EL PAíS › EL REPRESOR ANTONIO PERNíAS VOLVIó A PEDIR LA PALABRA EN EL JUICIO DE LA ESMA

Entre quejas y justificaciones

Solicitó que le dejen usar Internet y se quejó porque sólo el grupo de tareas de la ESMA está siendo juzgado. Dijo que se siente “un chivo expiatorio” y que quería “defender la institucionalidad de la guerra”. No admitió ni aportó información sobre sus crímenes.

El capitán retirado Antonio Pernías, imputado por delitos de lesa humanidad en la ESMA, le solicitó ayer al Tribunal Oral Federal Nº 5 autorización para usar Internet en su celda del penal de Marcos Paz. Para sustentar el pedido mostró un artículo periodístico sobre el ex líder serbobosnio Radovan Karadzic, acusado de genocidio y crímenes de guerra en la ex Yugoslavia, quien para ejercer su defensa fue autorizado por el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia a disponer de conexión on line en su prisión de La Haya. “Más riesgoso que ese personaje no debo ser”, evaluó Pernías en tono jocoso, y explicó que “varios reglamentos militares” útiles para su defensa “los hice bajar de Internet”.

Pernías es el oficial naval que más veces declaró desde el retorno de la democracia. Una y otra vez recordó que “toda la Armada” se embarró las botas durante el terrorismo de Estado y lamentó que por “errores de contrainteligencia” sólo sean juzgados los secuestradores y torturadores “reconocidos por el enemigo”. Durante la etapa de instrucción calculó que 1500 hombres se formaron para la “lucha contra la subversión” en el Centro de Instrucción y Adiestramiento de la Infantería de Marina y preguntó en voz alta ante el juez federal Sergio Torres por qué sólo estaban imputados los miembros del Grupo de Tareas 3.3 de la ESMA.

“Me siento una suerte de chivo expiatorio”, declaró ayer Pernías, según publicó el Centro de Información Judicial. “Quiero defender la institucionalidad de la guerra. Me da vergüenza tener que hacerlo yo, porque deberían hacerlo otros”, agregó. Pernías denunció sufrir un trato discriminatorio respecto de los imputados que cumplen prisión preventiva domiciliaria. “Están en mi misma situación, pero en condiciones diferentes, hay imparcialidad en esto”, dijo, e hizo hincapié en su imposibilidad de acceder a Internet. Luego puso en duda la imparcialidad de los tribunales que juzgan represores, sugirió que existe una “presión de tipo político partidaria” sobre los magistrados y que en tal contexto “las resoluciones siempre van a ser acordes a lo que piensa el Poder Ejecutivo”. Por último manifestó su pesar por los camaradas fallecidos en prisión. “Fueron muertes paulatinas, estuvieron detenidos ridículamente”, consideró. Astiz, Acosta & Cía. no estaban para escucharlo porque prefieren quedarse en la cárcel. Sólo Ricardo Cavallo asiste y toma notas en su notebook, para luego redactar crónicas que sube a la web.

Durante la audiencia de ayer hubo también dos breves declaraciones testimoniales. Horacio Herrera contó que vivía a 150 metros de la casa del Tigre que ocupó en sus últimos días el escritor Rodolfo Walsh, a quien dijo no haber conocido. Sobre el saqueo de la vivienda, tras el asesinato de Walsh, sólo recordó que no le permitieron salir de su casa, que “no había luz”, que escuchó gritar “¡que se entregue con las manos arriba!”, que una bomba “hizo temblar todo” y que en los días posteriores “no se arrimaba nadie porque decían que había bombas”.

Finalmente, la catequista Olga Margarita Villar contó su secuestro, el 23 de mayo de 1976, mientras participaba de una misa en la villa del Bajo Flores, donde también militaban los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics. La mujer relató que “fue un operativo muy grande, con muchos vehículos”, que los secuestradores usaban “vestimenta verde oliva” y que estuvo dos días secuestrada pero nunca supo dónde. De sus interrogadores recordó en particular una frase: “Decían que los negros de la villa no tenían dios y había que hablarles de dios”.

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El represor Antonio Pernías evalúa que unos 1500 marinos participaron de la “lucha contra la subversión”.
 
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