ESPECTáCULOS › EL CINE NACIONAL FRENTE A LAS GRANDES CADENAS

Tanques para que arda Troya

Las películas argentinas pierden pantallas ante el avance de los films estadounidenses, que tienen a favor la presión de las distribuidoras. Así, Luna de Avellaneda y Los guantes mágicos, entre otras, quedan relegadas. El Incaa, productores y directores locales exigen que se regulen los términos de la exhibición.

 Por Mariano Blejman

Es una historia conocida, sin el trillado final feliz. El cine nacional encuentra graves problemas de distribución y exhibición, lo que ya roza el escándalo. Productores y realizadores locales hablan de una lucha despareja con final triste (donde David no puede ganarle nunca a Goliat). La arbitrariedad de los exhibidores queda en evidencia con el estreno de dos películas argentinas exitosas que sufren increíbles recortes de pantalla. Luna de Avellaneda de Juan José Campanella llegó a 285.000 espectadores en dos semanas y el film independiente Los guantes mágicos de Martín Rejtman hizo 8500 espectadores en la primera semana en 7 salas, una cifra digna (“un éxito”, según confesó su distribuidor Hugo Kusnet). Aun así quitaron proyecciones de las salas: los complejos necesitaban “limpiar” películas para Harry Potter, que abrió con abrumadoras 140 copias y convocó en las primeras funciones al 73 por ciento de los espectadores.
Aunque parezca un delirio, la venta de pochoclo juega un rol fundamental. La industria local se pregunta cómo defenderse frente a los tanques estadounidenses. Si se suman 100 copias de El día después de mañana y las 105 de Troya, tres films norteamericanos sumaron 345 pantallas sobre 1000 salas en todo el país. Rejtman, Daniel Burman y Lucrecia Martel –por decir tres– sufrieron atropellos, disminución de emisiones y levantamientos aun con buenas cifras de público. Los guantes... de Rejtman pasó de tener 38 funciones en la primera semana, a 25 la segunda. La lógica perversa con la que trabajan las cadenas estadounidenses parece más cerca de una presión pseudomafiosa que deja al cine local desamparado. Jorge Coscia, presidente del Incaa, ya adelantó a Página/12 que, si no se resuelve por consenso, “se tomarán medidas unilaterales en defensa del cine nacional”. Y convocó a una reunión de urgencia para el lunes en el Incaa.
El éxito de Luna de Avellaneda desnudó un viejo problema en la distribución de cine nacional (el año pasado sucedió por ejemplo con El juego de la silla de Ana Katz, Nadar solo de Ezequiel Acuña, Los rubios de Albertina Carri). Porque deshizo el histórico argumento de que el cine argentino “no convoca”. Campanella está furioso: “Día a día la película está en subida, pero sacan salas”, cuenta. Con gran sorpresa, el éxito de la película de Pol-ka fue “premiado” con levantamiento de salas. Otra curiosidad: Harry Potter se proyectó con intervalos (algo que no sucedió en Estados Unidos) para vender más pochoclo, estirando el tiempo de proyección. “Y le sacan funciones a Luna de Avellaneda”, denuncia Campanella.
La exhibición cinematográfica es cuestión de Estado. Tanto para Estados Unidos como para Argentina. Para Coscia existen dos caminos: “Esta película ha detonado el problema: la levantaban por supuesta falta de público, la película tanque norteamericana empuja a la película fitito argentina que quiere ser vista”, dice Coscia. “No luchamos contra Hollywood, luchamos contra Washington”, dice Campanella. Algunos exhibidores declaran –sin dar nombres– que reciben presiones de los distribuidores; a cambio de películas altamente taquilleras (por ejemplo Troya) piden estrenos menores extranjeros (El quinteto de la muerte, por caso). Efectos no deseados de un mundo cinematográfico desregulado (o regulado por el “mercado”). Un nuevo mundo, donde hasta los pochocleros bajan pulgares. Pero en el cine nadie podría imaginar que detrás de la bonhomía del ratón Mickey se esconden presiones capaces de freezar al más exitoso estreno argentino.
Los guantes mágicos de Martín Rejtman, con más de 1000 espectadores por copia, fue bajada de cartel en muchos cines. Se trasladó al Savoy, que cuenta con una proyección de menor calidad. En el Gaumont metió en cuatro días 4800 espectadores. “Si funciona mal no se puede decir nada, pero si se defiende sola, ¿por qué sacarla?”, dice su productor, Hernán Munssaluppi. “Los espectadores deberían encontrarse con la película para devolver lo que me prestó el Estado”, se sincera. ¿Cuál es la responsabilidad del distribuidor Alfa films si el Village Recoleta estrenó el jueves Harry Potter con cuatro copias? Es un debate. “Obviamente hay que legislar, hay que hacer regir nuestros derechos”, dice Rejtman. “El problema no es el mercado. Si ni siquiera puedo competir. Me siento un pigmeo compitiendo con gigantes”, completa. Para la productora Lita Stantic (Un oso rojo de Adrián Caetano, La niña santa de Lucrecia Martel, entre otras) lo que se da con Luna de Avellaneda que sale con 70 copias al mercado también se da con La niña santa, con sólo 20 copias. Actualmente, a pesar de los 100 mil espectadores que convocó, La niña... sólo tiene funciones en el Abasto, el Savoy, el Gaumont y el complejo Tita Merello. “Mientras se estrenen tanques, tendremos menos posibilidades de permanecer con nuestros films. Nos desplazan porque dan dos, tres o cuatro copias en un mismo complejo”, dice Stantic.
El Estado quiere pedir un límite a las copias por complejo cinematográfico y mejorar la permanencia. “No se trata de poner al cine argentino en el lugar de obligación. Se trata de impedir la arbitrariedad contra las películas argentinas, de impedir que las excesivas pretensiones comerciales de las grandes compañías norteamericanas pongan en peligro la pequeña temporada de estrenos argentinos”, dice Coscia. Pero claro, los multicines pertenecen a grandes cadenas que no tienen tiempo para pensar en esto: el show debe continuar (y con mucho pochoclo). O pororó.

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Lita Stantic, Martín Rejtman y Juan José Campanella se sienten perjudicados por el modo en que se verifica la “política del mercado”.
 
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