EL PAíS › OPINION

Estalló el verano

El paso a paso, doctrina mundial. Las medidas del Gobierno, en fila india. El Plan de obras públicas, sus etapas y objetivos. Las llagas de un país invertebrado. Los incentivos al consumo, las derivaciones esperadas. Una manito a los jubilados. Los que más necesitan, por ahora, sin incentivos. Y un atalaya para leer un verano que será inolvidable.

 Por Mario Wainfeld

George Bush consigue un atajo para tirarles una soga a las automotrices, seguramente Barack Obama añadirá un rizo de su hechura en un mes. Los gobiernos de la Unión Europea innovan e improvisan cotidianamente. La crisis es magmática, rehace la realidad a diario, a menudo para peor. No son circunstancias que habiliten planes definitivos o estrategias rígidas. Con una mano en el corazón, nadie sabe con certeza qué pasará en un año, en un mes, ¿en una semana? Nada tiene de exótico que el gobierno argentino vaya armando su menú con movidas parciales, que de cualquier modo definen un rumbo sensato.

La imposición de la coyuntura empalma bien con el ethos tacticista del kirchnerismo, siempre proclive a mantenerse en el candelero a fuerza de acciones parciales. Las emprendidas desde octubre apuntaron al blanco, aunque seguramente no todas dieron en el centro. En la semana que fue, se anunció el megaplán de obras públicas (“el Plan”, en adelante), se estipuló un aumento de suma fija para los jubilados, se derogó la tablita, por orden de importancia potencial.

La jugada más determinante para la economía doméstica es el Plan. Sus objetivos keynesianos son múltiples y requerirán una ejecución afinada para concretarse, una prueba de fuego para la gestión de la presidenta Cristina.

La ardua armonía requerida se despliega en el tiempo y en el espacio. La creación de mano de obra y el acicate al desarrollo local en provincias no pueden esperar, una ración grande debe concretarse en 2009. Las llamadas “obras locales de acción inmediata”, comedidas a pymes o cooperativas, crearían empleo, fomentarían la actividad regional, movilizarían las economías provinciales, contendrían a los gobernadores. Se calcula generar cientos de miles de puestos de trabajo, la cifra neta deberá ponderar alguna mengua que sufrirá la industria de la construcción privada.

Algunas acciones sociales no podrían dilatarse más allá de fines de 2010, como módica compensación a los argentinos más desprovistos. El Plan enumera, entre otras “metas”, brindar el servicio de cloacas al 63 por ciento de la población y agua potable al 92 por ciento. Las cifras dan cuenta de la desigualdad de nuestra sociedad, hoy día (tras años de crecimiento chino y despliegue de la obra pública) menos de la mitad de los ciudadanos tiene cloacas, no llegan al 70 por ciento los que acceden a agua limpia.

La planificación a plazo más largo sincera que la Argentina sigue siendo un territorio desvertebrado y concebido en torno de la ciudad-puerto. Todas las redes, las ferroviarias, como iluminó Scalabrini Ortiz y las de servicios públicos, enderezan a la ciudad-puerto. Las articulaciones horizontales y verticales son incompletas y cluecas. El Mercosur es un proyecto estratégico pero la infraestructura conserva marcas de la lógica impuesta por las doctrinas de defensa nacional y sus correlatos políticos. La hipótesis de conflicto bélico y de antagonismo económico con Brasil y Chile, la subestimación de aliados como Uruguay y Bolivia dominaron la mente de la dirigencia política, no sólo de la militar. Pocas rutas y menos puentes posibilitan los accesos a los países hermanos. Un solo túnel importante conecta por tierra con Chile, hasta un porteño sabe que se obtura por la nieve la mitad del año.

Esas falencias están contempladas en el Plan, a futuro. Con voluntarismo, en el Gobierno se da por sentado que serán paliadas en un trienio. También hay optimismo para conseguir los 40.000 millones de “financiamiento pendiente de estructurar”, destinados a grandes obras energéticas (alrededor de 32.000 millones) y corredores viales (los otros 8000 millones). “Ya estamos gestionando esa plata, lo anunciamos como pendiente para no meter la pata. No haremos como con el tren bala, si anticipamos cifras que luego no se corroboran, terminaríamos desacreditando las medidas”, autocritican algo y autoelogian bastante cerquita de Julio De Vido.

