EL PAíS › EL VALOR DE LOS JUICIOS EN DEMOCRACIA Y EL ROL DEL INTERéS ECONóMICO EN LA DICTADURA

El golpe y los caminos de la Justicia

La democracia, la verdad

Opinión

Por Guido Croxatto *

La democracia necesita a la verdad tanto como la verdad necesita, para constituirse, para saberse, a la democracia. Una de las tareas fundamentales de la democracia es consolidar, buscar y divulgar la verdad, formar en la verdad, educar en la verdad y para la verdad, porque sin saber la verdad no están dadas las condiciones esenciales de la vida política y sin participación política basada en la verdad, sin diálogo político basado en la verdad, no hay democracia posible. Sin verdad no hay derechos. No hay conciencia. No hay sociedad civil. Precisamente todo lo que buscó romper o quebrar el Proceso: la conciencia civil, los lazos sociales, los vínculos humanos, la otredad, el compromiso, la militancia, la política. Lo que se conmemora el 24 de marzo, Día Nacional de la Memoria, es eso: la posibilidad de llegar entre todos, con enormes esfuerzos, con enorme dolor, con enorme dedicación, con búsquedas infinitas, a la Verdad. El imperio de la verdad, y no de la impunidad, sobre lo ocurrido: eso se celebra, se conmemora. Porque sólo donde hay verdad puede haber participación. Donde no hay verdad, no hay conciencia. Donde no hay conciencia, no hay democracia. No hay libertad. No hay derechos. La mentira anula la acción, roba la identidad de las personas, su posibilidad de expresarse, de existir como tales, la mentira pervierte la vida civil, enmudece la conciencia, desdibuja las instituciones, socava el Derecho. Cuando se defiende la Memoria como política de Estado, lo que se defiende es la libertad de todas las personas, su derecho a saber lo básico: quiénes son. Su identidad es su verdad, y su verdad es su derecho. Algo que parece tan simple, pero que costó mucho. Respetar cada identidad. Cada historia. Cada vida. Cada padre. Cada madre. Cada nieto. Cada hijo. Cada nieto que aparece es un paso más que da la verdad. Es un paso más que da la democracia.

Tapar el pasado fue una forma de tapar el presente. La impunidad no es nunca casual. La impunidad fue deliberada, muchos construyeron y buscaron (y aun buscan) la impunidad, apostaron a ella, pero la impunidad de los crímenes de la dictadura cívico-militar terminó demostrando ser incompatible con la democracia, la impunidad no puede ser la base del Estado. Por eso los argentinos tuvieron que tomar una decisión tajante: elegir la impunidad o elegir vivir en democracia. Elegir tapar o elegir saber. Elegir la impunidad o elegir constituir un Estado de Derecho. Los argentinos eligieron la verdad. Y por eso celebran el Día de la Memoria, porque sólo así, de esa forma, se celebra la democracia. Sólo así la democracia tiene contenido. Sentido. Tiene meta. Aspirando a la verdad y a la justicia. Una democracia que no aspira a la verdad, una democracia que no aspira a la justicia, no es una democracia sustantiva. Es una democracia de forma. Y los argentinos, después de la crisis de 2001, se cansaron de la democracia de formas. Querían una democracia de verdad, con verdades. Una democracia con derechos. Una democracia donde esas dos palabras capitales que son “derechos humanos” volvieran a significar algo. A tener sentido. Contenido.

En la Argentina de los ‘90 no había participación política plena, había apatía porque no había verdad, no había Justicia, los vínculos sociales estaban desdibujados y rotos, la política estaba desdibujada porque la Justicia estaba muda. La política no tenía norte porque el Estado no había tomado la decisión de ir en búsqueda de la Verdad: no había juicios donde la verdad desplegara sus alas. Se apostó al silencio. Por eso la apatía civil, la indiferencia: la ausencia de participación iba de la mano de la falta de memorias, de voces, de historias. De cuerpos. La verdad construye la conciencia. En los juicios de derechos humanos se forma una conciencia cívica sobre el horror ocurrido. Esa conciencia que se forma en la sociedad –más que las condenas en sí mismas– es la justicia. Una sociedad con verdad, con verdades, una sociedad que conoce su verdad, es una sociedad con más conciencia. Con más juicio. Con más derecho. Con más libertad. La verdad es una pre-condición para la acción. Una pre-condición para la democracia y la vida. Donde no hay verdad, donde hay impunidad, no hay (no puede haber) política. Querer volver a la política fue (y es siempre) querer hacer justicia. Querer democracia es querer saber la verdad. La impunidad es enemiga de la democracia. Si la verdad no se sabe, no puede haber acción. No puede haber conciencia. No puede haber política. No puede haber, en consecuencia, democracia. Por eso cada cuerpo que se recupera, cada historia que se sabe, cada hueso que se nombra, es un paso firme que da la verdad. Es un paso más que da la Argentina. Es un paso más que damos todos. Es un paso más que da el derecho. Es un paso más que da la democracia. La justicia es la savia del Estado. Su única meta. Sin justicia no hay democracia. Sin justicia y sin verdad, no hay estado de derecho. Eso fue lo que construyó la Argentina: un Estado basado en la Memoria, en la Verdad y en la Justicia.

