EL PAíS › DUHALDE ABRIO EL PERIODO DE SESIONES CON GRANDES AUSENCIAS EN EL RECINTO

Mucha épica en el discurso muy pocas propuestas

La oposición faltó al convite y los menemistas se ingeniaron para hurtarle el cuerpo. El Presidente leyó un texto recuperando banderas históricas del peronismo aunque sin nombrar a su fundador. La mística no se contagió a un recinto apagado. Fueron muy contadas las propuestas presidenciales concretas.

Por Felipe Yapur y Eduardo Tagliaferro

Con una oratoria y una épica que pretendió acercarse a los años dorados del pasado justicialista, Eduardo Duhalde vino a presentar un programa de ajuste, tal como lo contempla el presupuesto que había terminado de lograr media sanción apenas unas horas antes. En su discurso de apertura de las sesiones ordinarias no abundaron los anuncios, salvo la pronta vuelta a las negociaciones para continuar pagando la deuda externa y la promesa de un aumento del 5 por ciento del PBI. Claro que el incremento será para el año que viene, ya que para éste está contemplada una caída por el mismo porcentaje. Entre las novedades se destacó su convocatoria a las Fuerzas Armadas para que cumplan una inédita tarea en la asistencia social. Duhalde habló ante una diezmada Asamblea Legislativa, en la que se notó la ausencia de unos 130 legisladores, casi un tercio del total. Un detalle no menor para un gobierno que tiene en el Parlamento uno de sus escasos puntos de apoyo.
El discurso fue una permanente referencia a la crisis y a la condición de “transición” de su gobierno. En este punto intentó, sin mucho éxito, dejar en claro que su gestión significaba un “cambio de modelo”. La frase le permitió atacar, sin nombrarlo, a su ex compañero de fórmula el riojano Carlos Menem. “Quienes criticaron y critican esta decisión del Gobierno (la devaluación) tuvieron su oportunidad para actuar y fundieron la Patria”, dijo en uno de los párrafos que más directamente tenían como destinatario al hombre de Anillaco.
A la hora de referirse al modelo, Duhalde sólo contempló dos opciones, o la dolarización o aquel “orientado a un desarrollo sustentable”, basado en una alianza con los sectores productivos y del trabajo. Esta último es la vía elegida por el Gobierno. Y así lo graficó cuando dijo que “la adopción de un tipo de cambio flexible y la pesificación de la economía modifican los precios relativos y abren un horizonte de rentabilidad”.
Desde las once, el timbre que llamaba a la Asamblea Legislativa rompía la monotonía del recinto vacío. Esta vez, desde que comenzó el año, no estaba previsto designar un nuevo presidente. En el Salón de los Pasos Perdidos, en tanto, se arremolinaron periodistas y los siempre listos cazadores de apretones de mano presidencial. Pero ambos grupos se quedaron con las ganas de ver al Presidente, y apenas si pudieron hacerlo cuando se dirigía al recinto. Un vallado metálico, firmemente unido para evitar desórdenes y decorado con extensas banderas celeste y blanca, más una doble fila de altos cadetes de la Policía Federal, generó entre los presentes una experiencia similar al mito de la caverna, donde más que a Duhalde y sus ministros, sólo sombras se vieron pasar. Afuera, un fuerte operativo policial mantenía a raya a lo que se denominó “la Plaza del Sí”.
El primer legislador en ingresar fue el principal sostén parlamentario del Gobierno, el senador Raúl Alfonsín. Pero por más fuerza que hacían desde la conducción de la Cámara baja, el recinto no se llenaba. La ausencia de 130 legisladores de ambas cámaras –entre los que se notaba un buen número de radicales– hacía imposible cubrir las bancas. Pero no sólo fueron legisladores: en la comitiva presidencial también se notaron sillas vacías como la del canciller Carlos Ruckauf y la del ministro de la Producción, José Ignacio de Mendiguren.
Si bien hubo algunos diputados del PJ que no llegaron a la asamblea, pero el menemismo fue la línea interna que menos gente llevó al acto. No se dejaron ver los diputados Adrián Menem, Alejandra Oviedo, Martha Alarcia y Ricardo Quintela. Sólo la diputada María Leila Chaya y el senador Eduardo Menem se sentaron en sus bancas. Sin embargo, el riojano se las ingenió para desaparecer en el momento indicado. El hermano del ex presidente integró la comitiva que recibía a Duhalde. Pero tras el tradicional saludo protocolar, Menem no retornó al recinto.
Si la no participación del menemismo fue una prueba del enfrentamiento que mantiene el Presidente con este sector, otro dato relevante fue el faltazo de los nueve miembros de la Corte Suprema, quienes enfrentan unajetreado juicio político. Tampoco estuvieron los bloques de la izquierda y la centroizquierda como Autodeterminación y Libertad, Izquierda Unida, el ARI y el Frente Grande.
Una vez que ingresó al Congreso, Duhalde apenas levantó los brazos. Una tibia ovación bajó desde los palcos apenas colmados. Saludó a los legisladores y sin más se dispuso a leer su discurso. Un trámite que le tomó 45 minutos y que fue interrumpido en 19 oportunidades por los aplausos. Nunca con demasiado énfasis. Ello no evitó que ante la falta de grandes anuncios, más una lectura poco entusiasta, los bostezos se contagiaran con marcada velocidad entre las bancas.
Igual, Duhalde buscó darle a la inauguración del período ordinario de sesiones un marcado tinte peronista. Abundó en referencias a la justicia social, la alianza con los sectores productivos y el trabajo, la reactivación de la obra pública y hasta un plan de compras gubernamentales. Constantes alegatos al nacionalismo y reiteradas menciones a la Patria ratificaron la matriz peronista. Sin embargo, jamás pronunció el nombre de Juan Perón, ausencia que suplió con conocidas frases del líder partidario como “deben entender que nadie se realiza en una comunidad que no se realiza”. Pero, y como un verdadero reflejo de lo que significaron los diez años de gobierno menemista, el primer aplauso que interrumpió el discurso no lo inició un peronista. Lo hizo José Luis Fernández Valoni, diputado de Acción por la República que lidera el ex ministro del PJ y la Alianza, Domingo Cavallo.
Si la carencia de referencias a Perón fue una sorpresa, similar reacción provocó también la actitud de Alfonsín, quien no dudó en demostrar su adhesión a la administración de su coterráneo en seis oportunidades cuando interrumpió el discurso con un primerizo aplauso. Y cada vez que el veterano senador tenía esa actitud, Horacio Pernasetti le dispensaba una mirada penetrante y con marcado desgano se sumaba al cumplido.
Con la misma rapidez que entró, el Presidente se retiró una vez que culminó su discurso, y no salió al balcón que había sido preparado para saludar al aparato partidario del PJ bonaerense que ocupaba un amplio sector de la plaza del Congreso. Apenas los saludó, Duhalde subió a su auto y atrás quedó una pequeña trifulca entre custodios y periodistas que pugnaban por acercársele.

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El Presidente fue puntual, su entrada estaba anunciada a las 13.
Eligió no apartarse del texto que traía escrito, casi sin énfasis de voz.
 
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