Los fines son, a grandes trazos, encomiables. Las cifras comprometidas, importantes. La prueba de fuego será, se repite, la gestión. En el Gobierno se confía que con el apoyo y el espoleo de los gobernadores, la palabra se hará acción en los tiempos previstos. Será un salto de calidad, el kirchnerismo desplegó obra pública como ninguna otra administración desde 1983, pero no se caracterizó por hacerlo de modo equilibrado en el tiempo y el espacio.

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Por arriba y por abajo: La tablita amplía la liquidez de segmentos de los decibeles más elevados. La suma fija a los jubilados cala más abajo, donde las necesidades son más acuciantes. Los impactos fiscales respectivos dejan la impresión de asimetría en favor de los que algo tienen. En Economía proponen que se tenga en cuenta el efecto multiplicador de la quita impositiva. Complacer un reclamo de la CGT tal vez complete el cálculo del Gobierno. No tan lejos del silente ministro Carlos Fernández se explica que hay una apuesta fuerte al turismo interno, dinamizador de la economía y estimulante para la calidad de vida. Las previsiones en este rubro, así como en el automotor abarcan una gama asombrosa: estimaciones oficiales predicen un verano a todo vapor, algunos consultores privados se muestran pesimistas. Las propagandas de electrodomésticos en los grandes medios (horas por la tele, decenas de páginas en los diarios) inducen a deducir que las empresas confían en encontrar compradores.

Todo es según el color de la bola de cristal con que se mira. Quienes profetizan (todos) son defensores de intereses, aunque sea periodísticamente incorrecto desnudar que los “técnicos” llevan la camiseta opositora y bajoneante debajo de sus elegantes sacos.

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Cadenas y eslabones: La activación del mercado de bienes de consumo durable propagaría en actividades de trabajo intensivas, con buenos salarios, moviendo la rueda. La derogación de la tablita incubaría compradores o turistas. Tal la narrativa oficial, que tiene su miga. Pero, aun con el retoque navideño a los jubilados queda excluido el sector más desprotegido de la sociedad, las personas de menores ingresos, los informales, los desocupados. Sin forzarse en hacer precisiones, cerca de la mitad de la población, la que además dispone de peores servicios públicos (ver también nota aparte). Ese conjunto es, por decirlo con un sarcasmo, insospechable de amarrocar un ingreso extra (como sí podrían hacerlo quienes ahorrarán en Impuesto a las Ganancias) ni de llevarlo al exterior ni siquiera de comprar muy lejos de donde viven.

Esa carencia deja inconclusa la política oficial, en una pata de la que renquea desde hace mucho. La obsesiva consagración al trabajo como único modo de ascenso social ya estaba en entredicho hace un par de años, aquellos del crecimiento desenfrenado. Ahora, cuando el mejor horizonte es una desaceleración con crecimiento bajo, sin destrucción de empleo, hace agua.

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Estalla el verano: Estalla el verano, amigo lector y, hasta nueva orden, será la economía la actriz protagónica. El Gobierno, que ha tomado el timón desplegando su clásica hiperquinesis, deberá perseverar en su praxis de readecuar de volea su esquema. En carpeta sigue la eventual devaluación del peso, por goteo como manda el tablero. Y una merma en las retenciones para soja y girasol. También nuevas señales a los actores productivos, incluidos los agropecuarios. Y el diseño de políticas sociales audaces para atender a los de abajo, que siguen siendo la base electoral del Frente para la Victoria.

El año electoral ya se está jugando, con condiciones muy diferentes a las propias del ciclo exitoso del kirchnerismo. Si se mira más allá, a todos los países gobernados por la nueva izquierda sudamericana se atisba un porvenir más trabado que el vigente: la Concertación la tendrá canuta en Chile, Hugo Chávez perdió el invicto electoral, Lula da Silva (un gran presidente en Brasil y un gran actor en la política regional) no puede trasfundir su carisma a una sucesora. En la Argentina, en octubre el kirchnerismo se las verá con un reto muy duro.

Será en primavera, cuando quizá se conozcan mejor las secuelas del colapso del capitalismo global. Y si la Argentina pudo amortiguar la repercusión doméstica del fracaso de un sistema global, a pocos años de la mayor crisis endógena de su tremenda historia.

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