenaba ayer un poco el entusiasmo agregando que “todo depende de nosotros”, como queriendo decir: hay que remangarse y empujar de todas maneras, no queda otra solución.

Ambos hablaron en el tradicional encuentro en Rimini (localidad balnearia de Italia central) de la organización católica conservadora –pese a que su nombre podría suscitar alguna duda– Comunión y Liberación. Muy considerada también por el papa Benedicto XVI y por el Vaticano en general, sus miembros se encuentran ingeridos en los más variados e importantes sectores económicos del país. El encuentro, que se realiza anualmente, suele ser una cita en la que parlamentarios, gobernantes y expertos presentan su idea sobre la situación política y económica. Como católico practicante, Monti no podía faltar, además porque ya había sido invitado otra vez, cuando hace algunos años era comisario de la Unión Europea. “Yo también veo la salida de la crisis –dijo el ministro Passera–, pero dependerá mucho de lo que logremos hacer nosotros.”

Lamentablemente por ahora, los datos de la oficina estadística europea Eurostat dicen que en el primer trimestre de este año los ocupados eran 450.000 menos que en 2007, cuando comenzó en Estados Unidos y luego en Europa la crisis económica que todavía se está arrastrando. Es más, siempre según Eurostat, de los 60,8 millones de personas que habitan Italia, sólo 22,3 millones trabajan, lo que significa poco más de un tercio de la población. La desocupación oficial en la península es del 10,8 por ciento, la mitad de la que hay en España. Sin embargo, sólo un italiano de cada tres tiene un trabajo fijo, mucho menos que en España y que en los demás países europeos. Los demás tienen trabajos saltuarios o con contratos a tiempo, pero cuando se hacen las estadísticas de empleo y desempleo muchas veces aparecen como ocupados, falseando los datos, por el sólo hecho de haber trabajado algunos meses en el año de referencia.

Italia tiene además otro factor que contribuye a estas cifras: la edad de la población, una de las más viejas de Europa. La edad media de la población italiana es de 43,8 años, mientras la de los españoles es 40,9. En Italia hay muchos jubilados –algunos, incluso, jubilados anticipadamente por las empresas a la fuerza, como en los últimos años–. Además los italianos son pocos propensos a tener hijos, a diferencia de los españoles, y eso ha contribuido al envejecimiento de la población. “¿Quién pagará todas estas jubilaciones si no hay gente suficiente que trabaje y si, encima, no hay trabajo?”, se pregunta la gente.

Y esta pregunta se ha hecho más candente cada vez que una pequeña empresa o una gran fábrica cierra sus puertas. Es lo que está ocurriendo desde hace algunas semanas en Taranto (sur de Italia), donde la más grande fábrica de acero de Europa, ILVA, ha sido acusada por ecologistas y habitantes de la zona de contaminar el ambiente y de provocar decenas de cánceres en la población. Pero los cerca de 11.000 obreros de ILVA están divididos, porque muchos, al parecer, prefieren agarrarse un cáncer antes que quedarse sin trabajo.

La empresa, perteneciente al Grupo Riva, asegura haber hecho numerosas inversiones en los últimos años para mejorar la calidad ambiental de su producción, e incluso en su portal de Internet presenta un programa que le dice al lector cuánta energía ha producido el sistema solar fotovoltaico de la empresa y cuánta emisión de dióxido de carbono (CO2) se ha evitado. También le dice cuántas emisiones peligrosas para la salud han producido sus chimeneas y si están en el límite de la norma o no.

Sin embargo, la fiscalía de Taranto se ha visto en la necesidad de investigar los casos de 174 muertos de cáncer, posiblemente atribuibles a las emisiones de la fábrica, y muchos otros casos de enfermedades coronarias y respiratorias. La Justicia ha ordenado por ahora cerrar ocho altos hornos, pero no se descarta que dentro de poco la fábrica tenga que cerrar completamente.

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A pesar de que el gobierno afirma que se vislumbra el final de la crisis, las cifras no dejan mentir.
 
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