Jorge “Quito” Aragón mantiene el perfil bajo, a pesar de que hace más de dos décadas que construye política en el territorio en plena ciudad de Buenos Aires. Vecino de Flores, adonde milita desde toda la vida, decidió dar un salto cuando se cargó a sus espaldas y las de la Corriente Martín Fierro, que él encabeza, la precandidatura a jefe de Gobierno del ministro de Trabajo, Carlos Tomada. En un parate de su actividad política se sentó con Página/12 para debatir el nuevo rol de las organizaciones sociales, dar su visión sobre las problemáticas de la ciudad y explicar cuál es la receta para profundizar el modelo: “Las tres banderas históricas del peronismo: justicia social, libertad económica y soberanía política”.

–Lo que hubo en un primer momento fue un cambio de rol. Nosotros veníamos de una postura que era absolutamente confrontativa ante todo lo que fuera el Estado. En ese marco, lo que pasó es que durante un tiempo nosotros perdimos un poco el norte y nuestro perfil, a aquellos que no se pudieron ubicar rápidamente les costó ocupar ese nuevo rol. Y hoy volvemos a tener un lugar preponderante dentro del proyecto nacional porque no solamente sobrevivimos al cambio sino que en el camino ganamos volumen.

–El año electoral es el año político por excelencia, donde fluye la política en todos los ambientes, en la calle, y esto hace más sencillo que tengamos un rol y un lugar y que disputemos las concepciones y las definiciones en las que creemos para seguir profundizando el proyecto nacional. Lo que sí creo es que la permanencia y la constancia que tenemos nos van a permitir después de esta coyuntura electoral tener incidencia en algunas decisiones.

–Para los que venimos del peronismo es sencillo definirlo en las tres banderas históricas, que en realidad siempre fueron cuatro. Una patria socialmente justa implica la adquisición de mayor cantidad de derechos para el conjunto de nuestro pueblo, algo que se va a lograr ampliar con el pleno empleo, que el pueblo deje de pensar en comida y comience a pensar en otras cosas. Económicamente libre es buena parte de lo que ya se viene haciendo y podría profundizarse de varias maneras: con la nacionalización de la banca y los recursos naturales, avanzando en la línea de tener control sobre la capacidad de producción de bienes y ponerles valor agregado, lo cual nos daría mayor autonomía. Y políticamente soberana: a partir de tener un pueblo socialmente justo y un país económicamente libre, se pueden tomar las decisiones políticas necesarias sin condicionamientos. La cuarta, de la que ya hablaba Perón, es la patria grande, América latina. Hoy tenemos condiciones políticas que permiten avanzar en este sentido.

–Tiene que ver con varias razones. La primera es que lo conocimos, lo escuchamos no en la lógica de ministro sino en su discurso como militante y fue lo primero que nos impactó. Además es un tipo con una concepción política e ideológica absolutamente peronista. Y nos seduce lo que produce ante el activo militante, al que le pasa lo mismo que nos pasó a nosotros, es un tipo que funciona en la lógica militante.

–No hay forma de romper la dicotomía sin plantear una política distinta. Si ponés el grueso de los recursos en el norte no los ponés en el sur. Y si querés invertir más en el sur tenés que sacarle ese dinero al norte. Hay que romper la lógica de acumulación, y para eso hay que promover, fomentar, financiar, para luego poder recuperar. Si hago muchas viviendas en el sur la inversión se recupera vía los préstamos que das, la ganancia por la venta de esa vivienda y los impuestos que recaudás a los que habitan esa casa: es capitalismo puro. La ciudad es financieramente autosuficiente, así que es algo que puede hacerse. Es necesario tener la voluntad de resolverlo.

–No sólo tenemos la mejor propuesta electoral, también tenemos tres candidatos extraordinarios: dos ministros y un senador, que también fue ministro. Y se tiene una propuesta seria para resolver los problemas de esta ciudad, cuando del otro lado sólo hay excusas: el problema del Indoamericano lo resolvió el gobierno nacional; el gobierno de la ciudad no puede hacerse cargo de resolver ni los problemas que se crearon solos, como la policía.