EL PAíS › MARTIN SABBATELLA Y EL CENTROIZQUIERDA

“Debemos apoyar o criticar pero con independencia”

El intendente de Morón, que aumentó su respaldo electoral a pesar de la disolución del Frepaso, planteó la necesidad de reunificar el espacio del centroizquierda con autonomía para “apoyar los puntos que compartimos y criticar los que rechazamos”.

 Por José Natanson

Ganó la intendencia de Morón como candidato del Frepaso, en plena ola aliancista, y este año armó una agrupación vecinal, con la que se presentó a las elecciones bonaerenses y con la que obtuvo un resultado fuera de lo común: esquivó el huracán peronista y consiguió su reelección con el 53 por ciento de los votos, contra el 22 del candidato del PJ y gracias a un corte de boleta record (34 por ciento). Y ahora, consolidado en la gestión, Martín Sabbatella se lanzó de lleno a discutir y analizar la construcción del espacio centroizquierda.
–¿Qué lugar debería ocupar el centroizquierda en el nuevo contexto de furor kirchnerista?
–El progresismo tiene que intentar reagruparse, reconstruir un espacio común, juntarse en función de una agenda de puntos comunes, de temas, de desafíos a partir de los cuales va a interpelar a la sociedad. Mi opinión es que la construcción se tiene que dar con autonomía e independencia, para acompañar los puntos de la agenda del Gobierno que compartimos, pero también para poder criticar lo que no compartimos, e incluso para buscar nuevos temas de debate para la sociedad.
–Su postura parece un punto medio entre la oposición militante de Elisa Carrió y el neooficialismo de Aníbal Ibarra.
–Puede que sí. Lo que yo creo es que el centroizquierda tiene que conformarse con autonomía, no en función de la interna de los partidos políticos existentes, sino en torno de una agenda propia. No se puede pensar la construcción de este espacio en relación a otro, ni por oficialismo ni por oposición.
–¿Qué temas incluye esa agenda propia?
–La redistribución de la riqueza, la igualdad de oportunidades, la necesaria reforma política, la mejora de la calidad institucional, la opinión sobre la incorporación de la Argentina al Mercosur, los temas de derechos humanos.
–¿Cuál es la principal contradicción del Gobierno? O, dicho de otro modo, ¿qué es lo que le impide identificarse con Kirchner en sentido pleno?
–Debo reconocer que se ha recuperado el rol de la política. Sin embargo, hay una contradicción, que creo que es la más fuerte, entre la voluntad de construir lo nuevo y la estructura política que sostiene al Gobierno. Es una estructura vaciada de contenido, que en su inmensa mayoría responde a lo viejo, a estructuras clientelares, viciadas. Y no se puede trabajar con estructuras políticas ancladas en lo viejo, sobre todo si no tienen voluntad de construir lo nuevo, sino que van a resistirlo, porque ahí se juegan su supervivencia. Eso no quita que haya que plantearse una convocatoria plural, con gente que venga de diferentes lugares.
–El problema es también de perspectiva: es complicado exigirle a Kirchner que rompa con sus aliados impresentables, que son los que sostienen institucionalmente al Gobierno, sin que tenga ningún espacio alternativo en qué apoyarse.
–Ese es el debate de la interna del PJ. Que lo dé el PJ, porque si no volvemos a discutir la conformación de este espacio sobre la base de la interna de los otros. Yo digo que hay que construir este espacio con autonomía, que permita apoyar lo que está bien pero también criticar con independencia.
–¿Hay algún modelo a copiar?
–Las diferencias entre los países siempre lo hacen difícil, pero creo que el Frente Amplio uruguayo es un ejemplo de un progresismo de gestión, que además tiene institucionalizados mecanismos que le permiten procesar las diferencias. Además de una agenda común, éstos son los dos temas que debe encarar el progresismo argentino. La gestión, es decir un progresismo que gobierna y se hace cargo, que deja de estar en los bordes y en los márgenes y deja de ser testimonial. Una fuerza política puede ser minoría durante mucho tiempo, pero no puede tener vocación de minoría. Puede ser oposición durante mucho tiempo, pero no puede tener vocación de ser oposición. Ese es un tema. Y el otro es cómo procesar en unidad la diferencia, porque no puede ser que ante la mínima diferencia el centroizquierda se parta y se armen cuatro partidos.
