EL PAíS › FEDERICO LORENZ ANALIZA LA NOCHE DE LOS LAPICES Y COMO ENSEÑAR

Mucho más allá de la historia oficial

Historiador y docente, Lorenz elaboró un trabajo para que la represión sufrida por los estudiantes hace 27 años se enseñara en toda su complejidad, no sólo como la lucha por el boleto estudiantil.

Por Lila Pastoriza

“Tomala vos, dámela a mí,/ por el boleto estudiantil” fue la consigna que coreaban los estudiantes platenses en las movilizaciones de la primavera de 1975 y la que otros chicos cantan hoy en cada marcha del 16 de setiembre. También así tituló el historiador de “Memoria Abierta” y profesor de escuelas secundarias Federico Lorenz su trabajo sobre la instalación en el ámbito educativo de La Noche de los Lápices y los desafíos que plantea a maestros y alumnos la evocación de estos hechos. “¿Qué recordamos los 16 de setiembre y qué trasmitimos a nuestros alumnos?”, se pregunta una y cien veces Lorenz y desmenuza el contenido y la trayectoria de un episodio-emblema del terrorismo de Estado que esgrimió el discurso de las “víctimas inocentes”.
–¿Cómo contar esta historia?
–Para los docentes, el tema apunta a los desafíos que encuentra quien intenta dar clases sobre hechos contemporáneos. Uno habla en buena medida del propio pasado, del nuestro, muy controversial, con actores vivos... Cada 16 de setiembre los docentes tienen que dedicar la jornada a reflexionar sobre los hechos de La Noche... Para muchos la salida automática era proyectar la película homónima. Y como a esa altura del año el tema de la dictadura como tal no se trabajaba, la historia de estudiantes reclamando por el boleto escolar quedaba encerrada en la historia misma de la película, sin un contexto que explicara el hecho represivo. Y lo que generalmente se ve en los actos es una repetición de ese modelo: se recuerda a un grupo de estudiantes que, por reclamar por un boleto estudiantil, sufrieron una brutal represión a manos de la policía bonaerense... Los docentes que sí quieren problematizar la cuestión chocan con que la visión “autorizada” o más consensuada (la del boleto) se enfrenta con discutir históricamente lo que fue realmente La Noche de los Lápices. Y a veces, aun queriendo hacerlo, carecen de elementos tanto de formación como de recursos bibliográficos.
–Al decir “lo que fue realmente La Noche...” ¿a qué se refiere?
–Fundamentalmente a la trayectoria política de muchos de los chicos desaparecidos en ese hecho y al contexto histórico en el cual se produjo, en un esquema represivo que apuntaba justamente a silenciar, entre otros, al frente estudiantil. Las luchas por el boleto efectivamente ocurrieron, pero históricamente no es una explicación suficiente. Este fue un grupo de la UES que siguió militando activamente después del golpe, que se planteaba acciones concretas de denuncia de la dictadura en los colegios. Se trata de darle entidad histórica a la época. Y el tema de cualquier conmemoración es que las dimensiones históricas pueden perderse, se tiende a recordar más bien actitudes y símbolos que épocas y procesos...
–¿Cómo se llegó a esta situación?
–En las escuelas se empieza a hablar de la dictadura precisamente a partir de ese “vehículo cultural de La Noche... “ , sostenido en tres patas, el testimonio de Pablo Díaz en 1985, en el Juicio a las Juntas, y el libro y la película realizados al año siguiente, y que tiene una impronta muy fuerte. Porque el modelo de la represión y de sus víctimas que se construye sobre esta base toma muchos elementos que circulaban en los años ‘80. Algo de la caracterización que hacían los militares de los jóvenes (“campo fértil”, maleables para la propaganda de la guerrilla) se mezcla en un lugar con la necesidad de quienes reclamaban por ellos, de no presentarlos con aristas vistas entonces como “subversivas”. Así se construyó la imagen de “jóvenes inocentes” en ambos sentidos: para los militares eran “manejables” y para quienes reclamaban por ellos eran ajenos a la “culpa” en un contexto dictatorial. El relato de La Noche... a partir del Juicio conecta con estas cuestiones: sus protagonistas son jóvenes, entroncan con un reclamo que es gremial y no político (el boleto estudiantil) y tiende también a mostrar la faceta más perversa del aparatorepresivo, la que se ejercía sobre “víctimas inocentes”. Todo eso, en el clima de la transición, hizo que se transformara en un emblema muy fuerte porque, a la vez, ¿por dónde entrar al tema de la dictadura? No había un contexto favorable a los