EL MUNDO › ENTRE NORTEAMERICANOS E IRAQUIES ENCAPUCHADOS

La guerra sucia tomó Samarra

Por Robert Fisk*
Desde Samarra

El escolar Issam Naim Hamid es el último de los famosos “insurgentes” de los que habla Estados Unidos. En Samarra –lo que puede traducirse como Fantasilandia–, fue baleado por un disparo en la espalda mientras trataba de protegerse con sus padres en su hogar en el distrito de Al-Jeheriya en la antigua ciudad. Eran las tres de la mañana, según su madre Manal, cuando los soldados de la 4ª División de Infantería llegaron a la casa disparando tiros a través del portón. Una de las andanadas atravesó la puerta, perforó la ventana y penetró su espalda, saliendo por la otra pared exterior. Su padre fue herido en un tobillo y llevado ayer al hospital de Tikrit en condición crítica. Issam grita de dolor en la sala de emergencias del hospital en Samarra, con un sonda en su estómago que atraviesa los vendajes sangrientos.
Los estadounidenses afirman haber matado a 54 “insurgentes” después de una serie de emboscadas guerrilleras en la ciudad el mes pasado, pero los únicos muertos que se encontraron fueron nueve civiles, incluido un peregrino iraní que iba al gran santuario chiíta que se asoma sobre Samarra. Hace cuatro días alardeaban de otros 11 “insurgentes”, pero el único hombre muerto que se pudo encontrar fue un verdulero. En el hospital de Samarra, los médicos también tienen el nombre de un conductor de taxi, Amer Baghdadi, muerto a tiros por los estadounidenses el miércoles a la noche. También existió el caso de un chacarero de 31 años, Maouloud Hussein, que estaba tratando de empujar a sus seis hijos al cuarto de atrás de su pobre casa de dos habitaciones unas horas antes, cuando otra bala entró zumbando a través de la puerta y la pared medianera de su casa y se incrustó en la espalda de Maouloud. Su hijo Mustafá, con los ojos nublados por las lágrimas, estaba ayer al lado de la cama de su padre, y sus hijas Bushra, Hoda, Issra y Hassa estaban ilesas. Pero la bala entró en el cuerpo de Maouloud y salió a través de su pecho. Los médicos le acaban de sacar el bazo.
Su hermano Hamed, de 41 años, se sobresalta cuando ve a Maouloud llorando de dolor y dice que 23 balas impactaron su casa en el barrio Al Muthanna en la ciudad. Como Issam Hamid, estuvo sangrando horas antes de que la ayuda llegara. Manal, la madre de Issam, cuenta su historia. “Ellos tenían un intérprete iraquí y nos dijo que nos quedáramos dentro de nuestras casas”, dice. “Pero no tenemos teléfono, no podíamos llamar a una ambulancia y mi marido y mi hijo estaban desangrándose. El intérprete de ellos sólo nos dijo que no se nos permitía abandonar la casa.”
Hamed Hussein está parado al lado de la cama de su hermano en un estado de furia contenida. “Ustedes dijeron que nos traerían libertad y democracia, pero ¿qué debemos pensar?”, pregunta. “A mi vecino, los estadounidenses lo llevaron frente a su mujer y sus dos hijos y le ataron las manos detrás de su espalda y luego, después de toda esta humillación, vinieron y le dijeron a su mujer que tomara todas las cosas de valor y pusieron explosivos en la casa y la volaron. Es un campesino. Es inocente. ¿Qué hemos hecho para merecer esto?”
Mohamed Saleh, de 36 años, propietario de un taller mecánico, describió cómo los estadounidenses adhirieron explosivos a las puertas de hierro de su casa mientras su mujer y sus cuatro hijos se ocultaban en la parte de atrás de la casa después de escuchar disparos en la calle. El había encontrado el cable que conectaba los explosivos al detonador; detrás suyo estaba su nuevo automóvil Mazda, destruido por la explosión y pedacitos de su puerta de metal. Hay docenas de casas en la misma calle, y todos sus portones están destrozados, todas las puertas del interior de las casas arrancadas de sus bisagras con marcas de botas en ellas.
El ejército está hablando todavía de su batalla contra el “terrorismo” en Samarra, una historia que sería más convincente si sus tropas no estuvieran acompañadas en la ciudad por hombres encapuchados con ropacivil y portando rifles Kalashnikov. La 4ª División de Infantería afirma que éstos son miembros del “Cuerpo de Defensa Civil iraquí”, que también ahora aparecen encapuchados en el centro de Bagdad, pero no hay manera de saber. Los hombres encapuchados y armados que ayer pidieron mi identificación frente a tropas estadounidenses en la entrada de Samarra usaban jeans y zapatillas y chaquetas de combate marrón y varias veces se gritaron insultos entre sí como niños.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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Un soldado de la Cuarta División derrumba una puerta.
“¿Qué hemos hecho para merecer esto?”, preguntan en Samarra.
 
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