EL MUNDO › EL 60º ANIVERSARIO DEL DESEMBARCO, OPORTUNIDAD DE RECOMPONER VINCULOS

Normandía es la mesa de negociaciones

 Por Eduardo Febbro

Las celebraciones del sexagésimo aniversario del desembarco aliado en las playas de Normandía dan lugar este fin de semana a un antagónico cruce de dirigentes. Veintiún jefes o ex jefes de Estado y primeros ministros acuden a Francia para recordar el histórico desembarco del 6 de junio de 1944 que marcó el principio del fin del nazismo en Europa. Dos dirigentes políticos centralizan la atención. El más emblemático es el canciller alemán Gerhard Schroeder. Su presencia tiene un valor tanto más simbólico cuanto que es la primera vez, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, que un canciller alemán asiste a las conmemoraciones del desembarco. El segundo es más polémico. Proveniente de Italia, el presidente norteamericano llega a Francia en un contexto marcado por los antagonismos diplomáticos derivados de la guerra en Irak.
Pese a los persistentes diferendos que los oponen ahora a propósito de la nueva resolución que Washington y Londres presentaron en el Consejo de Seguridad de la ONU, fijando las modalidades de administración de Irak, tanto el presidente francés Jacques Chirac como el mismo Bush han jugado la carta de las buenas relaciones. Ambos jefes de Estado sacaron la bandera blanca. “Jacques Chirac es mi amigo”, dijo George Bush, frase poco verosímil a la cual Chirac respondió diciendo “no hay que creer todo lo que se dice cuando hay una polémica ni tampoco todo lo que aparece en los diarios. Nunca me enojé con el presidente norteamericano y tampoco sentí que él estuviese enojado conmigo”. Sin embargo, es un secreto a voces que Bush sigue teniendo la espina francesa clavada en el pie. La Casa Blanca nunca perdonó la actitud que París asumió durante las discusiones previas a la intervención militar en Irak, sobre todo cuando Chirac amenazó con vetar la resolución que hubiese dado a Estados Unidos la legitimidad de la ONU. Detrás de las frases de bienvenida, de los infaltables elogios mutuos y del recuerdo legítimo de un día de hace 60 años en que los soldados norteamericanos cambiaron la historia del Viejo Continente, las tensiones diplomáticas persisten siempre. El principal punto de oposición actual es la soberanía. Francia exige que la resolución del Consejo de Seguridad que se está discutiendo en Nueva York en estos momentos no sea un mero maquillaje sino una clara manifestación de que Irak será un país totalmente soberano.
Sin embargo, Chirac ha decidido presentar un perfil conciliador, es decir, poner en el centro de las relaciones “los beneficios de la historia” y no las querellas del presente. Como comentaba ayer un diputado de la derecha, “se pueden tener desacuerdos entre aliados pero, entre amigos, esos desacuerdos no deben impedir la expresión de nuestro reconocimiento”. Más franco pero no menos realista, otro diputado conservador, René André, comentó: “Estoy en total desacuerdo con la política de Bush y no tengo la más mínima simpatía por él. En muchas cosas pienso que representa los extremos. Pero Bush es el presidente del país que nos liberó”. A la izquierda, el discurso es más combativo. A modo de ejemplo, el matutino comunista L’Humanité tituló su edición de ayer con un rotundo “Bush arruina la fiesta”. Unas 60 organizaciones y grupos de izquierda agrupados en el Movimiento por la Paz organizaron para hoy una manifestación contra la visita del mandatario norteamericano. No obstante, la movilización se anuncia escasa. Hay pocos afiches, los volantes no circulan y las proclamas como “la solidaridad de los pueblos contras las guerras y las ocupaciones” circulan confidencialmente. El Partido Socialista francés no llamó a sus militantes a participar en la manifestación. Según explicó Pierre Moscovici, el encargado de las relaciones internacionales, se trata de “no caer en el antiamericanismo. No debemos dejar que se piense que Bush es Estados Unidos”. Hasta el muy radical ex líder del movimiento estudiantil francés de mayo del ’68, Daniel Cohn-Bendit, explica que él nació “nueve meses después del desembarco. Hoy, en mí, lo que es más fuerte es el reconocimiento”. La extrema izquierda considera que Bush no debió ser invitado pero la sociedad parece dispuesta a dejar en el cajón los antagonismos de hoy para recordar a esa Norteamérica “mítica” que, junto a británicos y canadienses, desembarcó en cinco playas de Normandía para derrotar al enemigo más oscuro de la historia europea: el nazismo. Las celebraciones del “Día D” dejarán en le recuerdo y por un puñado de horas las desavenencias del presente.

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