EL MUNDO › A 80 AÑOS DEL ALZAMIENTO DE FRANCO CONTRA LA REPUBLICA ESPAÑOLA

El comienzo de la guerra

Un golpe militar de derecha contra un gobierno progresista de coalición. El inesperado fracaso de los planes del poder para aplastar a los trabajadores. Y el arranque de una terrible guerra que conmovió y reunió a voluntarios de todo el mundo.

 Por Sergio Wischñevsky

En 1936 España estaba gobernada por el Frente Popular, que acababa de volver a ganar las elecciones y tomó medidas políticas extraordinarias: la reposición de la Reforma Agraria, la abolición de la monarquía del poder desde que en 1931 el rey Alfonso XIII abandonó el país, derechos laborales inauditos, el voto femenino, la separación de la Iglesia católica del Estado y la educación laica y gratuita en todo el territorio. Cada una de estas medidas generó lo que aquí llamamos una enorme y virulenta grieta, que pronto se convirtió en trincheras.

El 17 de julio el General Francisco Franco se sublevó contra la República desde Marruecos. Era un calculador implacable que el azar colocó al frente del golpe de Estado, porque quien debía conducirlo, el general Sanjurjo, murió en un accidente aéreo apenas unos días antes. Sus vacilaciones previas le valieron el mote de “miss Islas Canarias 1936” entre sus compañeros de armas. Pero no vacilaba por indecisión, odiaba la República, solo esperaba el momento oportuno. El levantamiento militar no recibió inicialmente todo el apoyo necesario y fracasó en su intento de tomar Madrid, por eso las fuerzas de la República lograron aislarlo en África. La intervención de las fuerzas conjuntas de la Alemania de Hitler y de la Italia de Mussolini fueron decisivas para que las tropas golpistas llegaran a territorio español y empezaran a obtener el apeo de Castilla del norte, Galicia, parte de Andalucía (Cádiz, Córdoba y Granada), Navarra y la parte oeste de Aragón. Permanecieron leales al gobierno republicano la España industrializada: casi todo el país vasco, Cataluña, Asturias y otras regiones donde era importante la acción militante del movimiento obrero organizado. En las grandes ciudades y principales centros industriales fracasó la sublevación. En Madrid, Barcelona, Valencia y Bilbao los obreros se adelantaron al titubeante Gobierno, se apoderaron de las armas y repelieron a los sublevados.

El golpe de Estado había parcialmente fracasado y se inició la guerra civil que, durante tres años, hasta 1939, mantuvo a España y al mundo en tensión. No son muchos los casos históricos en los que un golpe de Estado organizado y apoyado por los sectores dirigentes recibe una resistencia tan potente y duradera. En esa sangrienta batalla se estaban jugando el futuro dos maneras muy antagónicas de ver el mundo. Para muchos fue un anticipo de la Segunda Guerra mundial.

La Sociedad de las Naciones mostró su impotencia. Las llamadas democracias occidentales, Francia, Gran Bretaña y EE.UU., no se sintieron moralmente obligadas a ayudar a esta democracia popular y siguieron una política de “no intervención”. En Argentina, en plena Década Infame, en la Avenida de Mayo se produjeron fuertes discusiones entre quienes se posicionaban de uno u otro bando. Hubo familias que se dividieron. Hacia la península fueron españoles y argentinos a combatir, uno de ellos el poeta Raúl González Tuñón, que fue recibido por Antonio Machado con estas palabras: “Venís desde tan lejos a vivir entre amenazas de balas y obuses fascistas. Muchas gracias”. Machado le agradecía a aquel argentino que había propuesto formar “cerca ya del alba matutina las brigadas de choque de la poesía”. Se formaron brigadas de voluntarios de todo el mundo y países como la URSS y México enviaron armas y combatientes a apoyar a los republicanos. Sin embargo, el campo popular tuvo sus fuertes divisiones: los anarquistas, los comunistas, los socialistas en todas sus vertientes, sufrieron divisiones y desacoples que resultaron ser una ventaja trágica para el fascismo que maniobraba como un solo puño.

La guerra se libró por tierra, agua y aire. Por primera vez la aviación bombardeó ciudades que se encontraban lejos de la línea de batalla. Sin duda el caso paradigmático fueron las bombas nazis sobre el pueblo de Guernica, que la sensibilidad de Pablo Picasso hizo trascender en el tiempo y el espacio.

Federico García Lorca fue detenido por los falangistas en Granada. En el expediente levantado podía leerse que era “un escritor subversivo y un homosexual”. Eso bastó para que la madrugada del 19 de agosto de 1936 fuera fusilado junto a un maestro y dos toreros anarquistas. Le había dicho en un reportaje al periodista argentino Pablo Suero: “El día que el hambre desaparezca, va a producirse en el mundo la explosión espiritual más grande que jamás conoció la Humanidad”.

La persecución a los republicanos y militantes de izquierda en general fue muy cruel. En 1939, cuando los franquistas ya habían conquistado el poder, decretaron la ley de Responsabilidades Políticas, a cuyo amparo se empezó a purgar a los trabajadores de la cultura, especialmente a los periodistas. Todos los directores de los periódicos y revistas fueron nombrados por el Estado y el requisito para ocupar dichos cargos fue pertenecer a la Falange. En las cárceles de Franco en la posguerra llegaron a hacinarse más de 270.000 personas en condiciones infrahumanas. Se creó una sociedad donde los vencidos estaban excluidos de la vida política, cultural, intelectual y social. Hay registradas más de 50.000 ejecuciones sumarias. Estimaciones recientes aseguran que los muertos durante la Guerra Civil llegaron a la cifra de 500.000, sin incluir a quienes murieron de malnutrición, hambre y enfermedades engendradas por la guerra. Se produjeron cientos o tal vez miles de casos de robos de bebes, y hasta el día de hoy hay reclamos en la justicia española de gente que quiere saber su identidad. El exilio durante la guerra civil y después, durante el gobierno franquista, se estima en cientos de miles.

El Estado español nunca investigó a fondo los hechos, ni llevó a juicio a los responsables. Numerosas voces del ámbito jurídico como Baltasar Garzón (ex magistrado español de la Audiencia Nacional), Carlos Jiménez Villarejo (fundador de la asociación Justicia Democrática) y Raúl Zaffaroni, así como diversas asociaciones de víctimas del franquismo, sostienen que el bando sublevado cometió actos de genocidio y crímenes contra la humanidad, con la documentación ahora disponible, como los archivos militares de la época, se puede demostrar que sus planes incluyeron el exterminio y persecución sistemática de la oposición política, la violación de las mujeres de la zona republicana y la imposición de tests físicos y psicológicos a presos para vincular su ideología con enfermedades mentales.

El gran pensador y escritor español Miguel de Unamuno, que murió justamente en 1936, quien no era ni mucho menos un fanático del Frente Popular, daba clases en la Universidad de Salamanca cuando los franquistas la ocuparon. El general Millán de Astray dio un discurso en el que terminó diciendo: “Muera la inteligencia, viva la muerte”. Unamuno no pudo contenerse y necesitó responderle: “Venceréis pero no convenceréis, venceréis porque disponéis de la fuerza; no convenceréis porque carecéis de la razón”.

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