EL PAíS › EL GOBIERNO TUVO UN DIA DE MUCHOS LLAMADOS Y POCAS DECLARACIONES

Callados y sin mostrar las cartas

Preocupados por no dañar a Kirchner, en la Casa Rosada ordenaron silencio y moderación. El Presidente rompió la regla a la mañana, pero después no habló más. Hubo muchos llamados al bunker menemista y horas de reuniones. El lunes o martes habrá reunión general del justicialismo bonaerense.

 Por Martín Piqué

Para muchos habrá sido una sorpresa. Pero para él, no. Entre informes reservados y chismes que llegaron a tiempo, Eduardo Duhalde sabía desde hacía días que su rival de siempre, Carlos Menem, se bajaría finalmente del ballottage. Aunque no tenía la certeza total, la información tenía su peso. La discusión en el Gobierno pasó a ser, entonces, cómo reaccionar ante lo que se intuía inevitable. La orden de Duhalde fue mantener la moderación –el secretario general de la Presidencia, José Pampuro, aconsejó a los ministros que hicieran silencio– aunque a la mañana el propio Presidente no pudo resistir la tentación y lanzó una cruda amonestación dirigida a Menem. “Hay una responsabilidad histórica de concluir este proceso (las elecciones) con el voto en segunda vuelta. Interrumpirlo sería una irresponsabilidad histórica”, dijo.
A medida que pasaban las horas, la renuncia del riojano parecía cada vez más un hecho. Ante ese panorama, Duhalde se preparó para una jornada que prometía ser agitada. Se encerró en la quinta de Olivos, mientras su esposa Chiche permanecía en la casa de Lomas de Zamora. Acompañado por varios ministros y los allegados más cercanos –Pampuro, Jorge Matzkin (Interior), Aníbal Fernández (Producción) y Eduardo Camaño, entre otros–, Duhalde analizó las consecuencias de una eventual renuncia de Menem. A su lado, Matzkin se encargaba de obtener información en tiempo real: habló por teléfono con los gobernadores Rubén Marín, de La Pampa, y Angel Maza, de La Rioja, y también con Carlos Corach. Los menemistas le contaron lo que sucedía a esa hora en el Hotel Presidente.
En la reunión privada de Olivos, Duhalde terminó de decidir la estrategia que llevaría adelante si el riojano anunciaba su retiro del ballottage. Desde varios días atrás, la principal preocupación del Presidente era que la renuncia de su adversario desencadenara una catarata de críticas y burlas de sus hombres. Eso reforzaría la idea –tan agitada desde el menemismo– de que detrás de la segunda vuelta estaba, en realidad, la interna del PJ entre duhaldistas y menemistas. Una interna ajena a muchos sectores de la sociedad. Para evitar eso, justamente, el propio Duhalde ordenó a los bonaerenses que “se cuidaran con las declaraciones”. La misma orden la repitió, horas después, el eterno Manolo Quindimil en una reunión en la sede de Avenida de Mayo al 800.
“Que no aparezca una actitud revanchista”, era la orden que circulaba entre legisladores e intendentes del Conurbano. A los ministros, en tanto, la orden se la había transmitido Pampuro al mediodía: “No hagan declaraciones”. Según la estrategia del Gobierno, las respuestas a Menem debían quedar a cargo de Néstor Kirchner y de su equipo. Durante la jornada, el propio Duhalde llamó a Kirchner para dejar clara esta cuestión. Con estos movimientos, el Presidente quería evitar que lo acusaran de involucrarse demasiado en la campaña electoral. Claro que eso se volvía difícil luego de que dijera, hace unos días, que Menem perdería “por abandono o por nocaut”.
La orden de Duhalde se cumplió obedientemente. Salvo Matzkin –quien sólo hizo declaraciones de carácter “institucional”– y él mismo, ningún miembro del Gobierno opinó en público sobre la casi segura despedida de Menem. En privado, claro, las opiniones eran mucho más audaces y comprometidas. “Esto es una actitud golpista, el Turco quiere hacer daño”, aseguró ante Página/12 un influyente legislador duhaldista con peso en la bancada del PJ. “Esto no es un quilombo, es una vorágine de quilombos”, diagnosticó un intendente del Conurbano que gusta de las metáforas procaces.
No era incertidumbre lo que reinaba entre los bonaerenses. Era más bien expectativa por el futuro inmediato y ansiedad por definir cuál será la respuesta que le darán al menemismo. El propio Duhalde ya ordenó a sus allegados que convoquen a una reunión del PJ de la provincia de Buenos Aires para el lunes o martes de la semana próxima. El lunes pasado, en Olivos, se lo comentó a un intendente del Conurbano, a quien le reconocióque “daba por sentado” que Menem no participaría del ballottage. En esa misma conversación, Duhalde le preguntó al jefe comunal del PJ si le habían ofrecido algún cargo en un eventual gobierno de Kirchner.
Es justamente la relación entre el santacruceño y Duhalde lo que podría variar con la decisión del riojano. Porque, como admitía ayer un miembro del Gobierno, la asunción del patagónico con sólo un 22 por ciento de los votos obligaría a Duhalde a colaborar –aunque sea desde las sombras– mucho más activamente con la administración Kirchner. “Duhalde quedó en una encrucijada, porque ahora se queda con más poder del que quería”, analizaba ayer el funcionario del Ejecutivo que participó en la organización del comicio y, también, del ballottage.

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Duhalde no se mostró sorprendido por la cuasi renuncia de Menem: la viene anunciando.
 
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