ESPECTáCULOS

“La dictadura es más que un hecho histórico, es algo que aún sucede”

Andrés Habegger es el director de “Historias cotidianas”, un relato de seis hijos de desaparecidos que se verá mañana en Volver.

 Por Emanuel Respighi

Andrés Habegger tiene 34 años y una hermosa hija de cinco años. Como tantos otros de su generación, Andrés es hijo de padre desaparecido. Norberto, tal el nombre de su padre, desapareció en 1978 en Brasil, en el marco del Plan Cóndor orquestado por las cúpulas militares de los gobiernos de facto, que por ese entonces derramaban la sangre de miles de inocentes en varios países de América latina. “La pérdida de mi viejo fue muy difícil”, le cuenta Andrés a Página/12. “Yo tenía 9 años y una misma pesadilla que volvía cada noche: era perseguido por alguien al que no podía verle su rostro, y que me corría por medio de una selva hasta que me chocaba con un paredón de acero. En ese instante me caía en un pozo infinito y me despertaba. Lo espantoso era que la caída no tenía fin. El golpe nunca llegaba”, recuerda Habegger, egresado de la carrera de Dirección de Cine en la escuela dependiente del Incaa. Aunque el tiempo supo borrar de la mente de Habegger esa horrible pesadilla, el dolor de la pérdida se mantuvo inalterable. Ese sufrimiento, al cabo, fue el motor creativo que lo llevó a rodar Historias cotidianas, un film en el que seis hijos de familiares desaparecidos reconstruyen su propia historia y cuentan cómo viven en la actualidad. La película, estrenada en las salas argentinas en 2001, podrá verse mañana, a las 23, por la señal Volver.
–¿Qué se propuso reflejar en Historias cotidianas?
–Lo que me interesaba no era hacer un documental histórico sobre los desaparecidos, sino mostrar cómo la problemática se reactualiza permanentemente en la sociedad, cómo los hijos conviven con esas figuras fantasmales de padres desaparecidos, que a su vez se traslada a lo colectivo. Porque la dictadura es mucho más que un hecho histórico que sucedió: es algo que sigue sucediendo. Mi hija, por ejemplo, nació con un abuelo desaparecido.
–Más que un interés artístico, ¿el film fue una necesidad personal?
–Tenía miedo de que el tema discursivo de la lucha –“con vida se fueron, con vida los queremos”– obturara los procesos personales. Quise conjugar la cuestión discursiva colectiva con la necesidad individual. Donde más se expresa la distancia entre lo colectivo y lo individual es en Hebe de Bonafini, que dijo que no hay que hablar en primera persona de los desaparecidos, que no hay que aceptar el subsidio, que no hay que aceptar la muerte porque se resignaba la lucha. Las palabras, en un punto, me resultaban absurdas. Que no tenga el cuerpo de mi viejo no significa que no se pueda elaborar el duelo.
–¿Por qué eligió contar el tema de los desaparecidos a través de la cotidianidad?
–Porque los familiares de los desaparecidos vamos a convivir con ese dolor toda nuestra vida. No es algo que se elabora y se archiva en algún lugar de la memoria. Yo quería contar qué les había pasado a estos pibes en su vida cotidiana: si podían hablar del tema, si fantaseaban con un regreso. Son marcas muy fuertes que nos forman como personas, determinan nuestra relación con el mundo. Por eso el documental desacraliza el tema de los desaparecidos, obviando escenarios simbólicos. Preferí acercarme a los lugares cotidianos: el lugar donde Cristian vio a su viejo por última vez, o ir a la misma plaza en la que Vicky está fotografiada con sus viejos. Trabajar con eso fue una manera de involucrar a lo colectivo: hacer que lo trágico se transforme en algo cotidiano para provocar alguna reflexión del tipo que se sintió ajeno al proceso dictatorial.
–¿Qué puede despertar el film en las nuevas generaciones?
–La película se mostró mucho en colegios secundarios del interior. Allí vi que quebraba la concepción temporal. Los pibes menores de 25 no vivieron la dictadura y creen que es algo que no los involucra. Muchos perciben la dictadura como yo la Revolución de Mayo. Pero cuando veían el film se identificaban con los chicos que cuentan su testimonio. Se producía un gesto de sorpresa, porque se daban cuenta de que no era algo que había sucedido hacía años luz. La dictadura se reactualiza en la sociedad. Luego de ver el film, los chicos pueden tener una visión diferente de la historia y sus consecuencias en su vida. Estoy convencido de que cuando a esta generación se la estimula, está lejos de ser una generación perdida. Sólo hay que ocuparse.

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El padre de Andrés fue desaparecido por el Plan Cóndor en Brasil.
 
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