EL PAíS › GUILLERMO LOPEZ, NOMBRADO TRAS EL
PACTO DE OLIVOS, RENUNCIO A LA CORTE

Otra baja de la mayoría automática

La semana pasada también Carlos Fayt, actual presidente de la Corte, dijo a sus pares que dejará su sillón en el primer semestre del año que viene. Ayer debía presentarse la acusación de López en la Cámara de Diputados.

 Por Irina Hauser

El mismo día que la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados iba a inaugurar el proceso para expulsarlo, Guillermo López presentó su renuncia como juez de la Corte Suprema, donde protagonizó nueve años y medio de fidelidad a la mayoría automática menemista. El próximo en el banquillo será Adolfo Vázquez. Sin enjuiciamiento, también se irá el actual presidente del tribunal, Carlos Fayt, según les anunció a sus colegas en el plenario del martes último.
El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, salió a dar los buenos días a la platea argentina comunicando la retirada de López como una conquista del Gobierno. Dijo, esmerándose por controlar el tono triunfalista, que es “un paso importante en el intento de buscar un funcionamiento mejor dentro del máximo tribunal y una posibilidad de airear las estructuras de la Corte”. Aclaró, además, que la iniciativa del (pronto ex) magistrado “no obedece a ninguna gestión del Poder Ejecutivo”.
López tenía tomada la decisión de irse desde hace cerca de un mes, según dijeron sus colaboradores a este diario, aunque ya desde el alejamiento de Julio Nazareno analizaba esa posibilidad. Por aquellos días, a fines de junio, el Gobierno en la voz del ministro de Justicia, Gustavo Beliz, anticipaba a los cuatro vientos que tanto su suerte como la de Moliné estaban selladas.
El supremo aguantó hasta que la Comisión de Juicio Político decidió poner el pie en el acelerador y ubicarlo a él en el blanco, por firmar las mismos fallos por los que se acusó a Moliné y por manejos supuestamente irregulares o sospechosos de los expedientes en su vocalía. El miércoles, López volcó su despedida por escrito para presentarla a la mañana siguiente, cuando los diputados estuvieran por reunirse. “Tengo el honor de dirigirme a vuestra excelencia a los efectos de elevarle mi renuncia al cargo de juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, cargo con el que fuera honrado oportunamente”, es todo lo que dice el texto que entregó al Poder Ejecutivo.
Ahora hay dos vacantes firmes en la Corte: una que dejó el riojano por adopción, en cuyo reemplazo asumirá la semana que viene el penalista Eugenio Raúl Zaffaroni y otra, que ocupará alguna mujer, que es la que se produce con la partida de López. Pero habría otros tres puestos a reciclar en un futuro no muy lejano: Eduardo Moliné O’Connor, suspendido por el Senado, va rumbo a la destitución; Vázquez también tendrá su juicio político según pergeñaba ayer mismo un grupo de diputados (ver página 5); y quien, después de amagar durante años, se retiraría finalmente de la carrera judicial, libre de cuestionamientos serios, sería Fayt.
En la última reunión plenaria, el propio Fayt reprodujo ante sus compañeros del tribunal, según pudo saber Página/12, un diálogo que tuvo días atrás con el jefe de Gabinete:
–Yo me voy en algún momento del primer semestre del año que viene –avisó el presidente de la Corte.
–Nosotros no queremos que usted se vaya –contestó Fernández.
–Le agradezco, pero le estoy anunciando una decisión –dijo el juez.
A diferencia de Nazareno, que se fue sin saludar, López llamó ayer a la mañana por teléfono uno por uno a sus pares para avisarles, sin dar mayores explicaciones, de su partida. Todo el mundo en el Palacio de Justicia preveía este desenlace que, de todos modos, causó cierta sorpresa porque el pálpito reinante indicaba que resistiría por lo menos un tiempo más. “Igual me quedo hasta el 1º de diciembre”, aclaró el juez, otro dato que descolocó al resto de los cortesanos. El lapso de aquí a esa fecha, razonaron Sus Señorías, le permitirá hacer los arreglos que necesite para poder empezar a cobrar la jubilación de unos 12 mil pesos, que ya tramitó, inmediatamente después de dejar el cargo.
La realidad es que la renuncia de López –según informaron a este diario funcionarios del máximo tribunal– estuvo previamente conversada con el Gobierno y el presidente Néstor Kirchner tenía con antelación la certeza de que se produciría. Algunos miembros del Consejo de la Magistratura, al parecer, actuaron como intermediarios, en gestiones para que el oficialismo aceptara la dimisión y garantizara que no perseguiría al ex automático con denuncias penales ni nada que pueda afectarlo.
Un grupo de amigos (empresarios, profesionales del derecho laboral y viejos conocidos de la Justicia) terminó de convencer que se vaya ahora al juez que ingresó a la Corte a raíz del pacto de Olivos. El quería, les decía, dar batalla a pesar de que está muy enfermo. De hecho, iba a la Corte una vez por semana a las reuniones plenarias, o incluso menos. En los últimos tiempos trató de hacer buena letra acompañando fallos a favor de la continuidad de las investigaciones por violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura. Las puntadas finales para persuadirlo de que presentara la renuncia las dio su esposa, una jueza con quien comparte la especialidad laboralista.
Queda poco, así las cosas, de la Corte propia y a medida que armó Carlos Menem y que se encargó de dar el soporte jurídico para vaciar al Estado durante la última década y garantizar impunidad a todo funcionario bajo sospecha. Sobrevive, es cierto, una “resistencia” encarnada en Moliné O’Connor que decidió enfrentar su juicio político sin renunciar, bajo amenaza de recurrir a los tribunales internacionales, y en Vázquez quien esta semana negó en el acuerdo de la Corte que vaya a dar un paso al costado. Lo mismo dijo casi al unísono López, aunque no era cierto. A Vázquez, sus colegas lo ven con el humor muy cambiante y pronunciando versiones diferentes sobre su destino cada día, pero creen que una vez que la acusación en su contra llegue al Senado, dejará su puesto con el plan de no perder el jugoso beneficio jubilatorio que le tocaría.
Antonio Boggiano, a pesar de haber estado alineado con la mayoría automática hasta cerca del juicio político que se inició a toda la Corte el año pasado, ahora está tranquilo. “A él no le va a tocar la guadaña, lo sabemos”, dicen a su alrededor en el alto tribunal. También están se en paz Augusto Belluscio, Juan Carlos Maqueda y Enrique Petracchi, a quienes, en la era K, no les cuesta demasiado ponerse de acuerdo para formar mayorías cuando el deber los convoca. En su nuevo compañero, Zaffaroni, ven un posible líbero, pero también vislumbran un jurista accesible para lograr consensos si fuera necesario. Se verá.
La perspectiva es que el año que viene, más de la mitad del alto tribunal estará renovada o en vías de renovación. Esta Corte naciente tendrá el desafío de revertir el desprestigio que arrastra. El jefe de Gabinete celebraba ayer las renuncias cortesanas como claves para “favorecer un proceso de cambio que la ciudadanía está reclamando de la Justicia”. El cambio de fondo, de todos modos, se irá viendo en las sentencias que el tribunal vaya firmando en adelante y en la capacidad que demuestre de funcionar sin automatismos y con verdadera independencia.

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Carlos Fayt, presidente del tribunal, anunció su renuncia el martes pasado.
 
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