–Ese parece ser justamente el panorama: Ibarra tiene su partido en la Capital, Hermes Binner el socialismo en Santa Fe, Carrió el ARI, usted su agrupación en Morón. No se ve un rumbo, ni una articulación nacional definida.
–Es cierto que no hay una referencia nacional indiscutible y excluyente, un liderazgo que convoque y encuadre en términos de futuro. Hay una responsabilidad colectiva de un grupo de dirigentes que tendríamos que tener la capacidad de sentarnos y pensar para adelante. Y tenemos que partir de respetar nuestras propias diferencias y matices y aprender a construir esta idea de un espacio amplio, un camino conjunto.
–¿La intransigencia de Carrió respecto del Gobierno no le pone un límite a esa construcción?
–Eso tiene que ser parte del debate. Pero no nos puede incluir ni excluir, ni unir ni desunir nuestra visión respecto del Gobierno. Tenemos que sentarnos todos.
–¿Se trata de construir un partido, un frente? ¿Cuál sería el dispositivo institucional más adecuado?
–También tiene que ser parte del debate. Primero está la decisión de cuáles son los ejes que nos unen y cuál es la agenda, los desafíos de ese espacio. A partir de ahí habrá que pensar qué grado de institucionalización y qué tipo de organización debemos darle. Una experiencia válida, al menos para analizar, es la del Frente Amplio, que respeta distintas historias, identidades, incluso distintos partidos, diferentes sectores políticos y sociales. Con eso logró crear una organización que permite marchar juntos con objetivos comunes.
–Una diferencia sustancial es que el Frente Amplio tiene un liderazgo claro, algo que no sucede en el centroizquierda argentino desde la renuncia de Chacho Alvarez.
–Es cierto, pero me parece que el tema es otro. Una fuerza política necesita referentes, que no tienen por qué ser excluyentes, que pueden ser compartidos. Necesita referentes porque necesita interpelar a la sociedad desde esos lugares. Pero requiere un grado de institucionalidad, reglas claras y mecanismos de convivencia que permitan procesar el debate. Parte de la experiencia del espacio progresista en la Argentina es que no construyó institucionalidad.
–¿Deliberadamente?
–Claro, porque los líderes pensaban que la estructura podía ser un cepo para sus estrategias. La verdad es que no se puede construir un proyecto político a futuro sin liderazgos, pero también sin estructuras políticas ancladas en la sociedad. Todo eso es necesario para una fuerza política programática y de mayorías.
–¿Qué aprendió de la experiencia del Frepaso?
–En primer lugar, no hubo una estrategia de construcción de espacios que institucionalicen el debate. No hubo construcción de fuerza política, ni desarrollo territorial, ni anclaje en la sociedad. Se usó la lógica de liderazgos que interpelaban a la sociedad a través de los medios, lo cual es válido, pero no puede ser excluyente de la conformación de una experiencia partidaria más estructurada. Yo sé el lugar en que estuvo o aún está la política, degradada y desprestigiada, pero también creo que la democracia es de partidos. Creo en el valor de los partidos políticos como herramientas de transformación. Y después, así como hay estructuras políticas tradicionales que están agotadas, hay fuerzas emergentes que repitieron las viejas prácticas políticas. Y finalmente está una estrategia de la inmediatez, esta idea de los atajos, de una fuerza política que nació para terminar con el bipartidismo y terminó aliada auno de ellos. Se pensó que todo se construye a través del éxito, y una fuerza política se arma con el éxito pero también con la derrota.

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