EL PAíS › REPORTAJE A ANIBAL IBARRA

“La política del gobierno ha sido zigzagueante”

El jefe del gobierno porteño critica a Eduardo Duhalde por sus “concesiones hacia el sistema financiero y grupos empresarios importantes”, a la vez que prenuncia una gran conflictividad social.

 Por Santiago Rodríguez

Viernes, casi nueve de la noche. Aníbal Ibarra ha tenido un largo día de trabajo, que incluyó la apertura de las sesiones ordinarias de la Legislatura, y es su cumpleaños. Su hijo espera que termine el reportaje con Página/12 y lo pase a buscar para ir a celebrar sus 44. “Vamos a pasar por tiempos de gran conflictividad social. Hay muchas estructuras públicas que no soportan el ajuste fenomenal que los números van a indicar que es necesario”, advierte y se acomoda en uno de los sillones de su despacho. La charla se prolonga entre cuestionamientos a la administración de Eduardo Duhalde por sus “concesiones hacia el sistema financiero y grupos empresarios importantes”, reflexiones sobre el modo de encarar las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y “la inviabilidad de cualquier plan si no hay una contención social”, y autocríticas a la clase política por no haber sabido “frenar y contener el fracaso de la Argentina”. Al final se le hace tarde y su hijo tendrá que esperar más de lo acordado.
–¿Qué opina de la gestión de Duhalde?
–Una de las principales críticas que le hago es haber licuado pasivos de grandes empresas y habérselas puesto sobre las espaldas a toda la sociedad. Comparto la idea de que un país no puede salir adelante sin empresas que produzcan y que no puede tener crédito sin un sistema financiero que funcione, pero las cosas en ese aspecto podrían haberse hecho de otra manera.
–En la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso Duhalde dijo que encarnaba un nuevo modelo. ¿Coincide con esa afirmación?
–Duhalde anunció un cambio en la orientación vinculada con los sectores productivos y no con el sistema financiero y con una mirada hacia lo nacional y no hacia los grandes grupos internacionales. No hay una traducción en ese sentido en toda la política del Gobierno, sino que ha sido zigzagueante y también hubo concesiones hacia el sistema financiero y grupos empresarios importantes.
–¿Cómo debería entablarse la relación con el FMI?
–La Argentina tiene una posición muy vulnerable y toda negociación es muy difícil, pero aún en ese contexto de limitación puede ir sumisa y acatar de lo primero a lo último que exija el FMI o colocar sobre la mesa otras cosas que son necesarias, como la inviabilidad de cualquier plan si no hay una contención social. La nación tiene que rodearse de las provincias e ir con un planteo de todo el país detrás de este requerimiento.
–¿Le parece bueno el acuerdo que las provincias cerraron con la Nación por la coparticipación?
–No en términos del corto plazo, porque el problema que tienen las provincias es cómo pasan estos tres primeros meses. Va a haber situaciones dramáticas porque no hay más lugar al ajuste y este acuerdo significa sobrevivir con lo que hay. Para compensar, las provincias tienen una mejor posición respecto de la deuda con plazos de gracia y otro tipo de interés.
–Si es así, ¿cómo se brindará la contención social que usted considera indispensable?
–Por eso decía que vamos a pasar por tiempos de gran conflictividad social. Hay muchas estructuras públicas que no soportan el ajuste fenomenal que los números van a indicar que es necesario.
–¿En ese contexto cuánto dura entonces Duhalde en el Gobierno?
–No podemos cambiar un Presidente cada semana. Apostar al fracaso de Duhalde es una irresponsabilidad porque significaría profundizar el abismo en el que ha caído la Argentina y potenciar la conflictividad social a niveles impredecibles. En el marco de diferencias importantes apuesto a que las cosas vayan bien.
–Está bien. Pero en el escenario que usted plantea, ¿cómo hace un Gobierno para sostenerse?
–El Gobierno y el país la única forma de salir adelante que tienen es que empiece a rodar la rueda de la economía. Hoy sigue marchando hacia atrás y es necesario detenerla; todo lo demás son parches. Eso va a ser lento y a depender de que lleguen recursos internacionales y de cómo se haga la redistribución de lo poco que hay.
–¿Le parece que se está en esa senda de redistribuir lo poco que hay?
–A veces tengo la sensación de que aquellos sectores que han hecho las cosas mal no son los que reciben castigos y que tampoco se orientan todos los esfuerzos hacia los que menos tienen, aunque hay un esfuerzo del Gobierno en la ayuda alimentaria y en los planes de subsidio al trabajo.
–¿Le parece que habría que llamar a elecciones anticipadas?
