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Ultimo adiós a Reagan con la pompa y circunstancia de una monarquía

Ronald Reagan, el presidente más anticomunista de la historia de EE.UU. e incuestionado ganador de la Guerra Fría, recibió ayer en Washington la despedida final de 3000 invitados exclusivos en la Catedral Nacional de Washington.

Por Andrew Buncombe *
Desde Washington

Bajo un cielo gris, ayer por la mañana, Estados Unidos finalmente se despidió ceremoniosamente de Ronald Reagan. Fue un día pasado por agua, de elogios, lejos de cualquier crítica. Más de 3000 personas se reunieron en la Catedral Nacional en Washington para el servicio fúnebre en honor al ex presidente, que murió el domingo pasado a los 93 años. Esta gente no era parte de los 150.000 estadounidenses comunes y corrientes que durante las 34 horas previas formaron cola para desfilar por su féretro. Los invitados a la ceremonia, vestidos de negro, eran los supuestos grandes y buenos, líderes y ex líderes de Estados Unidos y del mundo, como el ex líder soviético Mijail Gorbachov, cuya ayuda, según los seguidores de Reagan, le permitió al ex presidente cambiar la cara del mundo.
Los cuatro ex presidentes que siguen vivos –Gerald Ford, Jimmy Carter, George Bush padre y Bill Clinton– estaban entre los que figuraban en la lista de invitados más exclusiva en mucho tiempo. La lista fue supervisada por la esposa de Reagan, a quien se la veía frágil pero digna mientras tomaba asiento en la primera fila de la catedral. Más temprano, antes de que los restos de Reagan dejaran la Rotonda del Capitolio, su esposa por 52 años visitó una vez más el ataúd. Acarició el féretro cubierto por la bandera y se agachó para besarlo por última vez. En la catedral, Nancy Reagan se sentó en un banco enfrente del actual mandatario, George Bush, que dio la elegía al héroe republicano en cuya capa quisiera envolverse. Bush acompañó a Nancy Reagan a su asiento, y también dio probablemente la elegía más resonante a su marido. “Ronald Reagan pertenece ahora a la historia, pero nos gustaba más cuando nos pertenecía a nosotros” dijo Bush. Agregó: “Ronald Reagan creía que todo ocurría por una razón y que deberíamos esforzarnos por saber y hacer lo que Dios manda. Creía que un caballero siempre hacía lo más benevolente. Creía en la bondad de la gente y que tiene derecho a ser libres. Creía que la intolerancia y el prejuicio eran las peores culpas de una persona. Creía en la ley dorada y el poder de la plegaria.” Su padre, el ex presidente George Bush, conmovido hasta las lágrimas, subrayó que Reagan fue un hombre “fuerte y dulce” y le había enseñado más que cualquier otro, cuando fue su vicepresidente.
La baronesa Thatcher, sentada al lado de Gorbachov, habló en términos similares. Hace unos años, sus médicos le advirtieron a la ex primera ministra que no debería hablar en público después de una serie de pequeños ataques. Estaba determinada, sin embargo, a cumplir con el pedido personal de su viejo aliado político y amigo personal de hablar en el funeral.
En un mensaje grabado, Thatcher declaró: “Hemos perdido un gran presidente, un gran norteamericano y un gran hombre. Y yo he perdido a un gran amigo. Como primera ministra, trabajé con Ronald Reagan por ocho de los años más importantes de nuestras vidas. Hablamos regularmente antes y después de su presidencia. Y he tenido tiempo y causa para pensar en lo que hizo un gran presidente”. Thatcher honró a la mujer que cuidó a Reagan en su última década de vida cuando sufría de Alzheimer. “Nancy llegó y me salvó”, recordó que su amigo Ronnie le había dicho una vez. También citó al escritor religioso inglés John Bunyan, creyendo que cuando Reagan murió la semana pasada, “todas las trompetas sonaron del otro lado”. La ex dama de hierro afirmó que “él ganó la Guerra Fría, no sólo sin disparar un tiro, sino también al invitar a sus enemigos a salir de sus fortalezas y transformarlos en amigos”.
Gorbachov no habló ayer, pero en una recepción en la embajada rusa el jueves por la noche, habló en forma directa del colapso del comunismo. “¿Es correcto decir que Reagan ganó la Guerra Fría? Eso no es serio, dijo. Creo que todos perdimos la Guerra Fría, especialmente la Unión Soviética. Ganamos solamente cuando la Guerra Fría terminó.” Reagan también fue recordado a través del país y en territorio norteamericano en todo el mundo. En Washington y en iglesias en todo Estados Unidos, las campanas sonaron 40 veces en su honor. Mientras tanto, en todas las bases militares norteamericanas alrededor del mundo, se dispararon salvas de 21 cañones. Al atardecer ser ordenó que toda base norteamericana con personal disponible realizara otra salva de 50 cañones.
En las calles fuera de la catedral nacional y por la ruta de la procesión funeraria, otros compartieron sus recuerdos. L. B. Powers y su amigo Bob Hoffmeister condujeron nueve horas desde Kentucky para tomar parte de un “momento histórico”. “Vinimos a rendirle tributo” dijo Powers, un trabajador ferroviario. “Siempre me cayó bien, voté por él. Me gustaba como persona, tenía los pies en la tierra, era honesto y tenía ideas que yo comparto. Sus ideas y mis ideas están en la misma página.” Dawn Virnelson había venido de Pennsylvania y llegó al Capitolio a la media noche y esperó más de seis horas para desfilar al lado del féretro. Estaba contenta por haber hecho el esfuerzo. “Es histórico. ¿Cuántas veces ocurre esto? Quería rendirle tributo a un gran presidente”, dijo.
Muchos vinieron por las mismas razones. A pesar de su adicción a las ceremonias y a la regimentación, Estados Unidos tiene pocas ocasiones para la pompa y circunstancia que es familiar a Gran Bretaña y a otras monarquías. El último funeral de Estado de un presidente fue hace 31 años cuando se enterró a Lyndon Johnson.
Mucha gente dijo que, sin tener en cuenta si Reagan les caía personalmente bien o si aprobaban sus políticas, vinieron ayer para rendirle tributo, no a un político, sino a un ex mandatario de Estado. Estaban honrando a la función, no necesariamente al hombre. “Reagan no era mi favorito, pero era el presidente”, dijo Julie Koczela, una consultora, que recordaba haber ido como una estudiante a ver el ataúd del presidente John F. Kennedy en 1963. El programa de las exequias fue preparado, cuidadosamente, por el mismo Reagan al comienzo de su presidencia en 1981, en cumplimiento de una práctica que se ha hecho común en la Casa Blanca desde el asesinato en 1963 de Kennedy.
Los restos de Reagan partirán de Washington por última vez en el avión presidencial Air Force One, con destino a Simi Valley, California, donde será enterrado en los jardines de su biblioteca en una ceremonia privada a la cual asistirán unos 700 de sus amigos y familiares. Su entierro estaba dispuesto para el atardecer, una imagen final que había elegido para dejarles a los norteamericanos.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Ximena Federman.

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Ex presidentes con sus esposas, funcionarios del gobierno y dignatarios extranjeros.
 
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