EL MUNDO › OPINION

30 pesetas de mentiras

 Por Susana Viau

TVE fue la única de las tres cadenas de televisión que, al cierre de los comicios, anticipó el triunfo del PSOE. Una segunda, vinculada a Esperanza Aguirre, lo colocó cabeza a cabeza con el PP y TV5, propiedad de Silvio Berlusconi, proclamó vencedor a Mariano Rajoy por amplio margen. ¿Podía ser que esa fortaleza inexpugnable en que los populares han convertido a Prado del Rey dijera la verdad? ¿No sería una jugarreta para que, al final, el triunfo de Aznar pareciera más restallante y quedara relativizada la pérdida de la mayoría absoluta?
¿Qué pensaban de todo esto en Madrid? En Madrid pensaban lo mismo: imposible fiarse de TVE y peligrosísimo creerle a cualquiera de los otros dos canales. Para disipar cualquier duda respecto al carácter “ideológico” de la opinión recordaron que el jefe de los noticieros de TVE había sido condenado hace dos años por “manipulación informativa” de las imágenes y datos de la huelga general del 20 de junio de 2002. La emisora estatal no sólo había suministrado una versión distorsionada de la huelga: también lo había hecho con el hundimiento del “Prestige” y con el ataque a Irak, según sostuvieron ante la Justicia las Comisiones Obreras. El tribunal español les dio razón a los “cocos”; casi al mismo tiempo el Consejo de Europa ponía a RTVE como ejemplo de la influencia del poder político en la radiodifusión pública. Sin embargo, contra todo pronóstico y por primera vez en mucho tiempo, el domingo por la tarde TVE se ajustó a la verdad. Quizá porque la cuota de falsedades estuviera cubierta o tal vez porque ya no valía la pena, la suerte estaba echada y sólo restaba mostrar la sonrisa melancólica con que Aznar dejó que el derrotado Rajoy, su víctima, le levantara el brazo.
La derecha había sido desalojada del gobierno pero podía jactarse de dejar tras sí unas cuantas grandes obras: logró emponzoñar hasta límites inimaginables la tradicional buena relación de Madrid con los árabes; asumió el rol de caballo de Troya norteamericano en el seno de la Unión Europea y trabajó para su demolición; pivoteando sobre la mayoría absoluta en las Cortes redujo a la oposición a cartón pintado; en un pif paf arrasó con la frágil, reciente credibilidad de los medios oficiales. Esto último, lo de una prensa para todo servicio, se argumentará, es una enfermedad endémica de la política, una tendencia inevitable del poder. Es cierto, pero para las derechas se trata de una necesidad vital. Y el PP ha hecho un destrozo. Los periodistas españoles, los españoles, en realidad, tendrán que repararlo para que las buenas gentes no vuelvan a repetir lo que me dijo cierto día un capitán republicano al verme leyendo el diario: “¿Qué? ¿Ya te has comprado las treinta pesetas de mentiras?”.

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