–Lo que la gente reclama hoy es legitimidad en el ejercicio haciendo las cosas bien y dando respuestas. Sucede que el Gobierno no está encontrando eso y entonces se le busca la legitimidad de origen. Siempre es mejor un gobierno surgido de un proceso electoral, pero ese proceso se inició con Adolfo Rodríguez Saá y duró siete días. Además, quién puede asegurar que en caso de un proceso electoral el Gobierno que surja tendrá fuerza para manejar la crisis. ¿Alguien podría afirmar que en esas elecciones no habría muchos votos en blanco o anulados y que aquel que gane no ganaría con muy pocos votos?
–¿Cómo toma la crítica de la sociedad a la dirigencia política? ¿Lo enoja como, por ejemplo, a Raúl Alfonsín?
–Cuando uno se dedica a la actividad pública está expuesto al aplauso y a la crítica que, a veces, no es prolija y ordenada. Además, la clase dirigente no supo frenar y contener el fracaso de la Argentina. Por supuesto que me involucro; puedo tener la tranquilidad espiritual de haber sido uno de los pocos que se opuso al ingreso de Domingo Cavallo al gobierno de Fernando de la Rúa, pero no puedo sentirme satisfecho porque no lo pude evitar, ni evitar en definitiva el fracaso de esa política. Una clase dirigente que, por otra parte, pensó que mientras la sociedad caía podía mantener privilegios cuanto menos tiene que ser comprensiva con la bronca de la gente. El límite lo trazo en la violencia porque ninguna protesta ni ninguna reacción frente a la protesta puede significar ingresar en las vías de hecho.
–¿A quién se refería cuando mencionó en la Legislatura la experiencia de la Alianza en el Gobierno y habló de “vacilaciones, falta de coraje y traición al contrato electoral”?
–A muchos que tuvieron responsabilidades políticas en un gobierno al cual pertenecimos.
–Empezando por De la Rúa.
–Sí, por supuesto.
–¿También le caben sus palabras a Chacho Alvarez?
–Todos hemos tenido errores, Chacho inclusive. Cuando hablo hacia atrás empiezo diciendo yo tengo que hacer una autocrítica porque llamé a votar a ese gobierno que terminó con un fracaso; no me alcanza haber realizado en la ciudad una política distinta, no haberme cavallizado y no haber roto el contrato electoral.
–Elio Aprile renunció esta semana a la intendencia de Mar del Plata envuelto en el desprestigio después de haber gozado de una popularidad poco frecuente que hacía que muchos dirigentes se pelearan por sacarse una foto a su lado. ¿No teme terminar igual?
–Si tuviera ese temor no podría gobernar esta ciudad, donde de la mañana a la noche estamos resolviendo problemas. Voy a gobernar hasta el último día de mi mandato.
–Pero la Argentina es una trituradora de dirigentes.
–Lo ha sido durante todo este tiempo, pero no pienso en eso y tampoco en lo que puede pasar en el futuro político conmigo.
–Hablando de futuro, dicen que Jesús Rodríguez y varios radicales están alentando a Rodolfo Terragno a presentarse como candidato a jefe de gobierno porteño en el 2003.
–Me interesa bastante poco lo que hoy se haga pensando en el 2003; no sé cómo vamos a llegar.
–¿Usted en qué espacio y con quiénes imagina que va a llegar?
–En la ciudad hay que hacer algo totalmente nuevo, según lo que hagamos estaremos entre los últimos de la vieja política o entre los primeros de la nueva. He trabajado toda mi vida para estar en la nueva política y no se puede pensar con la lógica de los partidos políticos porque la gente rompió esa lógica.
–¿Y quiénes encarnan hoy esa nueva política?
–Hay sectores del radicalismo que se opusieron al eje De la RúaCavallo, sectores del peronismo que han estado siempre comprometidos con políticas sociales y populares, hay que juntar a muchos del espacio de centroizquierda, alguno de los cuales tienen una cultura de la división por vocación, y a mucha gente independiente que hoy reclama participar.
–¿Está conforme con la forma en que José Vitar conduce el bloque del Frepaso en Diputados, porque en la misma Cámara baja hay quienes dicen que usted preferiría a alguien más afín en ese lugar?
–Esa sería la lógica de los partidos tradicionales. Dentro de la Cámara de Diputados y no sólo en el Frente Grande, sino también del ARI, del Polo Social, hay muchos que están haciendo bien las cosas.
–¿Cuando habla de diputados del Frente Grande se refiere a los que están en el interbloque con el ARI o a los que están con el Gobierno?
–Hablo de todo el espacio de centroizquierda. Prefiero evaluar posiciones y así como no comparto la vocación oficialista por antonomasia, tampoco soy de los que clasifican a todos por igual.
–¿Sale tranquilo a la calle?
–Salgo tranquilo porque, además, si en algún momento llegara a haber alguna dificultad, tengo la actitud de comprender las situaciones de angustia de la gente. Hago las compras los fines de semana y días atrás, por ejemplo, nos reunimos con los compañeros egresados del Nacional Buenos Aires en un restaurante grande con mucha gente y autoservicio, o sea que cada diez minutos lo tenía que recorrer para servirme la comida, y no tuve ningún problema. Incluso al final, cuando de una mesa me llamaron para sacarse una foto conmigo, mis ex compañeros bromeaban y me decían “bueno, pagales lo que les prometiste”.

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