EL PAíS › LA RENUNCIA DE MENEM, UN GESTO INDIGNO DE CUALQUIER POLITICO

Un Vizcacha mucho peor que Le Pen

El fascista dirigente francés afrontó un desafío similar al del ex presidente argentino y lo resolvió con mejores reflejos democráticos. La incoherencia del riojano, reconocida hasta por los suyos. La necesidad de renovar la política.

 Por Sergio Moreno

Jean Marie Le Pen, líder de la ultraderecha francesa, es un sujeto profundamente antidemocrático, xenófobo, fascista que, entre tantas linduras, pone en duda la existencia del holocausto judío a manos de los nazis. Le Pen llegó al ballottage en su país y debió competir contra Jacques Chirac, sabedor de que en esa segunda vuelta iba a ser aplastado por los votos de los franceses, que, al sorprenderse de que tal personaje hubiese entrado a la segunda vuelta, vieron en él al mismo demonio. La mayoría de los franceses, la izquierda incluso, hizo tripas corazón y votó a la derecha. Ese sujeto antidemocrático y discriminador se presentó a la elección, perdió por paliza –tal como anunciaban todas las encuestas– y, con su gesto, aportó su esfuerzo y su cuero político al fortalecimiento de las instituciones de la República Francesa.
Menem ni siquiera tiene la estatura del fascista Le Pen. Perdía por paliza y abandonó, tiró la escupidera y, al igual que Fernando de la Rúa o Carlos Ruckauf, huyó. Desde el sábado se recluirá en un departamento del barrio santiaguino de Las Condes con su mujercita, a lamerse las heridas que le infligió el pueblo argentino al repudiarlo, tal como desnudaban los sondeos.
La elección del 27 de abril pasado había comenzado a cicatrizar las profundas heridas abiertas entre la gente, la sociedad argentina, y su dirigencia, transformando el “voto bronca” en “voto por alguien” y el “que se vayan todos” por un que se vayan algunos, los que se tienen que ir, categoría que les cupo como sayo a medida a Carlos Menem y a Raúl Alfonsín. Dos semanas atrás esto fue dicho en esta misma columna. Pero como la política florentina se esfuerza por permanecer en la Argentina, Menem, atendiendo a sus mezquinos intereses personales, y fregándose en la institucionalidad de la Nación (a diferencia del antisemita Le Pen), escupió el asado y, como el Viejo Vizcacha se retiró con sus perros a la choza donde se siente más seguro.
“Está gagá, se equivocó de cabo a rabo”, dijo ayer a este diario, inflamado, un conspicuo menemista que dejó (allá él) un importante cargo para sumarse a la campaña del riojano. Su hipótesis es que, de haber continuado hasta el final, verbigracia, hasta el domingo que viene, y perdiendo por 70 a 30 o 25 por ciento, Menem se quedaba con esa última porción del electorado. “Eran unos cinco millones de votos, ¡un montón! Seríamos la principal oposición, hubiesen tenido que sentarse a negociar con nosotros. Menem se hubiese convertido en el árbitro de la política nacional con esa cantidad de votos propios, cosa que (Néstor) Kirchner no hubiese podido decir, ya que sus votos serían un popurrí de antimenemismo”, reflexionó, ofuscado, el confidente. “Con esta huida –remató– le bajó la persiana al menemismo.”
El tiempo dirá si la predicción de la calificada fuente citada se cumple –todo indica que así será– y cuánto daño le ha hecho Menem al no nato gobierno de Kirchner. Pasado el momento de la huida de vuelo gallináceo del riojano, el gobernador patagónico parece no mosquearse más de lo que lo hizo en su momento, cuando calificó de patético el spot de renuncia de Menem.
Seis meses atrás, en su departamento de Barrio Norte, charlando con el autor de estas líneas, Kirchner reconoció que la Casa Rosada podría estar más cerca de lo que creía hasta ese momento. Fue el instante de inflexión, cuando las encuestas comenzaron a darlo primero o segundo.
–¿Mire si llega a ser Presidente? –inquirió, tratando de ser irónico, este cronista.
–Bueno, yo estoy preparado para serlo.
–No, no. Me refiero a que realmente pueda llegar a serlo, ahora, en las próximas elecciones.
–La verdad es que estoy un poco sorprendido por el crecimiento en las encuestas –confesó.
Pero esa confesión no indicó ingenuidad. Trascartón, comenzó a hablar de posibles ministeriables. “Ginés (González García) va a estar”, confesó. En esa época también comenzaba a gustarle la faena de Roberto Lavagna. Puede que, el lunes, cuando anuncie su gabinete, Kirchner comience a conjurar el intento de maleficio de Menem. Luego vendrá su gestión. Pero también habrá que ver qué rol juegan aquellos que el pueblo argentino eligió como nuevos emergentes de una política diferente a la instaurada durante el menemato: Ricardo López Murphy, Elisa Carrió, Felipe Solá, Hermes Binner, Aníbal Ibarra, Eduardo Fellner. Ellos, junto al Presidente electo, por el mandato surgido de las urnas el 27 de abril, son los encargados de recomponer la confianza en la política y fortalecer la democracia, a pesar de los escupitajos del Viejo Vizcacha que, parece, se ha quedado sin saliva.

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Jean Marie Le Pen, el dirigente fascista francés que se vio venir una paliza electoral y la bancó.
 
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