relatos de historias militantes, menos de organizaciones armadas, el lugar que se les asignaba era el de víctimas. Después del ‘83 surgió una crítica generalizada a todo lo que fuera violencia, tanto a la represiva como a la guerrillera... Por lo menos hasta el ‘90 se observa esa ausencia de la identidad política de los desaparecidos. Y no sólo los familiares... Cuando alguien se planta públicamente (como el libro y la película), siempre es en respuesta a un contexto social que es una presión... En el prólogo del libro se dice que los jóvenes de hoy tomen a los chicos de La Noche como bandera... ¿se podía plantear como bandera algo que se asociaba a la violencia política? En los ‘80 seguro que no, ésas eran las limitaciones que podía tener entonces la discusión sobre el pasado reciente... Y aún hoy los tiene. En la última re-edición del libro, el contenido es exactamente el mismo, no hay referencias a las causas políticas de que jóvenes de esa edad militaran en organizaciones –la UES, la Juventud Guevarista–, que eran frentes de masa de organizaciones armadas...
–El cuadro que describe cambió en los ‘90...
–Sí. Cuando se produjeron los indultos, el movimiento de los derechos humanos tuvo que reconvertir de algún modo las prácticas y los discursos, ver qué se hacía ante esas puertas aparentemente cerradas... Esta ruptura de un modelo de denuncia quizá permitió introducir otros elementos en la discusión. Y esto explota con Scilingo, con los veinte años del golpe, los debates sobre las películas que tratan la militancia montonera, los generados por La Voluntad...
–Volviendo a la escuela, usted habla del peso del “deber de memoria...”.
–Sí, ese deber, que en la etapa de la transición fue una demanda social fuertemente condicionada por lo ético, aumentó las expectativas depositadas en las escuelas. En los ‘80 el deber de memoria, muy asociado a Pablo Díaz y al importante rol que cumplió, tenía que ver con la denuncia, el esclarecimiento y la obtención de justicia. Así llega la conmemoración al movimiento estudiantil y es instalada informalmente por los centros de estudiantes. Es muy fuerte la participación que genera. Yo hice el secundario en esa época: la vía de entrada al tema de la dictadura era ver la situación de las víctimas, y el testimonio de La Noche... venía como anillo al dedo: permitía la empatía, nuestra identificación con los protagonistas de esos hechos, que no eran ya los más grandes, ajenos, sino gente que tenía nuestra edad... Y ya en democracia... ¿cómo te plantabas frente a eso? A través de la participación por los reclamos de Verdad y Justicia...
–Y los docentes, ¿qué hacen con este tema?
–Pueden dar clases y no hacer nada, pasar la película y nada más, o lo ideal, pasarla y generar una discusión sobre la época. A veces surge de los mismos alumnos o de los padres la necesidad de discutir la película, porque es una película muy fuerte, con escenas que si no les das historicidad a través de un gran trabajo previo y posterior, la película pasa a ser una de terror. Si el alumno se queda fijo en esa imagen de un chico de su edad que está siendo torturado y a quien le dicen “abrí la mano o cerrá la mano si querés hablar o no”, ahí no hay explicación histórica posible... Y si no explicás históricamente el horror y el terror, se produce una fijación. Y lo que se busca siempre en educación (y lo buscaron tanto Pablo Díaz como los autores del libro) es trasmitir la necesidad de movilización social para el cambio... El riesgo con la película es que pueda generar lo contrario, que paralice, que los chicosdigan: “Si por reclamar un boleto hicieron esto, bueno, mejor no hacer nada... nada...” ( y lo dicen).
–¿Cómo puede el docente trasmitir situaciones así sin generar parálisis? En su trabajo dice que hay que hacer comprensible la historia...
–Una de las formas de hacerlo es referirla a la actualidad de los chicos, relacionarla con la violencia de hoy... Yo trabajo en provincia de Buenos Aires, donde ese tema es cotidiano. Cuando los chicos preguntan “por qué los derechos humanos son nada más para estas cosas y no para nosotros” tienen razón, uno cristaliza esto en los ‘70. Hay que tender puentes y trabajar históricamente (son chicos nacidos en democracia que no saben lo que es un gobierno militar)... La aproximación desde el presente es clave.

Compartir: 

Twitter

El historiador y docente Federico Lorenz enseña en escuelas secundarias de Buenos Aires.
 
EL PAíS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.