ESPECTáCULOS › OPINION

Nino non fa più chiqui chiqui

 Por José Pablo Feinmann

La mejor película que hizo Manfredi no fue Nos habíamos amado tanto, que sigue conmoviendo a quienes se conmueven por las agachadas de los militantes, basadas, siempre, en que los años nos entregan al desengaño, la desesperanza y todo eso. La gran película de Nino fue El verdugo, de 1963, que dirigió Luis García Berlanga, con un guión estremecedor de Rafael Azcona. Nino, aquí, se llama José Luis y se enamora de la hija del verdugo. Se casa, se muda a un pisito y no puede pagar el alquiler. El suegro, acaso con generosidad, le cede su empleo para ayudarlo. Todo es simple. Sólo tiene que trabajar de verdugo, hacer eso que con total eficiencia y cotidiana sencillez hace el buenazo de su suegro. Hay pocos films contra la pena de muerte más devastadores que éste. Manfredi está sublime. La mañana helada de su primera ejecución lo tienen que llevar a la rastra. El tipo se descompone, se cae, lo levantan, lo empujan: sólo se trata de una ejecución a “garrote vil”. La víctima tiene más dignidad que él. Manfredi (José Luis) sabe que él también va a la muerte. Que va a morir como hombre. Que ese acto intolerable (matar) le va a quitar para siempre su propia vida.
Hizo muchas películas. Buenas, malas: muchas. Ahí está en Las muñecas (Le bambole). Es domingo y no hay fútbol. Nino se aburre, no sabe qué hacer: ¿qué hace un romano un domingo en que no hay fútbol? Se le ocurre algo bastante obvio. Nino está casado con Virna Lisi. Virna es una rubia destellante. (No daba italiana como la Loren, tenía algo de Grace Kelly y hasta, a veces, parecía una pre-Michelle Pfeiffer. Que nadie lo dude: era muy hermosa y muy joven y muy apetecible y no había nada mejor que ella para tolerar lo intolerable: un domingo sin fútbol.) Pero Virna habla por teléfono con una amiga y no parece desear otra cosa en el mundo. Ni lo mira a Nino. Por fin, harto de sutilezas galantes, Nino se le aparece en calzoncillos, se apoya contra la puerta y ella, ahora sí, le clava sus ojos claros. Nino le hace una pregunta inolvidable: “¿Facciamo chiqui chiqui?”
En Pan y chocolate es un tano harto de los tanos y se va a Suiza y se emplea en un restaurante. Primer día de trabajo. Nino trabaja de mozo. Un cliente le pide una naranja. En la cocina Nino ve a un mozo suizo preparar una naranja: la desgaja con un pequeño cuchillo, exquisitamente. Nino trata de hacer lo mismo. Se corta. Se le cae el cuchillo. Por fin agarra la naranja, le mete un tarascón, le hace un agujero y la pela con todos y cada uno de sus diez dedos. Después hizo una película desmedida y genial: Sucios, feos y malos. Ahora hizo el papel de su vida. El del final: se murió. No sé cómo lo hizo. Es un papel que todos, alguna vez, tendremos que hacer y, en general, a nadie le sale muy bien. Se murió Gassman, se murió Sordi, se murió Tognazzi y ahora Manfredi. Debe ser un complot de la Miramax Films, de ese tipo Weinstein, que de cine italiano mejor ni hablarle. La cuestión es que para Nino (un actor al que, desde luego, hemos querido mucho) los domingos ya no habrá fútbol y, mucho menos, chiqui chiqui. Virna Lisi, en cambio, ya no habla por teléfono y se muere por hacer chiqui chiqui. Pero nadie quiere.

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