EL MUNDO › OPINION

El hombre no está muerto

 Por Claudio Uriarte

De considerarse al electorado británico como un solo individuo, habría que concluir que su voto de ayer fue altamente racional y calculado: garantizó a Tony Blair su histórico tercer mandato para los laboristas en función de la buena marcha de la economía, pero lo castigó por la guerra en Irak reduciendo fuertemente su bancada parlamentaria y posibilitando el desenlace virtuoso y corrector de una nueva mayoría absoluta pero disminuida para Blair, lo que garantizaría que el primer ministro se despidiera graciosamente del escenario para dejar el papel protagónico en manos de Gordon Brown, su estelar ministro de Economía y artífice del “milagro británico”. Etcétera, etcétera.
Pero el electorado británico no es un solo individuo y estas elecciones se distinguieron por tal ofuscación de líneas partidarias clásicas que, como escribió el columnista Simon Jenkins en The Times of London el otro día, “si usted quiere un gobierno conservador, debe votar por el laborismo; si quiere un gobierno laborista, hágalo por los liberal-demócratas; si quiere un gobierno liberal, vote por los conservadores”. Esto es más o menos lo que quedó del campo de batalla de la profunda revolución política efectuada por Blair, aunque su homologación sin más con el conservadurismo probablemente sólo sea correcta en la estrechez de su alianza con EE.UU.; en otros campos, como la economía, las mejoras distan de remedar los efectos culpados al neoliberalismo salvaje: Gran Bretaña tiene un salario mínimo por primera vez (hoy a 9,20 dólares la hora), un millón más de propietarios de viviendas desde 1997, dos millones de personas más con empleos, 28.000 nuevos maestros, 13.000 policías más, una duplicación de la ayuda exterior, un magro 3,5 por ciento de inflación, licencias por maternidad extendidas, ayudas para comprar viviendas, la reconstrucción de las escuelas secundarias y una dramática mejora en los servicios de salud pública. Esto contrasta brutalmente con el pobre desempeño en empleo, crecimiento económico y capacitación de los gobiernos conservador de Francia y socialdemócrata de Alemania (para seguir cruzando líneas partidarias), donde la política de inmigración es también más dura.
En cuanto a escribir el obituario político de Blair, olvídenlo por ahora. El primer ministro tiene 52 años, pilas de energía y simpatía, y en política nada está acabado hasta que se acabó. Y no hay que olvidar que Margaret Thatcher ganó su primer gobierno en 1979 con solamente 49 bancas de ventaja sobre los laboristas de James Callaghan y gobernó por tres mandatos consecutivos por espacio de 11 años. Blair está en su año 8.

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