EL MUNDO › UN GRUPO DE ACTIVISTAS QUE SE UBICA EN EL MEDIO

Caceroleros egipcios

 Por Alastair Beach *

Desde El Cairo

Khalid Abdalla es optimista. Al comienzo de la peor masacre masiva que ha conocido Egipto en su historia moderna, parece ser uno de los pocos que lo sigue siendo. Mientras El Cairo se sofoca bajo el toque de queda nocturno y los egipcios cuentan sus masacres, hay muchos motivos para preocuparse por el destino de este país. Pero en medio de la polarización cada vez más profunda, un grupo de activistas está intentando forjarse un camino que evita la creciente ola de histeria y hostilidad.

De acuerdo con Abdalla, un actor inglés egipcio que ayudó a fundar una organización de medios y películas en El Cairo después de la caída de Hosni Mubarak, la llamada campaña “Masmoua” o “Heart” es un intento de rechazar los extremos políticos que llevaron al derramamiento de sangre sin precedentes de la semana pasada. Fundada hace sólo cuatro días, apunta a alentar a la oposición tanto del Islam político como de una hegemonía militar. “Creo que la mayoría de la gente de este país no quiere vivir bajo el fascismo”, afirmó Abdalla, hablando con The Independent. El movimiento Masmoua, dijo, trata de “crear un espacio en el que podamos ir más lejos” de las extremidades que están desgarrando al país.

Desde el golpe popular del 3 de julio, que llevó al derrocamiento de Mohamed Mursi, Egipto apareció peligrosamente dividido. A pesar de una transición ostensible dirigida por civiles, el general Abdel Fattah al Sisi, el soldado de más alto cargo del país, todavía parece estar tirando de las cuerdas políticas.

Los islamistas egipcios, mientras tanto, siguen siendo los fantasmas en la fiesta revolucionaria. Varios cientos fueron masacrados la semana pasada, mientras las fuerzas de seguridad han arrestado otros cientos en todo el país. Con las matanzas del lunes de más de veinte policías a manos de militantes en el Sinaí, junto con los continuos ataques contra iglesias y negocios cristianos, un medio de comunicación demasiado obsecuente también está fomentando temores sobre la amenaza terrorista.

La campaña Masmoua usa métodos poco ortodoxos para hacer llegar su mensaje. Cada noche, a las 9, se les pide a los partidarios que golpeen cacerolas por las ventanas para registrar su desaprobación. La idea se originó en una técnica similar usada durante las recientes protestas contra Recep Tayyip Erdogan, el primer ministro de Turquía. Pero en Egipto, donde los manifestantes en la plaza Tahrir ahora levantan carteles de generales muertos hace mucho tiempo en lugar de exigir la caída del régimen, el movimiento Masmoua representa una forma efectiva de reclamar el poder de la protesta, según Abdalla.

“Por el momento no sólo estamos en silencio”, dijo, “sino que no tenemos un lugar para nuestra voz. No tenemos una urna electoral. No tenemos ningún representante. Ni siquiera tenemos una calle. Es por eso que es esencial que el hogar se convierta en el campo de batalla”. Egipto se ha convertido en un lugar donde las lealtades políticas pueden a veces invitar al escrutinio desaprobador.

Un importante académico radicado en El Cairo contó que su madre le había pedido recientemente que se afeitara la barba; tal es el nivel de hostilidad antiislamista de algunos barrios en lo que ha sido durante mucho tiempo un país conservador. Aalam Wassef, el cineasta que también se unió a la campaña Masmoua, dijo que algunas personas no vieron con buenos ojos al movimiento. “Algunos sospechan que somos los Hermanos Musulmanes disfrazados. O nos tildan de irresponsables o ingenuos por no estar con los militares.”

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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