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Wallerstein vino, habló y recorrió todo el Bauen

El destacado académico de 77 años hizo un alto en su gira por el Cono Sur para conocer de primera mano la experiencia de las empresas recuperadas por sus trabajadores. Preguntó de todo.

El profesor norteamericano de 77 años entró al Bauen con su mujer y fue directo a la librería. De ahí al bar, para ametrallar a preguntas a Federico Tonarelli, delegado del hotel tomado por sus empleados. “¿Todos ganan lo mismo?”, preguntó. De ahí a la sala, la pileta, el auditorio, las suites, un recorrido que dejaría exhausto a más de un adolescente. “Beatrice, please”, susurró Immanuel Wallerstein al oído de su mujer, que venía a la rastra y le imploraba que se tomaran un descanso. Habían llegado al piso 19, el último.

Wallerstein es un sociólogo reconocido a nivel internacional. Después de visitar la ciudad de Porto Alegre en Brasil y Montevideo en Uruguay, el teórico partidario del foro social mundial vino a la Argentina para dar una conferencia ayer por la mañana en la carrera de Sociología de la UBA en su 50º aniversario. Allí habló del declive inevitable de su país como potencia mundial hegemónica, en un nuevo aniversario de la caída de las Torres Gemelas. Por la tarde, antes de juntarse con algunos de sus lectores en la Biblioteca Nacional, fue al Bauen invitado por los trabajadores que están haciendo una campaña internacional en favor de su gestión, que se ve amenazada por un fallo judicial. Cuentan con el apoyo de –entre otros– Noam Chomsky, Toni Negri, Evo Morales y Danielle Mitterrand. Wallerstein es un acérrimo opositor a la política belicista de Bush.

“¿Cuál es la situacion legal?”, preguntó Wallerstein cuando el delegado dijo que los 156 empleados ganaban lo mismo, salvo los 30 fundadores de la cooperativa, que ganan un poco más porque pusieron plata de su bolsillo. “Todas las empresas recuperadas tenemos problemas con la propiedad del inmueble. No lo tenemos resuelto. Zanon tampoco. Es una cuestión de relación de fuerzas. En este momento no nos es favorable porque la Justicia avanzó, pero ellos tampoco nos pueden sacar. Nosotros nos movilizamos e hicimos actividades, por eso hay un empate.”

Inquieto, el norteamericano insistía con sus preguntas en un castellano duro pero claro. De vez en cuando paraba para traducirle a su esposa. “¿Quién ha pagado la reconstrucción?”, quiso saber Wallerstein. “Empresas recuperadas como Zanon nos ayudaron a poner el piso de cerámica de porcellanato que tiene este bar. Lo reconstruimos con nuestros bolsillos”, le respondió Tonarelli, mientras una delegación de la fábrica neuquina miraba el partido de rugby de Los Pumas en la mesa de enfrente.

Durante la recorrida pasaron por una sala repleta de gente discutiendo. “Esa es una reunión del cuerpo de delegados del subte, porque esta semana la empresa les mandó telegramas de despido y están viendo qué hacer”, le explicó uno de los trabajadores.

En el auditorio, Wallerstein pudo probar las nuevas fundas rojas que los empleados habían colocado sobre las butacas. Después encaró hacia el ascensor. En cada piso el visitante saludaba a los trabajadores. “Buena suerte con su lucha”, les decía.

Del tercero bajó por las escaleras hasta llegar a la pileta vacía, mientras los empleados le contaban las maniobras del antiguo dueño que vació el hotel y hoy pretende recuperarlo. De ahí subió al piso 19, donde antes vivía el antiguo dueño. Finalmente, Beatrice lo convenció y terminó la recorrida. Cuando se le preguntó qué le había parecido lo que acababa de ver, el profesor que se había mostrado tan locuaz a la hora de preguntar fue cauto a la hora de responder, como si necesitara un tiempo para digerir y procesar tanta información.

“Es la primera empresa recuperada que visito en mi vida. La experiencia fue muy interesante”, es todo lo que dijo. Y partió con Beatrice y un libro del Bauen que le regalaron los trabajadores.

Informe: Juan Manuel Barca.

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Wallerstein quiso saber cómo se repartían las ganancias.
 
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