EL MUNDO › LOS OCUPANTES ANUNCIAN OTRA CAPTURA PERO BAGDAD SIGUE SIN GOBIERNO

Cómo (no) funciona el nuevo (des)orden

Por E.F.
Desde Bagdad

Los norteamericanos reivindicaron como un “gran éxito” la rendición de Tarek Aziz, el viceprimer ministro iraquí, y el arresto de un total de 13 ex miembros del sistema de Saddam Hussein que figuran en el “juego de 55 cartas” con los personajes más buscados del país. Sin embargo, pese a ese “éxito”, Bagdad es la imagen más acabada del desorden. Nadie sabe quién manda ni a quién hay que obedecer. Los pocos servicios que funcionan, por ejemplo los suministros eléctricos, apenas operan en un 10 por ciento de sus posibilidades y los empleados que trabajan en las plantas tienen dos interlocutores distintos: el ejército norteamericano, que da ciertas órdenes, y el autoproclamado gobernador de Bagdad, que da otras. Sin embargo, el administrador civil de Bagdad, el general retirado Jay Garner, sigue prometiendo para la semana próxima una reunión con los responsables de la oposición y la apertura de algunos ministerios en los próximos días.
La rendición de uno de los hombres políticos iraquíes más importantes y conocidos en el extranjero puede contribuir a resolver el enigma del paradero de Saddam Hussein. Ayer, Aziz fue interrogado por las fuerzas especiales norteamericanas, pero nada trascendió de ese encuentro. Considerado como un “confidente” de Saddam, Aziz había desaparecido cuatro días antes de que las tropas norteamericanas tomaran Bagdad y no resulta imposible pensar que su rendición responda a una negociación previa basada en una serie de garantías. Si Tarek Aziz puede conducir a Saddam Hussein, la administración Bush obtendría un éxito considerable, tanto más cuanto que, en el seno de la población, todavía persiste el temor de que el presidente iraquí siga con vida, que su aparato esté intacto y que, por ende, vuelva para vengarse. Si Saddam cae, el efecto psicológico sería considerable. Estados Unidos también arrestó ayer en la frontera con Siria a uno de sus enemigos más notorios, Faruk Hijazi, el ex jefe de los servicios secretos iraquíes, acusado de haber organizado un complot para asesinar en 1993 al entonces presidente norteamericano George Bush padre. Garner se lanzó ayer en la búsqueda de eventuales responsables locales capaces de colaborar con él para organizar un gobierno interino e iniciar la reconstrucción. La celebración del foro de la oposición previsto para la próxima semana es el primer paso hacia la creación de una forma nacional. Tim Cross, el adjunto británico de Garner, precisó que la “arquitectura del futuro gobierno iraquí designado democráticamente debería establecerse en un plazo que oscila entre tres y seis meses”. La agenda de Cross parece por demás irreal. La ausencia de líderes verosímiles, el tendal de destrucción que dejó el bombardeo norteamericano y la presión ejercida por los mayoritarios chiítas no autorizan a vaticinar que se puedan organizar elecciones en un período tan breve.
Como por arte de magia, desde que cayó Saddam Hussein los partidos opositores abrieron oficinas en Bagdad, incluso desalojando los muebles y los símbolos de las sedes del Partido Baaz y remplazándolos por los suyos. “Durante 35 años nos faltó la libertad. Ahora aprovechamos”, dice Mohamed Naïm, uno de los responsables del Congreso Nacional Iraquí, el CNI, dirigido por el controvertido Ahmed Chalabi. Jesro al-Jaab, uno de los dirigentes del PDK, Partido Democrático del Kurdistán, recuerda los años en que se reunían “clandestinamente” en los cafés, cines y negocios de Bagdad. Abou Mohammed al-Amehri, dirigente del partido islamista Al-Dao ua (La llamada), advierte contra la imagen que dan los occidentales de los islamistas: “Piensan que somos extremistas, que queremos controlarlo todo e imponer cierto extremismo. Pero es falso. Cuando haya elecciones libres, si el pueblo acepta nuestras propuestas, optará por nosotros”.
El movimiento de los oficiales y civiles libres también instaló sus oficinas en una sede del partido Baaz saqueada “para limpiar la basuraideológica que había adentro”, según dice uno de sus dirigentes, Abdel Jabar al-Kasr. En un puñado de palabras, el hombre refleja la opinión mayoritaria entre los partidos a propósito de la presencia norteamericana: “Las tropas estadounidenses deben partir. Nosotros nos bastamos a nosotros mismos. Además, Saddam Hussein es parte del clan de los norteamericanos. Fueron ellos quienes lo inventaron”.

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