EL MUNDO › UN TESTIMONIO DIRECTO DE LOS ATAQUES QUE MATARON
A 182 FIELES EN EL DIA MAS SAGRADO DE LA MAYORIA RELIGIOSA

El 11 de septiembre llegó para los chiítas de Irak

En un día de horror para el mundo chiíta, una serie de atentados simultáneos dejó al menos 182 muertos y más de 500 heridos durante la celebración del día del Achura, la fecha más sagrada de su calendario, en Irak. Este es un testimonio desde el lugar de los hechos.

Por Justin Huggler *
Desde Kerbala

Fue el 11 de septiembre de los chiítas: una masacre de hombres, mujeres y niños intentando escapar desesperadamente de las bombas suicidas y de los morteros que caían sobre las multitudes. Los sobrevivientes tropezaban con los miembros de los muertos esparcidos por las calles. Ocurrió en el día más sagrado del calendario chíita y millones de sus seguidores creyentes lo vieron por la televisión: vieron cómo sus mezquitas más sagradas fueron profanadas con la sangre de los inocentes. Vieron cómo lo que debía ser un día de liberación –es la primera vez en años que se celebra el día del Achura, ya que fue prohibido por Saddam Hussein– terminaba con los cuerpos de mujeres y niños desparramados por las calles de Kerbala. Al menos 182 personas murieron en los ataques a los chiítas en Irak ayer, 112 de ellos en Kerbala.
Las imágenes son indelebles. Yo estaba a 100 metros de donde ocurrió la primera explosión, pero no era necesario estar tan cerca. Millones de chiítas vieron cuando la primera explosión lanzó una llamarada de fuego amarillo por encima de los techos de Kerbala. Las cámaras ya estaban filmando las ceremonias. Se pudo ver todo por la televisión, igual que el 11 de septiembre. No hacía falta presenciar nuestro escape por las calles intentando adivinar dónde era mejor refugiarse. Los gritos se podían escuchar desde tu propio living. Podías ver la granada de fragmentación explotar entre la multitud y los obuses de mortero caer sobre la estampida. Pero Kerbala no fue la única ciudad donde hubo derramamiento de sangre. También en Bagdad murieron chiítas en una serie de atentados suicidas en un templo. Y fuera de Irak, en la ciudad paquistaní de Quetta, los chiítas no pudieron marchar por las calles en celebración del día del Achura. Quienquiera que esté tras estos ataques planeó un asalto frontal al mundo chiíta.
Sobre las calles de Kerbala, la situación era espantosa. Justo antes de los ataques, la ciudad estaba atestada de más de un millón de chiítas para conmemorar el luto ritual por el nieto del profeta Mahoma, Iman Hussein. Las calles estaban desbordadas de gente: bandas de hombres jóvenes vestidos de negro azotándose ritualmente con cadenas, paquistaníes y afganos con gorras pakul e iraníes envueltos en pañuelos de seda verdes. (Al menos 40 iraníes murieron ayer.) La multitud estaba encerrada y no tuvo escape cuando se desató el infierno.
Minutos antes de la primera explosión, temimos que la multitud fuera un blanco demasiado fácil y nos desviamos por una calle menos abarrotada. Este miedo probablemente nos salvó la vida. Momentos después escuchamos la primera explosión. Los peregrinos no tenían ninguna oportunidad. Más tarde, en las puertas del hospital, Kerim Abu Ali describió lo que había ocurrido en esa multitud. El pelo del lado izquierdo de su cara y su barba habían sido quemados por el calor de la explosión. Su brazo estaba vendado y lleno de cortes.
“De repente hubo un enorme fuego en la calle”, dijo. “Me desmayé. Cuando desperté había gente muerta alrededor de mí, tanta gente muerta. Vi pedazos de carne por todos lados y escuché gritos. Cuando llegó la ambulancia, salté adentro.” Eso fue solamente la primera explosión. En los minutos que siguieron, mientras intentábamos desesperadamente salir del laberinto de calles, pude contar ocho explosiones más.
Fue un viaje de miedo. Las explosiones detonaron en todo el centro de la ciudad, y nadie sabía dónde ocurriría la próxima. Muchos huyeron de una explosión solamente para ser atrapados por la próxima. Al menos en las calles de atrás podíamos movernos con facilidad. Aquellos que estaban sobre las calles principales quedaron atrapados por la multitud.
En el caos, algunos milicianos chiítas comenzaron a dispararles a agresores invisibles. Cuando llegamos a la frontera de la ciudad, el chofer de The Independent, Mohammed, me agarró del brazo, me dijo “¡disparos!”, y me arrastró hacia una pared para protegernos.
