EL PAíS › OPINIóN

Una goleada con más constantes que novedades

 Por Mario Wainfeld

Juan Manuel Urtubey fue electo por tercera vez consecutiva gobernador de Salta. Superó la mitad de los votos válidos y se distanció más de 20 puntos porcentuales de su principal adversario, el ex gobernador Juan Carlos Romero. Los otros competidores quedaron muy atrás, incluyendo al Partido Obrero que había dado un batacazo en las legislativas nacionales de 2013.

Con el 99 por ciento escrutado, se amplió en alrededor de seis puntos la diferencia que hubo en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) a favor del gobernador, quien revista en el Frente para la Victoria (FpV).

Las primarias funcionaron como excelente encuesta predictiva. Anticiparon el resultado “real” en esta provincia que (como la mayoría) elige su mandatario a vuelta única, por mayoría simple. Las preferencias se mantuvieron, en sustancia. Se produjo lo más habitual (que no equivale a inexorable): mejoró su caudal quien marcó una gran diferencia en las internas.

La oposición local, aliada al Frente Renovador que lidera el diputado Sergio Massa, ganó la intendencia de la capital de la provincia, lo que le dio un motivo válido para celebrar.

La diversidad en los resultados sugiere que en Salta, como en todo el país, hay un electorado atento, dispuesto a cortar boleta. Se ignora qué dirán los que los tildan de borregos o rehenes: ¿cambian de pastor o de captor para elegir cada boleta?

Esa versatilidad obliga, ya que estamos, a no tentarse y extrapolar mecánicamente las tendencias para las PASO nacionales y las presidenciales.

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Desde 1983 se realizaron nueve elecciones para mandatarios provinciales. Urtubey lo será por tercera vez, Romero lo fue otras tantas. El padre del derrotado, Jorge, fue el primer mandatario elegido en 1983. Los apellidos se repiten en Salta. No sólo en las urnas, también en una estructura social con fuerte marca aristocrática donde un puñado de familias congrega poder y riqueza. Hernán Cornejo, otro ex gobernador, portaba uno de esos apellidos que gravitan y mucho.

El peronismo sigue primando: se alzó con la victoria en ocho de las nueve elecciones. En 1991 el Partido Renovador consiguió la única excepción a la hegemonía.

La suma de las dos listas encabezadas por justicialistas de distinto pelaje se alzó ayer con más del ochenta por ciento del padrón. Una cifra impactante para cualquier paraje pero para nada excepcional en Salta.

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El escrutinio fue veloz, un poroto a favor del voto con boleta electrónica que rige en todas las mesas. No es “voto electrónico” a secas, explican las autoridades, porque el mecanismo incluye la expedición de una papeleta donde consta la decisión del votante quien la ve, la ensobra y la coloca en la urna. O sea, hay elementos físicos para corroborar en caso de dudas o denuncias. El escrutinio definitivo se hace con las papeletas, de modo parecido al tradicional.

Además la boleta suministra datos informáticos. Siempre es polémico ese recurso. La primera ventaja es la velocidad del conteo provisorio. La segunda, evitar el papelerío y eventuales manipulaciones con las boletas. La desventaja es dificultar el control de fiscales-ciudadanos y no expertos, atenuada por esta modalidad. Este cronista sigue pensando que es mejor el método clásico, a costa de tardar más tiempo.

De todas maneras, la novedad funcionó bien en las PASO y en las generales. Con tino, se articuló de modo progresivo: había comenzado a aplicar en 2011, para un tercio del electorado.

Romero había denunciado fraude el mismo día de las PASO aunque no sostuvo su acusación en Tribunales. Su compañero de fórmula, Alfredo Olmedo, también había clamado por trampas hace cuatro años.

En esa ocasión los dos fueron cada uno por su lado como candidatos a gobernador. Olmedo, un cualunquista de derecha y de PRO (un cómico amateur, anticipador del estilo de Miguel Del Sel) perdió por casi 35 puntos porcentuales y se acalló pronto.

