EL PAíS

“Es que los argentinos ni las mentiras se creen ya”

El escritor español Manuel Vázquez Montalbán habló ante
cientos de personas sobre medios e información. Y también de Argentina, porque sabe que “está jodida la cosa allí.”

 Por Eduardo Tagliaferro

Desde Porto Alegre
¿Qué hace un novelista, un escritor de ficción, en un encuentro como éste? sería la pregunta que yo me formularía si tuviera que interrogarme a mí mismo”, dijo el español Manuel Vázquez Montalbán al finalizar el testimonio que entregó en el Foro Social Mundial. “La respondería de la misma manera que lo hizo un legendario director de la Biblioteca de París, que estuvo en ese cargo durante muchísimos años. Cuando los intelectuales y los hombres importantes de la cultura ya no militaban en el Partido Comunista, este personaje seguía en el PC. Un día sus amigos le preguntaron: ‘Hombre, tú qué haces ahí, en ese partido que ya no pinta nada, que no va a cambiar nada’. Este hombre que era una persona muy fina les dijo, ‘sí, no sé. Pasa que es el lugar en donde me encuentro con más comunistas’. Por eso estoy aquí. Porque es el lugar en donde me encuentro con más gente que piensa como yo.”
Su disertación había sido esperada pacientemente por más de 1200 personas que colmaron la sala de audiencias. La hora que duró su alocución aparecía como un recreo reparador en medio de las innumerables discusiones políticas que está teniendo el Foro. Hablar de la forma en que circula la información y del peso de la palabra, puede ser una de las mejores maneras para definir a las sociedades que sufren el peso de la “invisible mano del mercado”.
Luego de reivindicar las experiencias comunicacionales que ha llevado adelante el zapatismo y de insistir en la necesidad de crear redes alternativas de comunicación, Vázquez Montalbán formuló una ácida crítica a la manera en que los grandes medios transmiten las noticias. Reparó en el mecanismo por el que se selecciona “lo que vale y lo que no vale para el mercado informativo”. Dijo que en esa elección predomina la idea de encontrar “lo correcto”. Lejos de centrar la responsabilidad de ese descarte en las empresas comentó que “en muchas ocasiones son los propios profesionales quienes ejercen el veto de acuerdo a lo políticamente correcto, lo informativamente correcto, lo sexualmente correcto, lo dietéticamente correcto”. Por este camino, subrayó se llega a un “discurso único y a un producto único”.
Apeló a la importancia de “tener paciencia” para cambiar a la humanidad y construir el “sujeto histórico que impulsará ese cambio”. En este punto precisó que “buena parte del aparato de información ha determinado que el héroe positivo, el gran ganador de la historia es el consumidor, que aliado con el ‘Gran Hermano’ es el que controla el aparato mediático, el encargado de formar los cánones de conducta para ser un triunfador”. Para lograr este cometido, dijo que se apela a “palabras balsámicas que ocultan su carga negativa”. Citó como ejemplo a la palabra globalización. “Un término cargado inicialmente de inocencia. Una palabra que no daba cuenta de responsables, ni arrastraba tras de sí los cerca de 200 años de dominación imperialista”. Para graficarlo acotó que, a diferencia del término Imperialismo, globalización “no da cuenta de la dependencia, de la relación Norte.Sur, ni de la historia dramática”. El ejemplo lo utilizó para alentar a su auditorio a resistir al “desarme ideológico”. Para esto dijo hay que “dar cuenta de los dramas reales que están debajo de las palabras balsámicas”.
En su alegato no faltó la autocrítica, ni la mirada histórica. Por eso sostuvo que “si muy legítimamente se ha podido editar un libro negro, o bien rojo, de los excesos cometidos por la izquierda, es decir por el comunismo, a lo largo del siglo XX; me atrevería a decir que no hay suficiente papel en el mundo para imprimir un libro sobre los excesos del capitalismo a lo largo de 200 años de dominación en el mundo. En cierto sentido asumimos todo lo que ha ocurrido y empezamos de nuevo”.
No podía faltar una referencia al Foro Económico Mundial que suele deliberar en Davos y que este año lo hace en Nueva York. Aquí, Vázquez Montalbán tomó con sorna las buenas intenciones de los hombres denegocios. “No se si en la teología neoliberal también hay cielo. Pero en el caso que lo haya, el señor George Soros tiene como profeta del neoliberalismo un lugar destacado en él. Tal vez por eso me sorprendió que haya apelado a la creación de un nuevo humanismo y al diálogo con el Foro de Porto Alegre.” Como toda definición genérica y gastada por los años, el novelista español marcó las ambigüedades del término. “El humanismo es un tema complejo de entender habida cuenta de que este siglo comenzó con la sospecha de la muerte de Dios, continuó con las sospechas de la muerte del hombre y en el medio se han muerto seres fundamentales para la humanidad. Entre ellos incluyo, por supuesto, a Marilyn Monroe. La muerte de diferentes absolutos y que se plantee al Foro de Porto Alegre como un interlocutor válido es un elemento más para tomar confianza y que nos pongamos en marcha”, concluyó.
Plagado de humor e ironía, su discurso es capaz de sacudir hasta las piedras. Así lo entendieron los periodistas que, finalizada su disertación, se abalanzaron sobre él. Hablando sobre la situación argentina respondió “está jodida la cosa allí. Es que ya no se creen ni las mentiras”. Cuando se le preguntó, por su condición de español, qué opinaba de la actitud de las empresas españolas que hay en la Argentina, con su mejor sonrisa contestó “¿españolas? Bueno, que me registren porque yo no veo ni un duro. Repsol, Telefónica y otras similares son empresas sin patria”. Sobre la crisis argentina, prefirió tener una mirada optimista y elogió “la movilización del pueblo argentino y el apoyo de los sectores medios a los reclamos de los trabajadores y desocupados”.

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Cuando se le habló de las empresas españolas, Vázquez contestó si realmente eran “¿españolas?”
“Bueno, que me registren porque yo no veo ni un duro. Repsol, Telefónica y otras son empresas sin patria.”
 
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