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El sistema electoral herencia de Pinochet, una reforma de la campaña

Con la mira en el ballottage, Chile busca cambiar un sistema blanco de críticas. Lagos presentará el proyecto en el Senado para desnudar la debilidad del liberal, Piñera, rival de Bachelet.

 Por J. Marirrodriga y M. Délano *
Desde Santiago

El sistema electoral binominal, introducido por la dictadura y que impide la representación real de los partidos en el Parlamento según los votos recibidos, se ha transformado en uno de los ejes de la disputa del 15 de enero, en la elección presidencial entre la candidata de la coalición de centroizquierda, Michelle Bachelet, y el de la alianza de la derecha, Sebastián Piñera. Después de que Bachelet anunciara al poco tiempo de la primera vuelta, en un acto ante más de 7000 personas, acompañada por las principales figuras de la coalición, que el cambio del sistema electoral será el primer proyecto que envíe al Parlamento, el actual presidente Ricardo Lagos resolvió poner a prueba el espíritu democrático de la derecha.
El presidente envió a la Cámara de Diputados una reforma al sistema electoral para su votación inmediata, dado que Piñera y su partido habían declarado estar dispuestos a cambiarlo, y como un guiño al Partido Comunista, que ha pedido terminar con este mecanismo como una de las condiciones para dar sus votos a Bachelet. El mayor partido de la derecha, la Unión Demócrata Independiente (UDI) que ha crecido en número de parlamentarios gracias a este sistema electoral, impuso su criterio y el proyecto no prosperó. Para no aparecer votando en contra de un sistema que es rechazado por una amplia mayoría de la población, según las encuestas, la derecha se abstuvo en bloque en la Cámara baja. Lagos resolvió presentar de nuevo el proyecto, esta vez al Senado, en la primera semana de enero, para desnudar la debilidad de Piñera. “Este es un sistema injusto y voy a proponer su reforma apenas comience mi gobierno. No queremos que se siga torciendo la voluntad de la mayoría”, subrayó Bachelet entre los gritos de sus seguidores.
El actual sistema marca un reparto de escaños de circunscripción entre las dos mayorías, lo que a veces provoca que candidatos –el voto es nominal– con mayor número de votos pero pertenecientes a una minoría se queden fuera. Es el caso de los comunistas, o del senador democratacristiano Andrés Zaldívar quien pese a obtener un 23 por ciento de los sufragios se quedó fuera de la Cámara alta.
La campaña no se ha detenido ni siquiera en Navidad durante esta segunda vuelta. Para triunfar, Bachelet requiere del apoyo de los comunistas, sin que esto signifique el riesgo de una fuga de votos democratacristianos hacia Piñera. Su estrategia de campaña ha variado. A diferencia de la primera vuelta, en la que Bachelet se mantuvo distante de las estructuras partidarias y tuvo un discurso poco agresivo, ahora se ha rodeado de figuras emblemáticas de sus partidos y el tono es de crítica frontal a la derecha. Un ministro del gobierno, Sergio Bitar, abandonó su puesto en Educación para incorporarse en la dirección del comando de la candidata, junto con el derrotado senador democratacristiano Andrés Zaldívar. Como su votación fue más alta en mujeres que en hombres –en Chile se vota en locales y mesas separadas por sexos–, el papel de los varones ha aumentado en su comando. El trabajo electoral se ha concentrado en los llamados “puerta a puerta”, en que la candidata, acompañada por los parlamentarios de un barrio y activistas, recorren las casas dialogando con los votantes. Para Piñera, el millonario que representa a la derecha, la meta de llegar al Palacio de La Moneda es más lejana. Requiere sumar la totalidad de los votos que consiguió en primera vuelta el ex alcalde Joaquín Lavín, el otro candidato de la derecha, que representó a los sectores más conservadores, pero sin que éstos le pesen como una mochila y ahuyenten a algunos de sus adherentes. Además, necesita rasguñar algunos votos en el centro político. Para ello ha buscado apoyo entre democratacristianos, sin conseguir ninguna figura directiva, y presentarse como un “humanista cristiano”. Ha apuntado también a erosionar la credibilidad y competencia de Bachelet, mientras concentra su trabajo de base en seducir el voto femenino, en especial en los barrios pobres.
Hábil polemista, Piñera pone sus expectativas en el debate presidencial del 4 de enero para remontar los cerca de 20 puntos que lo separan de su contendora, y la ha desafiado, sin suerte, a nuevos debates. Bachelet ha replicado que Piñera representa a “la derecha de siempre” y ella, que es militante socialista, se ha definido como una “humanista laica”, recordando que la coalición gobernante reúne a los humanistas de ambas vertientes, cristianos y laicos.
Oficialmente, la campaña parte el 1° de enero próximo, aunque Bachelet y Piñera no han descansado un día desde la primera vuelta. Los sondeos conocidos hasta ahora anticipan un triunfo de Bachelet, pero el número de indecisos es elevado.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Piñera espera el debate del 4 de enero para remontar los cerca de 20 puntos que lo separan de Bachelet.
 
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