EL PAíS › LA CARAVANA DE RODRIGUEZ SAA PASO POR LA CAVA

Los olvidados al micrófono

El sanluiseño reanudó su marcha, junto a Rico y Posse. Dialogó con la gente. Recibió reclamos y sospechas y también algunos apoyos.

 Por Martín Piqué

“Nosotros ya no tenemos futuro”, se escuchó por los parlantes instalados en la primera esquina de la villa. “Ya no tenemos futuro, lo sabemos, pero por lo menos que lo tengan nuestros hijos”, insistió la voz, que expresaba la resignación de todo el barrio. Quien hablaba ante el micrófono no era, obviamente, el candidato en campaña, Adolfo Rodríguez Saá, sino una mujer de La Cava, en San Isidro, que se lamentaba por la pobreza en que vive su familia. “No se olviden de nosotros, no se olviden que existimos”, pedía la mujer, y sus vecinas aprobaban en silencio. Rodríguez Saá observaba la escena con gesto serio, mezclado entre la gente, pero escoltado de cerca por tres custodios de saco, corbata y lentes negros.
La escena se produjo ayer a la mañana, en el primer acto de la “marcha de los sueños”, y resumió el estilo de la caravana ideada por Rodríguez Saá para lanzarse en el conurbano: por orden del candidato, en todas las paradas de la caravana se instalaron micrófonos para que la gente expresara su opinión ante los visitantes. “Vengo a escuchar a los que nadie escucha”, aseguró el puntano apenas llegó a La Cava. Y “los que nadie escucha” aprovecharon la oportunidad, agradecieron la visita, mostraron su desilusión y pidieron ayuda para “poder sobrevivir”.
–Nosotros estamos viviendo porque el aire es gratis –reconoció, con dolor, una madre de unos treinta años que reside en la villa.
–Queremos que no nos mientan más –exigió una vecina.
–No nos defraude –se limitó a decir un cuarentón que, como todos, es desocupado.
Los vecinos se pasaban el micrófono en orden. La mayoría eran mujeres que habían sido convocadas por “las promotoras” (delegadas de la secretaría de Acción Social del municipio de San Isidro) que equivalen, de alguna forma, a las “manzaneras” duhaldistas. Los hombres parecían más distantes, como desconfiados. Muchos observaban desde lejos lo que pasaba frente al centro comunitario “La Sede”.
Algunos se animaron a encarar al candidato con críticas duras:
–Yo a usted lo conozco. Me cae simpático, pero veo a muchos políticos dinosaurios que se le arriman –le espetó en la cara una estudiante de Trabajo Social, de 28 años, que vive en La Cava–. Quiero creer en usted, pero estos políticos que vendieron el país le hacen mal.
Rodríguez Saá soportó el reproche con gesto impasible. A su lado estaban Melchor Posse y Aldo Rico, que recibieron muchas expresiones de apoyo en su paso por la villa. Al ex intendente, conocido en el distrito como el Cholo, lo saludaron casi todos los que hablaron. Y la llegada del ex carapintada e intendente de San Miguel generó una módica pero espontánea ovación: “¡Aldo, acá está tu gente!”, “¡Zurdito! ¡Miserable!”, le gritaba un grupo de mujeres que expresaba su apoyo con cierto humor.
La caravana continuó su gira luego de que el candidato prometiera que visitaría otra vez ese “barrio emblemático”. Compuesta por una camioneta importada tipo Trafic y tres ómnibus que aportó por la Unión de Tranviarios Automotor (UTA), la marcha hizo su segunda parada en un complejo de monoblocks conocido como el Barrio San Isidro (BASI), en Boulogne. Allí esperaba un grupo de vecinos, acompañado por unos cuantos recolectores de basura con el overol de la empresa Cliba que habían sido movilizados por Camioneros. Como en La Cava, la gente expuso sus problemas desde el micrófono.
–Que siga el plan Jefas y Jefes de hogar –pidió una mujer humilde.
–No, queremos trabajo digno –objetó una señora de clase media.
La diferencia quedó ahí, revelando los diferentes problemas que parten de la posición de clase. El candidato aprovechó la ocasión para lanzar dos de sus promesas: el plan de empleo transitorio de 300 pesos y el proyecto de construir viviendas con mano de obra intensiva. En ese encuentro con los vecinos, se habló por primera vez de deuda externa: el jubiladoHoracio Herrera, ex plomero, “con 50 años de conocimiento del peronismo”, le exigió a Rodríguez Saá que revise los negociados de la deuda externa.
La movilización incluyó un par de momentos simbólicos, pensados para mostrar “mística” y contenido peronista. Al mediodía, Rodríguez Saá colocó una ofrenda floral en un busto a Evita, en Boulogne, y a la tarde, la caravana se detuvo en José León Suárez para homenajear a los fusilados de junio de 1956. Pero lo que caracterizó a la marcha fue el “contacto con la gente”. Por ejemplo, en San Martín dialogó con cartoneros que viajan en el “tren blanco”. Veloz, el puntano explotó la situación para cargar contra Aníbal Ibarra y a Mauricio Macri.
La experiencia de los últimos gobiernos se coló en varios cruces del candidato con la gente. En la sociedad española de Boulogne, por ejemplo, un vecino le entregó a Rodríguez Saá una Constitución, con el mandato expreso de que la “respete a rajatabla”. Previsor, o cansado de desilusiones, el tipo, de nombre Francisco, repetía con desgano: “Convénzame, convénzame”. Rodríguez Saá prometió volver dentro de un año para “rendir cuentas”. Francisco no lucía muy entusiasmado.

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Adolfo Rodríguez Saá, Rico y Posse, en medio de los vecinos.
 
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