La primera explosión parece haber sido originada por un kamikaze que detonó sus explosivos en la entrada de la segunda mezquita de Kerbala, la del medio hermano de Hussein, Abbas. Algunas de las explosiones que siguieron parecen haber sido de obuses de mortero. Yassin Dekheel, quien fue herido en una pierna, describió cómo una de las explosiones posteriores en la Puerta de Bagdad, del otro lado de la ciudad de la primera, dejó cuerpos desparramados en la calle. El concepto del martirio está en el corazón de la creencia chiíta.
Cuando llegamos a Bagdad, dando las gracias por estar vivos, nos encontramos con que había habido un ataque simultáneo en la principal mezquita chiíta en el barrio de Kadhimiya. Tres kamikazes detonaron sus explosivos simultáneamente, dos en la entrada de la mezquita y uno, en un último acto de profanación, adentro. “Vi a una mujer con su bebé en brazos, estaba muerto”, nos dijo un hombre que se negó a decirnos su nombre.
El ataque a todo lo que es sagrado para los chiítas fue tan absoluto que fue casi una burla. Los ataques no podrían haber sido mejor calculados como para crear una grieta en Irak, y en el mundo islámico entre los sunnitas y los chiítas.
Las grandes ceremonias para conmemorar el día del Achura de este año eran demostraciones de poder chiíta. Eran parte de los intentos de una mayoría, reprimida hace tiempo, por reclamar lo que cree que es su justo lugar en la sociedad iraquí. Muchas calles en Bagdad han sido cerradas en los últimos días para dejar el paso abierto a bandas de hombres azotándose por el Achura, y la ciudad ha sido decorada con banderas chiítas negras, rojas, verdes y amarillas.
Las demostraciones abiertas de poder, en coincidencia con las crecientes demandas chiítas por compartir el poder en el nuevo Irak, inquietan a la minoría sunnita de Irak. Pero si el plan era enfrentar a los chíitas y a los sunnitas, este no fue el efecto inmediato. El primer blanco del enojo chíita fueron los norteamericanos. Chíitas de Kadhimiya enfurecidos empezaron a apedrear a los tanques norteamericanos. En una desastrosa movida de relaciones públicas, los soldados respondieron con disparos, y según versiones que no han sido confirmadas, mataron a tres personas.
Unos pocos acusaron a los norteamericanos de haber llevado a cabo los ataques. Muchos más los acusaron de no haberlos prevenido. “Los norteamericanos causaron esto al haber creado un vacío de poder en Irak”, dijo uno de los chíitas enojados en Kadhimiya. “¿Realmente esperan que creamos que no pueden manejar una mejor seguridad que esta?” Este sentimiento fue el mismo del líder espiritual chíita, el ayatola Ali al-Sistani.
Todo el mundo temía que lo de ayer iba a llegar. Las fuerzas de ocupación norteamericanas estaban hablando de aumentar la seguridad y los periodistas se debatían si arriesgarse o no a estar en las calles de Kerbala. Pero la seguridad en la ciudad santa fue inadecuada. Yo mismo llegué al centro de la ciudad sin ser palpado de armas; ni siquiera se me pidió que mostrara alguna identificación.
Quien está detrás de estos ataques sigue sin explicación. La policía iraquí dijo que habían atrapado a una cantidad de sospechosos, pero dijeron lo mismo después de que un coche-bomba matara a 85 personas en Najaf el año pasado y nunca más se supo nada.
Hubo temores de choques inmediatos entre sunnitas y chíitas después de los bombardeos, pero la situación se mantuvo calma. También hubo, sin embargo, algunas señales de cambio preocupantes ayer. Milicias privadas chíitas armaron barricadas en las afueras de Kerbala. Entre ellos estaban las brigadas Badr, apoyados por los iraníes y el ejército Mahdi de Moqtada al-Sadr, quien ha realizado amenazas de resistencia contra los norteamericanos. Si se están trazando los planes de batalla para un conflicto chíita-sunnita, estos serán sus militantes de base.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Ximena Federman.

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Cadáveres de los ataques de ayer son apilados en carretillas después de las explosiones en la ciudad santa de Kerbala.
 
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