EL PAíS › DEBATE EN LA IGLESIA POR LA FIANZA DE AGUER PARA TRUSSO

“Es una exhibición impúdica”

Un centenar de curas repudió la actitud del arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, quien salió de “garante moral” del banquero estafador Francisco Trusso. Lo consideraron una afrenta ante la pobreza.

Un centenar de sacerdotes católicos repudió ayer la actitud del arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, de salir de “garante moral” del banquero Francisco Javier Trusso y le cuestionaron que “exhiba impúdicamente una Iglesia cercana al poder y lejos de los pobres”. El pronunciamiento refleja el malestar que provocó puertas adentro de la Iglesia la actitud de Aguer de salir en auxilio del banquero acusado de estafa por la supuesta quiebra fraudulenta del Banco Comercial de La Plata que perjudicó a 30 mil ahorristas. Aunque no lo digan públicamente, muchos obispos declararon en la intimidad del Episcopado estar tan enojados con su colega platense como los sacerdotes.
“Repudiamos que en tiempos de tanta crisis económica y social, donde tantos hermanos nuestros padecen el hambre y la desocupación, el arzobispo no haya sido garante de ésos, sus hermanos, los predilectos de Jesús, para rescatarlos de su situación”, se quejaron los sacerdotes ante la actitud de Aguer de erigirse en fiador de la libertad de Trusso. En un documento titulado “No es la Iglesia (otra vez)” lamentaron también que “estas situaciones escandalicen a los más pequeños, de quienes debemos ser garantes y cuidadores de su fe” y que el arzobispo “no opte preferencialmente por los pobres, poniendo preferentemente ese dinero que afirma poseer en beneficio de las víctimas de un modelo perverso”.
El dinero al que se refirieron los sacerdotes no es otro que el millón de pesos que Aguer se comprometió a abonar si al abandonar la prisión Trusso no abonaba la caución que por ese monto le fijó la Justicia como condición para dejarlo en libertad. La actitud del arzobispo platense confirma el grado de compromiso que existe con el poder económico que creció al amparo del menemismo y el sector ultraconservador del Episcopado.
Que Aguer es un militante de ese sector no hay duda y para confirmarlo alcanza un par de definiciones suyas. “¿Estaremos asistiendo acaso a una tercera fundación de Buenos Aires como ciudad atea?”, se preguntó en el ‘96 durante la discusión de la Constitución porteña y advirtió que “sería penoso un posible retorno al anacrónico planteo del laicismo”. Y cuando Martín Balza hizo la autocrítica por la represión ilegal durante la dictadura, consideró “sospechoso que aparezca una ola de arrepentimiento, ya que la sociedad no tolera una crítica continua y una revisión permanente”. De más está decir que es un cruzado contra el aborto.
El mentor de Trusso fue el ya fallecido cardenal Antonio Quarracino, cuyo secretario privado, Roberto Toledo, reveló en el ‘99 que el padre de Trusso “le pidió al cardenal que hable con Menem para que le den 300 millones y poder salvar el banco y dijo que si le habían dado a Beraja, por qué no a él”. Aguer escoltó a Quarracino desde la vicaría de Belgrano y mantiene una estrecha relación política con Esteban Caselli, quien supo ser hombre fuerte de Carlos Menem y Carlos Ruckauf.
Los sacerdotes no se refirieron a Caselli con nombre y apellido, aunque la frase acerca de la posibilidad de que “ciertos personajes de nuestro país y el extranjero pudieran estar alentando esta actuación del arzobispo” lo tiene por destinatario. Entre los “personajes” extranjeros podría citarse al cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado del Vaticano y a cuyo hermano se le atribuyen negocios en la Argentina. No sería descabellado suponer que el auxilio de Aguer a Trusso apunte a recobrar dinero en privado, fuera del alcance de los ojos de la Justicia.
En su documento, los sacerdotes exhortaron al “hermano obispo” a la conversión, “volviendo su mirada y corazón a los pobres de Jesucristo”. También pidieron perdón a sus respectivas comunidades por “el escándalo que estos miembros de nuestra Iglesia les ocasionan”.

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El arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, comprometió un millón de pesos de fianza.
“No es la Iglesia (otra vez)” es el nombre del documento de los cien sacerdotes críticos.
 
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