EL PAíS › CRISTINA FERNANDEZ DE KIRCHNER, SENADORA

“La corporación política no es un mito”

La fuerza con que se manejó en el caso Barrionuevo hizo que muchos senadores peronistas lamenten que presida la Comisión de Asuntos Constitucionales. La senadora patagónica reflexiona sobre lo que pasó y lo que podría haber pasado, en un diagnóstico sobre la ética y las mañas de la política.

 Por Eduardo Tagliaferro

Reclamó la exclusión de Luis Barrionuevo con una fuerza que pocos senadores acostumbran a mostrar. Son varios los peronistas que lamentan que presida la estratégica Comisión de Asuntos Constitucionales. En diálogo con Página/12, la santacruceña Cristina Fernández de Kirchner descree de que el Gobierno haya estado detrás del voto de algunos senadores. Más bien es proclive a pensar que “muchos le tienen miedo o le deben favores” a Barrionuevo. Eso sí, no duda en remarcar que la presencia del ministro del Interior, Jorge Matzkin, no le da certezas frente a los próximos comicios presidenciales. “Si las garantías de las elecciones dependieran de Matzkin, no apostaría ni 50 centavos”, dice al repasar el desempeño del ministro en los hechos de Catamarca y las opiniones que brindó frente a la comisión parlamentaria.
–Barrionuevo dijo que la acusación contra él era una movida para que Néstor Kirchner pudiera ganar más votos. ¿Qué opinión le merece?
–La historia de cada uno en este Senado bendito, como digo yo, es demasiado clara. Cuando fue el tema de las armas y concurrió el ministro Oscar Camilión, no había elecciones, Kirchner no era candidato a nada, yo pedí su renuncia y casi me echan del bloque. Cuando no les voté el Consejo de la Magistratura que quería Carlos Menem, me echaron del bloque, no había campaña proselitista y Kirchner no era candidato. Cuando en Diputados no di quórum ni les voté la reforma laboral de Erman González, tampoco había campaña electoral. Me parece que ese argumento poco tiene que ver con la realidad. Me parece que es más que nada una estrategia defensiva. Estrategia que contó con la colaboración de algunos periodistas que inventaron dichos, que casualmente salieron publicados el mismo día que había que votar la exclusión de Barrionuevo. Pero ya se sabe, la corrupción no solamente anida en la política.
–¿La democracia puede seguir soportando comportamientos como los que terminaron con la defensa corporativa de Barrionuevo?
–Me llamó la atención que los que respaldaron a Barrionuevo criticaban nuestro voto diciendo: ustedes votan así porque están pendiente de lo que piensa la gente. Me pregunto ¿acaso es un demérito que a un representante de la gente le importe qué opinan sus representados? Esa es la base del contrato social y es la base del contrato de representación política. Ejercer esa representación es manifestar qué piensa y aspira esa parte de la sociedad. Me llama la atención que inclusive abogados puedan repetir ese argumento. La gente respeta las normas en vez de dejarse llevar por sus instintos más bajos porque teme la condena social. Y temer la condena social tiene que ver con el contrato social básico.
–¿La patota sigue condicionando las decisiones de algunos sectores del peronismo?
–No me caben dudas de que hay senadores que le tienen miedo a Barrionuevo y no sé por qué. Yo no le tengo miedo. Hay otros que privilegiaron el espíritu de cuerpo. Esto de la corporación política no es un mito, existe. Hay una corporación política, una corporación periodística. En la Argentina el drama de las corporaciones no es menor sino central en la vida de la democracia. Algunos pueden haber pensado también y no tengo por qué no creerles, que ésta era una cuestión entre radicales y peronistas. Un cuarto grupo decidió por intereses corporativos. Que cada uno se ubique en el lugar que mejor le parezca. Me parece que así pueden entenderse algunas conductas, si no resultan absolutamente incomprensible. Cómo puede ser que seis miembros de la Comisión de Asuntos Constitucionales, todos ellos abogados, no hayan realizado un dictamen defendiendo a Barrionuevo. El día de la sesión tuvimos un despliegue de seguridad impresionante, ni siquiera comparado con los días que siguieron al 20 de diciembre de 2001. Yo no recuerdo ninguna otra sesión rodeada por estas características. Esto demuestra queno había razones para defender lo indefendible. Entonces tengo que pensar en las otras razones.
–¿Es posible no responsabilizar al Gobierno o al peronismo por algunos comportamientos y algunos votos?
–En el anterior Senado, si es que hubo uno muy distinto de éste, se justificaban algunas votaciones diciendo “las pidió Menem” o cosas por el estilo. Ahora bien, nadie puede pensar que Ramón Puerta, ex presidente provisional del Senado, dos veces gobernador de Misiones, puede votar alguna cosa porque se la pide Eduardo Duhalde. Nadie puede pensar que Jorge Busti, dos veces gobernador de Entre Ríos y próximo candidato, puede votar algo porque lo pide el Gobierno. Todos los que están en el Senado son hombres y mujeres mayores de edad, todos dirigentes de peso en su territorio, que votan como toda persona mayor de edad. Escudarse detrás de “Menem o Duhalde lo dijo” es mentira. Que cada uno se haga cargo de lo que vota.