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Urtubey habló durante cosa de diez minutos a las nueve de la noche, a tres horas del cierre de las escuelas. Usó su habitual vocativo “hermanas y hermanos” para dirigirse a sus comprovincianos. Como cuatro años atrás señaló que “Salta la linda” no es “Salta la justa” aunque esta vez agregó que hay un poco más de luz y de progresos. Apuntó que lo mucho que se ha hecho es poco comparado con lo que hay que hacer ya que el FpV no es una fuerza conservadora que se conforma con lo logrado.

Convocó y saludó “con los brazos abiertos” a quienes no lo habían votado. Nombró y exaltó a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en dos ocasiones, una bien al principio del discurso. Al presidente Kirchner lo evocó en una ocasión. No nombró a Perón ni a Evita pero sí a Güemes y sus gauchos con ponchos bordó.

Saludó al ministro Randazzo que formaba parte del batallón de dirigentes que viajaron para estar con el compañero goberna en la celebración, para dejarse ver, para salir por la tele. También agradeció a “Daniel” (Scioli, gobernador bonaerense), quien no participó personalmente del festejo a ganador, tan caro a la tradición justicialista.

Reducida la competencia presidencial del FpV a dos precandidatos, cada movida, cada “foto”, el presentismo o ausentismo, las menciones de pares o de la Presidenta darán lugar a una catarata de interpretaciones. Las habrá sensatas, en módica proporción. La imagen de ayer será propicia, por qué no.

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Los datos de continuidad política son varios. El tercer mandato consecutivo del gobernador, por antonomasia.

La fórmula que salió segunda, cuyos componentes participaron y mordieron el polvo en 2011.

La hegemonía del peronismo en general. Y del oficialismo local, que ganó en los 23 departamentos de la provincia, según los cómputos provisorios.

También es regla que el triunfador alcance una cantidad alta de votos y supere la mitad, una cifra muy ardua de lograr en casi cualquier competencia electoral del mundo.

El cambio de gobierno en la ciudad de Salta fue la novedad y el trago amargo para el FpV.

Si se mira y promedia el conjunto, el cuadro es de continuidad política muy extendida.

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Salta congrega al 3 por ciento del padrón nacional. No es cuestión de hacer proyecciones temerarias o prematuras a otros territorios. Pero la continuidad de los oficialismos nacional, provinciales y municipales ha sido muy firme desde 2003.

En la breve muestra de resultados definitivos de 2015, Neuquén y Salta revalidaron a quienes los gobiernan desde 1983 y 2007, respectivamente. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) hay gran favoritismo del PRO, que la representa desde 2007. En Santa Fe están cabeza el oficialismo socialista y el PRO, que también llegaron a un final cerrado cuatro años ha.

Sólo en Mendoza la UCR aventajó en las PASO al gobernante FpV. La diferencia es promisoria para los émulos de Alem e Yrigoyen sin ser goleada como en Salta y la CABA.

Es por ahí demasiada ambición delinear un repaso de nombres y apellidos encabezando listas en todos los distritos. En primer vistazo, abundan más las continuidades y los “cursus honorum” que las irrupciones súbitas. Entre los presidenciables con mejores perspectivas sólo Massa es un recién llegado a ligas mayores: Scioli, Randazzo, el jefe de Gobierno Mauricio Macri, juegan en primera desde hace años.

La tendencia es “lógica” (se enfatizan las comillas) en un sistema político con un contexto de firme gobernabilidad desde 2003. Su perduración se medirá en sucesivas contiendas.

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Urtubey es joven (45 años), prometió que ésta será su última gestión provincial, con ansia de ir por más en el futuro. Figura en la grilla de los pre-presidenciables desde hace un tiempo pero no es ésta su ocasión. Su horizonte y espacio de pertenencia es el FpV, que se alzó con una victoria rotunda en el NOA, que funciona como un bastión propio. El hombre se comprometió a trabajar junto a “Daniel” o “Florencio” para conseguir que el oficialismo nacional siga en el poder.

El FpV es, cómodo, el partido que más provincias gobierna, conservó una merced a un resultado contundente.

Romero, aliado de PRO, quedó lejos y los años pasan.

El domingo que viene son las PASO en Chaco, otro territorio kirchnerista. Con doble vuelta, con las mismas mayorías que en las nacionales. El federalismo se expresa en el algo alocado cronograma y en la diversidad de los sistemas electorales.

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Imagen: Télam
 
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