EL PAíS › OPINION

La estabilidad es clave

 Por Martín Granovsky

Tal como adelantó este diario, la reunión entre Néstor Kirchner y George Bush no fue explosiva a pesar del profundo nivel de desacuerdos.
La Argentina siempre chocó con los Estados Unidos en su comercio. No todo lo que venden los Estados Unidos lo vende la Argentina. Pero las ventas principales de la Argentina –productos agrícolas de clima templado, tubos sin costura– coinciden con las exportaciones norteamericanas.
Ahora, además, ya sin relaciones carnales, los dos gobiernos chocan en los principales temas estratégicos.
El primer punto de la agenda de Washington es el combate contra el terrorismo. Pero no se trata solo de terrorismo. La Casa Blanca está empeñada en rediseñar el mundo, cosa que incluye la ocupación colonial de Irak, y en esta zona cuenta con la oposición de la Argentina, Brasil y Chile.
El principal tema de estrategia regional de los Estados Unidos es la negociación sobre el Area de Libre Comercio de las Américas. Washington desea comenzar con el ALCA en el 2005. Brasil y la Argentina dicen que no hay libre comercio verdadero si los Estados Unidos no abren su mercado a todos los productos de exportación de América latina. Y como sin Brasil, la economía número doce del mundo, no hay ALCA posible, entonces no habrá en el 2005 el ALCA que imaginaba Bill Clinton y desea Bush.
Tampoco hay acuerdo sobre Venezuela. Bush quisiera a Hugo Chávez saliendo ya mismo de Caracas. Kirchner, igual que Lula, le tiene terror a un precedente de interrupción constitucional.
Bolivia es otro punto de fricción. Los Estados Unidos temen una presidencia de Evo Morales. A la Argentina le parece casi un dato de la realidad.
Sin duda no habrá acuerdo sobre Irak y el ALCA.
En cuanto a Venezuela, Kirchner no hizo ayer, con Bush, un despliegue de chavismo. Dijo que tanto él como Lula coinciden en que hay rodear a Chávez. Rodear, en política internacional, no solo es apoyar. También es influir. O moderar. O diversificar el respaldo para que no sea solo cubano.
El caso boliviano es aún más claro. Si Morales sigue creciendo en intención de voto y los Estados Unidos no consiguen fabricar una opción que les convenza más, se verán enfrentados a dos variantes. Una, ordenar a la CIA que asesine a Morales. La segunda, hacerse a la idea de que Morales sucederá a Carlos Mesa y empezar a conocerlo más y a tratarlo con más profundidad. Así hizo siempre la diplomacia norteamericana desde los ‘80. Si opta por el segundo camino, Washington tendrá cerca a Brasil y la Argentina como interlocutores en los que, desde el punto de vista de la democracia tradicional, no desconfía.
Es que ésa es la clave: la estabilidad política en la Argentina les interesa tanto a los argentinos como al gobierno norteamericano. Kirchner paga menos deuda de la que quería el Fondo, pero la Argentina tiene un compromiso de pagar. Y el país crece y consume, dos condiciones para cumplir alguna de las obligaciones con el exterior.
La estabilidad política, más que la ausencia de corrupción en la Presidencia, es la moneda de cambio de la Argentina en su relación con los Estados Unidos. Salvo que considere a un Estado como país paria, y por lo tanto un blanco a ser destruido, la Casa Blanca valora que no haya conflictos graves en la Argentina, Brasil y Chile.
Nada de esto, naturalmente, elimina la agenda áspera de la que forman parte el comercio, el ALCA, Irak, los ejercicios militares o la posición ante Cuba. Tampoco permite imaginar una relación sin peleas duras. Pero le pone un marco más razonable a la convivencia con la potencia más poderosa de la tierra.

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