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Una “hormiguita” que se hace camino trabajando

La diputada Graciela Ocaña empezó a amilitar envuelta en la ola de la renovación peronista. Se alejó apenas triunfó Carlos Menem en la interna y volvió de la mano de Chacho Alvarez para terminar con Elisa Carrió.

 Por Santiago Rodríguez

La “hormiguita”. Así la bautizó Elisa Carrió el día en que presentaron el informe de la Comisión Investigadora sobre Lavado de Dinero, y desde aquel momento carga con ese apodo. Para ese entonces, Graciela Ocaña hacía ya varios años que había empezado su “viaje” por la política. Su periplo comenzó como una simple militante en los días en que Antonio Cafiero encabezaba la renovación peronista, pero ella misma le atribuye a Carlos “Chacho” Alvarez haber pasado de la actividad privada a la pública. “Empecé en política porque Chacho me llamó a mi casa”, contó en la época en que ya se había alejado del líder del Frepaso para convertirse en mano derecha de Carrió. En su andar por la política, es ahora de la chaqueña de quien se aleja para tomar un camino propio que la acerca a Néstor Kirchner.
La investigación sobre lavado de dinero que protagonizó en la Cámara de Diputados junto a Carrió y el demócrata mendocino Gustavo Gutiérrez marcó un antes y un después en la carrera política de Ocaña. Por el papel que jugó en esa investigación, Ocaña se ganó mucho más que el mote de “hormiguita viajera” que la chaqueña le puso por “meterse en todos lados para averiguar lo que hiciera falta”: desde ese momento dejó de ser una diputada más y se convirtió en una de las personas de mayor confianza de la jefa del ARI.
Licenciada en Ciencia Política, Ocaña se acercó a la renovación peronista en el ‘86 pero la derrota de Cafiero a manos de Carlos Menem la llevó a hacer un alto en su militancia. “Cuando Menem ganó la interna abandoné todo –contaría años más tarde–. Recién me volví a enganchar con la política cuando Chacho armó el Grupo de los 8 en los primeros años del gobierno menemista. Años más tarde, Chacho me llamó para comenzar a trabajar en la construcción de un nuevo espacio político, que en ese entonces suponíamos sería el Frente Grande.”
Su acercamiento A Chacho no deja de ser curioso. “Esta persona piensa y dice lo mismo que yo”, pensaba Ocaña a principios de los ‘90 cada vez que leía alguna columna de opinión de Alvarez. Así fue como decidió mandarle una carta para contarle que coincidía con sus posiciones políticas y que podía tenerla en cuenta si necesitaba alguna colaboración. No pasó mucho tiempo y un día sonó el teléfono de su casa: era Chacho. “Me empecé a enganchar aportando cosas técnicas”, suele recordar Ocaña.
Su llegada a la Cámara de Diputados también tiene lo suyo. Entre sus compañeros de ruta en el Frepaso recuerdan que al momento de armar las listas de candidatos en 1999 la ley de cupo femenino obligaba a cubrir una vacante con una mujer y Chacho se acordó de ella.
Ya instalada en la Cámara baja, Ocaña puso en su despacho un retrato de Evita para dar testimonio de su origen peronista. Con el devenir del tiempo, y a medida que fue involucrándose en la investigación sobre lavado de dinero, colgó también un blanco con dos fotos clavadas por dardos: la de Emir Yoma y la del ex jefe de Gabinete aliancista Chrystian Colombo. “Son los malos”, explicaba a aquellos que recibía y se dejaban llevar por la curiosidad.
A la comisión investigadora de lavado de dinero ingresó como representante del Frepaso y salió como una de las primeras diputadas del por entonces incipiente ARI. Si bien cuando fue designada para ocupar ese lugar integraba ya el grupo de “rebeldes” frepasistas que marcaban diferencias con la gestión de Fernando de la Rúa, Ocaña no estuvo entre los primeros diputados del Frepaso que rompieron lanzas con el gobierno aliancista. La primera ruptura en el bloque de la Alianza se produjo a la hora de votar la ley de reforma laboral, y Ocaña no estuvo del lado de los díscolos, sino entre quienes acataron la orden de Chacho de apoyar la iniciativa.
Ocaña empezó a distanciarse de Carrió el día en que desobedeció la orden de la chaqueña y renunció a la candidatura a gobernadora bonaerense por el ARI para pelear su reelección como diputada. Desde entonces, las cosasentre ambas nunca volvieron a ser como antes y ahora mantienen un trato cordial pero muy diferente al que supieron tener.

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