EL MUNDO › EL MISMO TRATO QUE DIO A CARTER

Fidel ve a Obama con otros ojos

 Por Gerardo Arreola*

Desde La Habana

Hace más de tres años que en Cuba no hay una marcha contra Estados Unidos, desa-parecieron los carteles hostiles que rodeaban la oficina diplomática de Washington en La Habana y Fidel Castro acaba de dedicar seis artículos en una semana, a tomar nota, sin adjetivos belicosos, de que Barack Obama tiene sinceras intenciones hacia la isla.

Todo ha sido por etapas. Desde que Raúl Castro asumió interinamente la jefatura de Estado y de gobierno, en julio de 2006, redujo a su mínima expresión las movilizaciones callejeras. La artillería de letreros cesó al terminar el gobierno de George W. Bush, en enero último. Ahora Fidel Castro está transmitiendo el mensaje de que Obama no es Bush. En sus artículos ha tratado a Obama con la cortesía política y el reconocimiento personal que sólo tuvo con Jimmy Carter, en cuyo gobierno (1977-1981) se aflojaron las tensiones entre los dos países como nunca antes.

El comunicado que reportó la entrevista entre Raúl y congresistas del Caucus Negro reconoció que es posible una futura evolución de las relaciones bilaterales. Hasta ahora esa es, públicamente, la reacción cubana a los anuncios de distensión en la Casa Blanca y al ambiente favorable a la plena normalización de relaciones entre Washington y La Habana, que es consenso en América latina y ya tiene expresiones en el Congreso, la academia y sectores empresariales en Estados Unidos.

Sin comprometer alguna posición, Fidel Castro ha construido con sus comentarios un acuse de recibo del cambio que Obama significa para la isla. Nada más, pero nada menos.

En sus artículos, Fidel llama a Obama presidente y no emperador o jefe del imperio, como se refería a Bush, entre un amplio menú de calificativos. Dice que el actual jefe de la Casa Blanca es mucho mejor y que en nada se parece al anterior. Distingue entre las buenas intenciones del ex senador demócrata y las realidades objetivas de Estados Unidos; entre las contradicciones de la política exterior y los incuestionables resultados de la primera gira internacional del mandatario.

Castro aprecia como realista la propuesta del senador Richard Lugar, del 30 de marzo, para que Obama cambie la política hacia la isla y nombre a un enviado especial que abra conversaciones sobre asuntos como migración y narcotráfico, en ruta hacia un futuro debate significativo de temas más litigiosos. Lugar camina con los pies sobre la tierra, dice Castro. No tememos dialogar con Estados Unidos. El líder cubano acepta tácitamente esos dos puntos de agenda e insinúa un tercero, el de la inclusión de la isla en la lista de países que Washington considera terroristas.

Castro resume algunas opiniones que dieron aquí en privado los congresistas negros: Obama necesita reelegirse para cumplir sus metas; es la única oportunidad que tiene Estados Unidos para avanzar; cambiará la política hacia Cuba, pero Cuba tiene que ayudarlo; ahora no puede levantar el bloqueo y normalizar las relaciones, porque perdería la reelección.

El ex mandatario relata un gesto que aquí tiene un hondo significado: ha recibido a los estadounidenses en su casa, ya no en el hospital donde, dice, pasó dos años y siete meses de internamiento. Un cubano observador no se resiste a emplear la metáfora: el enemigo en casa. Castro dice que preguntó a Bobby Rush, uno de los visitantes, el sentido de su afirmación de que Cuba debe ayudar a Obama. Laura Richardson, otra de las legisladoras, contó en Washington que el líder cubano les preguntó: ¿Cómo podemos ayudar al presidente Obama?

Ambos gobiernos saben que, aunque el diálogo es posible, la normalización de relaciones puede consumir años, si se considera que es el Congreso, no la Casa Blanca, quien puede eliminar el entramado legal del bloqueo económico. Si llegara a iniciarse un diálogo, no sería la primera vez. En febrero pasado los investigadores estadounidenses Peter Kornbluh y William LeoGrande, en el adelanto de un libro sobre el tema, basado en material desclasificado, escribieron en el mensuario Cigar aficionado: “La historia muestra que los presidentes desde Kennedy hasta Clinton consideraron que era preferible y posible dialogar con Cuba que mantener la hostilidad y la agresión. Para Obama, esa experiencia tiene lecciones importantes sobre cómo un esfuerzo efectivo y una diplomacia directa puede terminar el conflicto”.

Lo que sí ocurre por primera vez es que la voluntad de distensión del presidente estadounidense aparece cuando Cuba acaba de cerrar el capítulo de la guerra fría con América latina, al ingresar al Grupo de Río y volver a las relaciones plenas con toda la región, cuatro décadas después de la ruptura.

* De La Jornada, de México. Especial para Página/12.

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