EL PAíS › EL JUICIO POR LA DESAPARICIóN DEL ESCRIBANO ALDO MELITóN BUSTOS EN 1978

La primera condena en Salta

El Tribunal Oral Federal salteño dispuso una pena de veinte años de prisión para los coroneles retirados Carlos Arias y Luis Zírpolo. Familiares y abogados de la víctima destacaron el fallo, pero pidieron prisión perpetua.

El Tribunal Oral Federal de Salta condenó ayer a la pena de veinte años de prisión a los coroneles retirados Carlos Alberto Arias y Luis Angel Gaspar Zírpolo, por el secuestro y la desaparición del escribano Aldo Melitón Bustos en 1978. Se trata de la primera sentencia por delitos de lesa humanidad cometidos en la provincia durante la última dictadura. El tribunal que condujo el juicio durante más de cinco meses decidió no modificar el lugar de detención hasta la confirmación de la sentencia: Zírpolo continuará preso en su casa de Tucumán, y Arias, en la Unidad 34 de Campo de Mayo, a cargo del Servicio Penitenciario Federal, donde ningún juez federal del país realizó nunca una inspección ocular.

Sonia Bustos, hija de la víctima, manifestó su satisfacción por la condena y destacó que se trata de un fallo “a favor de la memoria, la verdad y la justicia”. “Es un triunfo para las organizaciones de derechos humanos, la familia de Bustos y la sociedad”, celebró la abogada querellante Tania Kiriaco. “Es un triunfo, pero a medias. Se probó la participación de dos personas en crímenes de lesa humanidad, el Tribunal debió haber avanzado en la prisión perpetua”, sostuvo su colega David Leiva, quien cuestionó el maltrato a los testigos por parte del presidente del tribunal, Roberto Frías, y la negativa a permitir la filmación de la lectura de la sentencia.

Aldo Melitón Bustos fue secuestrado en su casa de Tartagal en la madrugada del 2 de febrero de 1978. El principal testigo fue su hijo Raúl Federico Bustos, que tenía dieciséis años y reconoció a Arias entre los captores. Un segundo testigo, Juan Domingo Javier, declaró que vio desde treinta metros cuando dos hombres llevaban por la fuerza a un tercero e identificó a Arias y a Bustos, a quienes conocía del bar donde trabajaba. Javier declaró que cargaron a Bustos en un auto Opel amarillo o naranja, similar al que utilizaban los grupos de tareas del Regimiento de Infantería de Monte 28 de Tartagal, que comandaba en forma interina Zírpolo.

Al igual que en los cinco meses que duró el juicio, la jornada comenzó con más de una hora de demora. Ambos imputados hicieron uso del derecho a sus “últimas palabras” antes de escuchar la sentencia. Arias las utilizó para responderle al abogado Leiva y para manifestar su enojo con el fiscal federal Eduardo Villalba. “No soy el Viejo Vizcacha”, aseguró, en referencia a las palabras del querellante, que había criticado su actitud de “buscar un palo en el que rascarse”, por su intento de congraciarse con los jueces durante su indagatoria. Cuando el presidente del tribunal le pidió que se limitara a hablar sobre los hechos que se le imputaron, manifestó que se consideraba inocente. “Voy a seguir reclamando y clamando ante este tribunal mi absoluta inocencia y la prescindencia de todo lo que se me acusa”, sostuvo. Zírpolo habló con menos rodeos: “Lo único que voy a ratificar es mi inocencia total de lo que se me acusa. Y pienso y creo que la actitud de mi coimputado (en referencia a la mala fama que Arias se había ganado por su maltrato sistemático a los conscriptos) ha dado lugar a la incriminación de subalternos que son inocentes”, agregó.

Al mediodía, luego de una breve deliberación, el Tribunal que también integran Jorge Luis Villada y Marta Liliana Snopek dio a conocer el veredicto y anunció que el 20 de abril se conocerán los fundamentos. Los militares escucharon el fallo sin manifestar ningún tipo de emoción, con el gesto adusto que intentaron exhibir durante toda la audiencia. Desde el público se esbozó un tibio aplauso que pronto dio paso al canto que ya es símbolo en los juicios a represores: “Como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar”.

“Siento una alegría tremenda, aunque esperábamos una condena a perpetua. Queda un largo camino por recorrer porque en Tartagal hubo muchos desaparecidos”, destacó el testigo Javier. Leiva criticó al tribunal por las largas esperas a las que sometió a las partes. “Todo era para desalentar al público”, afirmó, y cuestionó que los jueces no permitieron la transmisión en vivo ni la grabación de la lectura del fallo.

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Sonia Bustos, hija de la víctima, dijo que se trató de un fallo “a favor de la memoria”.
Imagen: Lucas Alascio
 
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