–La que sí pidió el voto para Barrionuevo fue la ministra de Trabajo, Graciela Camaño. ¿Le parece que puede seguir en el gabinete?
–No es que no quiera contestar, pero públicamente ella no apareció en esta historia. No creo que ella deba darme cuenta de lo que Barrionuevo hace en Catamarca por ser la esposa de.... Esto más allá de lo que yo piense de ella. Pero en este tema no tuvo ninguna aparición pública.
–Pero ella llamó a algunos senadores para reclamarles el voto
–A mí no me lo pidió. Me gustaría que la juzgaran aquellos a los que se lo pidió.
–¿Puede el Senado seguir funcionando como si nada hubiera pasado?
–El cuerpo quedó muy deteriorado. Quiero remarcar que tuvimos 37 votos por la exclusión. Faltaron 5 votos para que se apruebe la medida. No sé si en el viejo Senado siquiera hubiéramos podido someter el tema a votación. Se perdió una oportunidad muy grande de demostrarle a la sociedad que somos distintos del anterior Senado. Si el Senado anterior es recordado como el de la Banelco y el de (Emilio) Cantarero, éste será recordado como el de Barrionuevo.
–Ahora que se conoce que Barrionuevo apoya a Menem. ¿Cómo interpreta la actitud de los duhaldistas que lo defendieron?
–Yo creo que Felipe Solá no puede ser visto como un hombre de la provincia de Buenos Aires. Duhaldista si le gusta denominarlo así. Bueno él fue uno de los que se pronunció por la exclusión de Barrionuevo. Yo creo que esto va más allá. Estamos frente a prácticas políticas muy enraizadas. La primera lectura podría ser que hay un cruce de duhaldistas y menemistas. Ojalá sólo fuera eso. Si así fuera no habría mayores problemas ya que ni Menem ni Duhalde van a volver a ser presidentes. Habría que indagar más por los intereses que se mueven detrás del funcionamiento de la corporación política. Creo que esto puede explicar más que los alineamientos políticos.
–¿Esto implicaría una redefinición futura de los partidos políticos?
–Yo quiero ir un poco más allá de la transversalidad política. Sí nosotros tenemos la representación política, pero también está en crisis el tema de la opinión pública. Si se me permite usar el término, la corporación periodística es también muy responsable. Vimos algunos comentarios y algunas operaciones de prensa cuando se trataba el tema de Barrionuevo que nos lleva a pensar que los intereses o los famosos “sobres” no sólo corren en el mundo de la corporación política.
–Y a título personal, ¿cómo vivió el rechazo del dictamen?
–Yo no creo que haya réditos personales. Al día siguiente estuve en Oberá, el corazón de la producción en Misiones, y tuve muchos gestos de reconocimiento de parte de la gente. Pero como senadora esto no me alcanza. No creo que sirva eso frente a un cuerpo devaluado. A título personal que una legisladora como Nilda Garré me haya enviado una carta de apoyo o de reconocimiento, me reconcilia con algunos otros discursos que he escuchado en esa madrugada tan terrible. Acá no ganó nadie, perdieron todos. Acá hay un cuestionamiento muy fuerte de la opinión pública. Me parece que también los periodistas deberían replantearse las cosas. Muchas veces vi a algunos periodistas festejar las humoradas de Barrionuevo. Qué alguien se solace al escuchar que la plata no se hace trabajando, no está festejando la sinceridad sino aceptando la hipocresía. Son rasgos de decadencia tanto de quien lo dice como de quien lo festeja. Festejan más venalidad, más banalidad, más hipocresía, más impunidad, más decadencia.
–Que el ministro Matzkin sea el responsable de las elecciones presidenciales ¿le da garantías?
–Si fuera por Matzkin no apostaría ni 50 centavos. Por suerte además de Matzkin hay otros funcionarios que van a dar certeza al proceso electoral. No se olvide que la seguridad del acto eleccionario no la cubre Matzkin. Empiezo por el presidente Eduardo Duhalde, como uno de los encargados de dar certezas. Seguramente van a querer terminar su gobierno con absoluto orden. Espero que Matzkin no influya. No sería demasiado irrazonable un escenario en el que a alguien no le gustara el resultado electoral y pudieran generarse hechos de violencia. Si alguien lo hizo y además una senadora casi propuso que lo condecoráramos por buen compañero.
–¿Qué opina de la actitud de Matzkin frente a los hechos de Catamarca?
–El ejercicio filosófico que el ministro hizo en la comisión al querer diferenciar legalidad de legitimidad me dejó pasmada. Habló como si la legitimidad pudiera desarrollarse en la ilegalidad. Cuando se lo señalo la embarra más. Asoció a que la mayoría da legitimidad para violar la legalidad. Me preocupa que el ministro del Interior que debe garantizar los derechos de los ciudadanos tenga esta curiosa concepción y bifurcación entre legalidad y legitimidad.

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