* UBA-Conicet.


El terror como estrategia patronal

Opinión

Por Luciano Hazan * y Alejandro Jasinski **

La noción del “golpe civil” para referirse a la instauración de la última dictadura militar en el país fue ganando terreno en los últimos años, demostrando su creciente aceptación en la sociedad e implicando un importante salto en el proceso de memoria, verdad y justicia. Esta idea puso en evidencia el involucramiento conjunto de civiles y militares en la instauración de la dictadura más sangrienta de nuestra historia, que inició a puro terror un largo proceso de desmantelamiento del estado social construido con el advenimiento del peronismo hace setenta años.

Esta participación civil tuvo como protagonistas imprescindibles a jueces, miembros de la Iglesia, periodistas y sindicalistas, entre otros grupos de poder. También a numerosísimos empresarios nacionales y extranjeros, cuyos motivos, más allá de cuestiones ideológicas o políticas, estuvieron fuertemente impregnados por el interés económico.

Una de las variantes del aporte empresarial en el terror de aquellos años fue la promoción de la desaparición de trabajadores, de su tortura, así como de otros crímenes contra la humanidad. Esto constituyó una particular estrategia patronal, direccionada al colectivo de trabajadores en general, pero con foco especial en los obreros que eran activistas gremiales: delegados, miembros de comisión interna y dirigentes sindicales. Es sintomático que los trabajadores fueran mayoría abrumadora entre los desaparecidos de la primera semana luego del golpe, alcanzando aproximadamente al 70 por ciento del total de desapariciones del período dictatorial.

El objetivo era claro y el análisis de los numerosos casos puntuales no deja lugar a dudas: esos trabajadores fueron atacados, más allá de que participaran o no de determinados partidos políticos u organizaciones político-militares, porque representaban los derechos y anhelos legítimos de sus compañeros de fábrica u oficina. Un parte de información de inteligencia de la policía bonaerense de noviembre de 1976, refiriéndose al delegado general de la planta de Molinos Río de la Plata en Avellaneda, el paraguayo Marcos Augusto Vázquez, peronista y miembro de la CGT de la Resistencia, indicaba: “El citado tendría mucho arraigo entre el personal, que entre obreros y empleados suman 1050 personas”. Unos días más tarde, este trabajador fue secuestrado de su casa de Florencio Varela y desaparecido.

Hoy, varios casos de responsabilidad empresarial en la desaparición de trabajadores están siendo investigados. Los relatos indican detenciones masivas en los portones de fábrica; el uso de predios y vehículos de las compañías para los secuestros y torturas; el sitio de poblados enteros como en Villa Constitución (Acindar) o Libertador General San Martín (Ingenio Ledesma); confección de listados del personal “marcado”; intervención de los propios ejecutivos en interrogatorios; armado de causas penales para justificar detenciones ilegales; entre muchísimos métodos más que se usaron.

Algunos de estos casos han llegado a los escritorios de jueces. En muy pocos se han logrado procesamientos y confirmaciones, y todavía ninguna elevación a juicio, aunque es probable que este año algún empresario que cometió crímenes contra la humanidad sea sentado en el banquillo. Como vemos, las tareas pendientes todavía son muchas e involucran a distintos actores. Al Estado en sus distintas ramas, sin dudas; pero hay además un universo de importancia central: los familiares y ex compañeros de trabajo de los obreros desaparecidos. Sus recuerdos son fundamentales para la reconstrucción de cada uno de los escenarios de conflictividad laboral de los años previos a 1976, cuya comprensión es imprescindible para alcanzar tanto la Verdad como la Justicia.

* Coordinador del Programa Verdad y Justicia.

** Historiador e investigador del PVyJ.

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Imagen: Pablo Piovano
 
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