EL PAíS › ANIBAL FERNANDEZ FUE DESIGNADO
AL FRENTE DEL MINISTERIO DE LA PRODUCCION

Para aprovechar el acuerdo, cuando haya

En la Rosada descuentan que habrá acuerdo con el FMI, gracias al cual retornará la financiación a la Argentina. El ministerio servirá para activar algunos proyectos y que Duhalde se vaya con alguna gloria. Le ofrecieron el cargo a Redrado, que no aceptó. Fernández y sus condiciones retóricas. El fantasma de De Mendiguren. La nueva etapa de un ministerio de génesis bonaerense.

Por Sergio Moreno y Diego Schurman

Eduardo Duhalde juega al ajedrez. No lo hace muy bien, según cuentan quienes supieron jugar con él. Tampoco es una calamidad. Del juego acuñó la gimnasia de pensar algunas jugadas hacia adelante. Ha intentado, varias veces, muchas sin suerte, traspolar esa sapiencia a la política. Lo que hizo ayer tiene algo de esto: jugada 1) se acerca el acuerdo con el Fondo gracias al cual, cuando menos, la Argentina obtendrá financiación; jugada 2) con esos fondos se podrán prefinanciar exportaciones y comenzará a girar la rueda de la reactivación; jugada 3) hay que ayudar dicho proceso y exhumar la herramienta para eso, el Ministerio de la Producción; jugada 4) desechados algunos candidatos, es necesario nombrar a alguien activo, de extrema confianza del Presidente y que pueda comunicar bien lo que se hace. Ese hombre es, desde ayer, Aníbal Fernández; jugada 5) el reemplazo de Fernández en la Secretaría General será el alfil del Presidente, José Pampuro. La estrategia duhaldista consiste en obtener algún beneficio de un proceso que, cree el Presidente, comienza a generarse a partir del acuerdo con el FMI y las ventajas competitivas que trajo la devaluación. Si esto ocurre así, Duhalde podrá retirarse del Gobierno con cierta satisfacción y, fundamentalmente, una chance de futuro político. Si no ocurre, su carrera estará cerca del jaque mate.
El viernes de la semana pasada nadie en el Gobierno conocía los planes que urdían en el Fondo Monetario. Incluso el ministro de Economía, Roberto Lavagna, si bien estaba convencido de la justicia que traería conseguir el acuerdo tan mentado, no tenía certeza de lo que pasaría al día siguiente, sábado. Entonces, Anoop Singh, el encargado del organismo para el hemisferio, anunció que habría acuerdo con la Argentina y que podría tener dos segmentos: uno de corto plazo, hasta mayo de 2003, y otro a firmar con el gobierno que resulte elegido en las próximas elecciones. El maná llovió en Olivos, los corazones se alborotaron y todo pareció más soft.
Con el acuerdo al alcance de las lapiceras de Lavagna y la certeza de su inminencia (“el acuerdo está absolutamente cerquita”, dijo esperanzado anoche una altísima fuente del Gobierno a Página/12), en la Rosada reconstruyeron el sueño productivista. Acordar con el FMI significa, por lo pronto, acceder nuevamente al crédito y, a la vez, a la producción. Duhalde regresó a su vieja idea de reflotar el Ministerio de la Producción. Despierto el golem, comenzó la tómbola de los nombres.
El vicecanciller, Martín Redrado, era el candidato de Lavagna. El propio ministro lo contactó. Ayer, el joven economista estaba en Venecia, Italia, desde donde reiteró su negativa a cambiar de cartera.
Oscar Vicente, CEO de Pérez Companc, fue otro de los nominados. El poderoso gerente, tantas veces tentado por el Gobierno para ocupar diversos cargos, estuvo anteayer en la Rosada con el Presidente. Cuando salió, seguía revistando en la compañía privada.
Ayer a la mañana, el gabinete estaba reunido en Olivos. Duhalde no encabezaba la mesa; en ese momento hacía un aparte en otro salón con Lavagna. Tras el meeting, el ministro ingresó sonriente a la sala de reuniones del chalet. Se dirigió hacia el secretario general de la Presidencia y le dijo que Duhalde quería hablar con él, a solas.
Aníbal Fernández ingresó al cuartito. Comenzó a hablar con Duhalde preguntándole qué le había parecido su performance (la de Fernández) durante la noche anterior en el programa televisivo de Luis Majul. Duhalde se mostró conforme y, trascartón, le ofreció el cargo.
–¿Aceptás? –le preguntó el Presidente.
–Eh, sí, sí, claro Eduardo... –atinó a responder Fernández, sin salir de su sorpresa. El hasta entonces secretario general estaba convencido de que el ministro sería Redrado.
Duhalde y Fernández ingresaron juntos a la sala de reuniones donde esperaba el resto del gabinete. Allí hizo el anuncio oficial. Todos aplaudieron y se pararon a felicitar con besos y abrazos a Fernández. El nombre del ex intendente de Quilmes surgió en una charla que durante la noche del martes mantuvieron Duhalde con Pampuro y el jefe de Gabinete, Alfredo Atanasof. Iban a intentar una última vez con el golden boy de la Cancillería, pero no dilatarían más la decisión. Pampuro ocuparía el lugar que dejaría vacante Fernández en caso de que las cosas se sucediesen como finalmente ocurrieron. Sin embargo, habrá una diferencia con lo que se conversó anteanoche: Pampuro asumirá en una secretaría general que absorberá las atribuciones de la Unidad Presidente, que manejaba el médico bonaerense. Pampuro acumulará aun más poder administrativo.
Fernández y Pampuro jurarán el viernes en el Salón Dorado de la Rosada.
Cazafantasmas
Las ventajas comparativas que dejó la devaluación y, presienten en el Gobierno, se acrecentarán a partir de concertar con el Fondo, no son las causas excluyentes de la designación de un nuevo ministro en un área que todos daban por extinguida. El Presidente sabe, y así se lo dijo a Fernández y a los suyos, que debe levantar un muerto: el fantasma de la faena que dejó de herencia el primer y último ministro de la Producción, José Ignacio de Mendiguren. El ex UIA –que luego de su tarea oficial ni siquiera pudo regresar a la central fabril– dejó el duro quebranto de la pesificación asimétrica y una imagen de lobby sectorial mezclado con ineficiencia en el imaginario colectivo.
Fernández sabe cuán pesado es el cadáver que debe cargar. No obstante, en esta herencia se esconde algo de su designación. Las dotes retóricas del flamante ministro son de una utilidad nada desdeñable para la administración de los bonaerenses. Fernández, quien fuera ministro de Trabajo de la provincia durante la efímera gestión de Carlos Ruckauf, sabrá exprimir los beneficios de cada emprendimiento que consiga poner en marcha quebrando la inercia de la recesión. Si es que, finalmente, hay acuerdo con el Fondo. Si no, jaque mate.

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Fernández sabe cuán pesado es el cadáver que debe cargar. No obstante, en esta herencia se esconde algo de su designación.
 
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