EL PAíS › LOS DELEGADOS DEL SUBTE SE PREPARAN PARA ESCINDIRSE DE UTA CON UN GREMIO PROPIO

Nuevo sindicato bajo la tierra

 Por Laura Vales

Después de ocho años de una relación de tensión y competencia con la Unión Tranviarios Automotor (UTA), los delegados de base de subterráneos se preparan para separarse del sindicato y crear un gremio propio. En ese camino, realizarán un plebiscito en las seis líneas y el Premetro entre los 4 mil trabajadores de Metrovías. La medida es una forma de ampliar la discusión interna y generar apoyos antes de constituir formalmente el nuevo gremio, que en los hechos le disputará al sindicato cegetista la representación de los empleados del subte. Ya en diciembre los representantes de base habían decidido no participar de las elecciones de delegados convocadas por la UTA.

La decisión de crear un gremio aparte desató una guerra bajo tierra, donde no hay semana en que no se produzca algún cruce. El jueves pasado, en la línea E, hubo un choque a las trompadas entre un dirigente del sindicato y uno del cuerpo de delegados; en repudio a la UTA, la línea hizo un paro de dos horas. Unos días antes, los delegados Pablo Vidal y Viviana Lauri encontraron sus autos con los parabrisas rotos, la carrocería rayada y las ruedas tajeadas.

El plebiscito sobre la conformación del nuevo gremio se realizará desde este jueves 5 al viernes 13. “El debate sobre si abrirse o no del sindicato viene desde el año pasado”, cuenta Roberto Pianelli. Enfrentada a los delegados, la UTA inició en agosto un proceso para expulsarlos del sindicato. Los representantes de base fueron acusados de no acatar las decisiones del sindicato; con su expulsión, los delegados quedarían inhabilitados para presentarse como candidatos en las elecciones para la renovación del cuerpo, que debían realizarse un mes más tarde. En octubre, la UTA convocó a un congreso en el que concretaría esas expulsiones, pero el Ministerio de Trabajo lo frenó, desautorizándolo. Ese mes, el cuerpo de delegados inició el trámite legal para crear un sindicato simplemente inscripto.

En noviembre salió el fallo de la Corte Suprema de Justicia en favor de la libertad sindical. “La decisión ya estaba avanzada, pero el fallo nos mejoró la situación, porque establece que ya no hay que estar afiliado al sindicato con personería gremial para poder convocar a elecciones o presentarse como candidato a delegado”, apunta Pianelli. En diciembre, la UTA convocó a elecciones de delegados modificando las condiciones en que se habían realizado los comicios en los últimos diez años. Los delegados disidentes se negaron a participar. Así se eligió un nuevo cuerpo de delegados alineado con la UTA. Los disidentes impugnaron la elección –sostienen que sólo votó el 7 por ciento de los trabajadores—, pero Trabajo reconoció su validez. Esta es la situación desde la que se lanza el plebiscito.

La decisión de no participar de las elecciones y armar el gremio propio no fue, de todas formas, unánime. Entre los trabajadores hubo muchos que plantearon que el riesgo era demasiado alto, y hubo sectores, como el del taller de Constitución, que se volcaron por seguir dentro de la UTA. Sin embargo, el tema fue discutido en asambleas por línea y la mayoría votó por la separación. “En el taller de Constitución queríamos quedarnos –señala Andrés Fonte–. Pero en las líneas la mayoría quiso irse. Hay un hartazgo muy fuerte en la gente, una sensación anti-UTA generalizada. Acá tenemos una forma de organizarnos que no tiene nada que ver con sus prácticas: tenemos una democracia sindical basada en las asambleas, respetamos lo que dicen los compañeros.” Para Fonte, “de ahora en más se viene una pelea muy fuerte, porque la UTA no va a resignar el control de los subtes, un transporte que va a seguir creciendo en el futuro. En una Buenos Aires ya saturada, difícilmente se puedan agregar más colectivos, pero subtes seguro que sí. Es el área que va a crecer”.

Historia disidente

La organización sindical en el subte tiene una historia. Hasta 1994, el servicio fue estatal. Cuando se privatizó –el grupo Roggio ganó la concesión de la empresa, que pasó a llamarse Metrovías–, hubo despidos masivos. De una planta que había llegado a tener 4600 trabajadores quedaron 1900. La representación sindical también fue desarmada.

Del ‘96 al 2000 hubo un proceso de reorganización gremial. Se eligió un cuerpo de delegados que inicialmente estuvo dominado por la UTA, pero que en sucesivas elecciones fue aumentando la proporción de los rebeldes. Los disidentes tomaron la asamblea como forma de organización, coordinaron el trabajo gremial de las líneas entre sí, hasta entonces aisladas, y centraron su trabajo en impedir los despidos. En 2000 ya fueron mayoría dentro del cuerpo de delegados. En un balance de lo que esta organización consiguió figuran la estabilidad laboral –hace 10 años que en el subte no hay despidos–, el haber reducido la jornada de trabajo de 8 a 6 horas –con lo que se crearon 1500 nuevos puestos de trabajo– y, en los últimos años, el haber incorporado al subte a los empleados tercerizados. Fueron mejoras conseguidas en competencia y tensión con la UTA, ya que siempre permanecieron dentro del sindicato.

El paso que darán ahora está apoyado en el fallo de la Corte Suprema que amplió los derechos de libertad sindical. Una vez formado el nuevo gremio, y tras la elección de delegados propios, seguirá la pelea para ganarle a la UTA la personería gremial, que el Estado aún otorga sólo al sindicato con mayor cantidad de afiliados.

La decisión reinstala el debate sobre el modelo de sindicato único versus el de pluralidad sindical. Para toda una línea de trabajo sindical, la multiplicación de gremios tiene como contra debilitar el poder de negociación de los trabajadores: propicia la coexistencia de pequeños gremios débiles, en lugar de un único sindicato fuerte. Los defensores de la pluralidad sindical destacan, en cambio, el valor de la autonomía con un dato de la realidad: es imposible vivir y hacer prácticamente nada cuando hay tanta confrontación; quedarse dentro del sindicato es dormir con el enemigo. Para esta mirada, los ‘90 dejaron como herencia un collar de plomo: tras diezmar las luchas gremiales, en los lugares de trabajo quedó instalado un esquema en el que las empresas tienen de socio a los sindicatos. El sindicato propio es visto como la posibilidad de cambiarlo.

En el caso del subte, una primera prueba de cómo funcionará el nuevo reparto de fuerzas entre la UTA y los disidentes se verá pronto, a partir de marzo, cuando se realicen las negociaciones paritarias. La pregunta es con quién se sentarán a discutir la empresa y el Gobierno, y qué sucederá si, como viene ocurriendo en los últimos años, las bases no aceptan lo acordado en la mesa de negociación en este nuevo esquema.

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Como primer paso, esta semana los trabajadores realizarán un plebiscito.
Imagen: Gustavo Mujica
 
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