EL MUNDO › OPINION

El silencio

 Por Emir Sader

Los intelectuales latinoamericanos han tenido, especialmente a partir de la mitad del siglo pasado, un rol importante en la historia del continente. Como intérpretes de los procesos vividos por los países y por el continente y como protagonistas de gobiernos progresistas y de fuerzas políticas de izquierda.

Siempre han coincidido los momentos más importantes del continente con el desarrollo del pensamiento critico latinoamericano, con nuevas teorías e interpretaciones. Los grandes momentos vividos por el continente han planteado grandes dilemas a los gobiernos y a los intelectuales. Estos han respondido con nuevas formas de interpretación y de propuestas políticas.

Fue así que se dieron las teorías de la Cepal, que han representando una revolución copernicana en la forma de comprender nuestras relaciones con el centro del capitalismo y un proyecto alternativo de industrialización. Teorías como las de la dependencia –en su versión clásica y en su versión marxista– fueron otras tantas contribuciones de la intelectualidad latinoamericana.

En las ultimas décadas del siglo pasado, las convulsiones por las que ha pasado el mundo han representado otros tantos dilemas políticos y teóricos para América latina. El fin del campo soviético, el paso del capitalismo a su era neoliberal, dictaduras militares y gobiernos neoliberales en nuestro continente, han planteado interrogantes nuevas, en el campo político y teórico.

El campo intelectual no ha estado exento de los efectos de esas trasformaciones. Por una parte, el resurgimiento del liberalismo y la derrota de la primera forma histórica de existencia del socialismo, por otro, la mercantilización de la vida social y el fortalecimiento del carácter corporativo de las universidades, han presionado negativamente la movilización política del trabajo intelectual.

Lo cierto es que América latina vive desafíos nuevos y complejos, que demandan la creatividad política de sus fuerzas populares, que a la vez requieren que el pensamiento crítico analice, discuta y proponga. Lo cual supone la movilización de los intelectuales para que, además, participen, con sus posiciones, en la lucha política e ideológico.

Si tomamos como ejemplo significativo actual un tema como el de las negociaciones de Argentina con los fondos buitre, salvo algunos sectores, fuertemente comprometidos políticamente, se siente la falta de la intervención política de la intelectualidad, no sólo argentina, sino latinoamericana en su casi totalidad. Pareciera ser más cómodo refugiarse en la critica, en el denuncismo, que nunca logra construir alternativas o en las actividades académicas stricto senso, despolitizadas por definición.

Un enfrentamiento como el de Argentina en contra de los fondos buitre cataliza, en el plano político, porque chocan dos comportamientos ejemplares: el del gobierno argentino, de renegociar una deuda impagable heredada de gobiernos de derecha; el de los fondos buitre, el de intentar perpetuar las deudas en contra de la soberanía de los países.

Se podría suponer que el gobierno argentino capitalizará el apoyo de todos los sectores nacionales e internacionales, salvo la derecha tradicional, pero, incluso de algunos sectores menos extremistas de la derecha. Y que la intelectualidad argentina y latinoamericana estuviera en la primera línea de combate.

Sin embargo hacen falta, en un momento como éste, más que nunca, instancias que convoquen a la intelectualidad critica, a que se movilice políticamente y a que debata las alternativas que no sólo el gobierno argentino, sino varios otros de la región tienen frente a la hegemonía que el capital especulativo sigue teniendo, a escala mundial, así como en nuestros países.

El pensamiento critico latinoamericano tiene una larga y fuerte tradición de articulación entre la teoría y la política, el trabajo intelectual y el compromiso con los proyectos progresistas de transformación de la realidad. Los rasgos particulares de los problemas que enfrenta el continente, frente a un mundo guiado todavía por los preceptos neoliberales, debieran ser un aliciente más para que ese pensamiento cumpla con sus responsabilidades teóricas y políticas con el presente y el futuro de América latina.

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