EL PAíS

Los piqueteros que elaboran la cerveza para Palermo Hollywood

En una fábrica ocupada de Avellaneda, los piqueteros de Resistir y Vencer, con el apoyo del Estado, que los subsidió con100 mil pesos, empezaron a fabricar desde cerveza hasta artesanías en cuero.

 Por Laura Vales

El chico es un piquetero con todas las de la ley. Cortó rutas, fue seguridad en las movilizaciones y cada vez que hizo falta se comió los gases lacrimógenos y les puso el cuerpo a los avances de la policía. Pero ahora, en esta tarde que todavía parece de verano en que el calor hace hervir el aire, él se inclina sobre la máquina de coser y, con cuidado para que la aguja no se desenhebre, conduce la tela para coser la sisa de una remera. El chico tiene el pelo largo por la cintura y sobre el corazón lleva un escudo con los colores de Boca. Debe andar entre los 18 o 20 años. En las manos se puso tantos anillos que es difícil entender cómo puede trabajar.
–¿Te llevó mucho tiempo aprender a coser? –le pregunta Página/12.
No es la mejor pregunta para entrar en conversación con un piquetero. El se queda en silencio unos segundos y después contesta:
–No.
Y nada más. Por la ventana entra el ruido de un auto que cruza la cuadra y se pierde a lo lejos.
–¿Cuánto tiempo?
–Qué sé yo –dice el chico. Deja la máquina, enciende un cigarrillo–. Yo aprendí en dos días.
–Nadie aprende en dos días.
–Depende -–dice él. Y encuentra el argumento perfecto para dar por terminado el tema–. Es como todo: el que pone voluntad, aprende.
La conversación transcurre en una fábrica ocupada de Avellaneda, donde el Movimiento Resistir y Vencer está armando sus emprendimientos productivos. El edificio tiene tres pisos, donde antiguamente funcionó una firma de cosméticos, que pasó los últimos diez años cerrada. En diciembre del 2002 los desocupados la tomaron. Ahora, con el apoyo del Estado, que les entregó 100 mil pesos en subsidios, en cada piso funciona un taller. El más curioso es una destilería donde elaboran cerveza artesanal que venden en los barcitos de Palermo Hollywood bajo dos marcas, Mariscal y La Nacional.
En los otros pisos hay una panadería, un taller de trabajos en cuero, un centro cultural, una textil, y oficinas donde se editan materiales de formación. En total trabajan allí unas sesenta personas, con la perspectiva de duplicar ese número si los emprendimientos marchan bien.

El primer trabajo

Para muchos de los jóvenes que están en la fábrica éste es su primer trabajo. No tuvieron la oportunidad de aprender un oficio a la vieja usanza, como aprendices de un taller, y ahora son otros piqueteros, en general los de más edad, quienes se están ocupando de capacitarlos.
Fabio González cuenta el sistema. “Mi vieja tiene 40 años de experiencia en el rubro textil. Trabajó en Alpargatas, pasó por fábricas más chicas, cuando quedó desocupada armó una PyME en casa, así que sabe mucho del tema. Pero además, para usar las máquinas más complicadas llamamos a un técnico y le pagamos para que nos enseñe. Tenemos que hacerlo porque si rompemos algo es muy caro reponerlo, porque los repuestos son importados.”
De la misma manera, en la panificadora un maestro panadero da clases de su materia. Y en el taller de cuero dos desocupados enseñan cómo fabricar guantes y delantales para las metalúrgicas.
A continuación, los trabajadores explican sus tareas:
“Ponemos el cuero crudo dentro del furlón con agua y aceite de pescado. El furlón da vueltas, como si fuera un lavarropas con aspas que golpean y van ablandando el cuero hasta dejarlo suave”, dice Antonia Aquino. “El proceso siguiente es llevarlo a la rebajadora, donde afinamos el cuero hasta que queda como una tela.”
Agustín muestra las máquinas para hacer cerveza: “En esta al mosto se le agregan las flores de lúpulo, o una resina ya preparada que le da, a la base de la malta, el amargor y el aroma propio de la cerveza. Es importante el momento del proceso en que agregamos el lúpulo, porque de eso depende el gusto de la cerveza. Nosotros hacemos una artesanal tipo ale, que es muy distinta a la que se compra comercialmente, del tipo lager. También fabricamos una imperial stout que hacemos bien cargada. Y tenemos la bolch pale ale, que a mí tanto no me va pero a mucha gente le gusta porque deja un toque dulzón en la boca”.
Un grupo de compañeros ha seguido las idas y vueltas de la explicación, ubicado detrás del experto.
–¿Y en castellano no hacemos nada? –le preguntan cuando termina.
Aquino no se inmuta, tan metido parece en los procedimientos para hacer su producto.
Lo mismo en la panadería. “Lo más difícil es encontrar el punto justo de cada mezcla”, dice Eduardo Ibarra con el tono de un profesor de química. Saca un pebete de una canasta, lo ubica bajo la luz y lo hace girar. Quiere que los presentes noten que los pebetes de acá de ninguna manera son como cualquier pan casero.

El precio justo

Pero ¿se vende?, pregunta Página/12. “Estamos empezando, algunos emprendimientos dejan ganancias y otros no”, contesta Gabriel Rodríguez, vocero del Movimiento. “Estamos todavía en el armado de la cadena de ventas y eso es complicado.” Un mes atrás, unos italianos que llegaron a través de Madres Línea Fundadora visitaron la fábrica y se llevaron remeras de muestra. Los italianos trabajan en lo que se conoce como comercio justo, redes de negocios que comercializan bienes elaborados en condiciones dignas de producción. Tal vez puedan exportar.
Pero por ahora los productos se están ofreciendo con un trabajo de hormiga. Se venden en la misma fábrica a quienes se acerquen (está ubicada en Magdalena 51 de Avellaneda), a vendedores ambulantes, a negocios chicos y en ferias.
En el Movimiento creen que sus emprendimientos van a sobrevivir y crear puestos de trabajo genuino, aunque no tienen expectativas de que sean una solución de fondo para los niveles actuales de desocupación. “Sólo una respuesta a pequeña escala.” Para ellos, la pelea por el trabajo genuino “sigue pasando por la reapertura de las fábricas”.
Muchos referentes del Resistir y Vencer vienen de una antigua militancia peronista. De esos tiempos a su organización le queda un criterio de construcción movimientista (en contraposición al clasismo de los movimientos vinculados a la izquierda) y un discurso con frecuentes apelaciones a la patria.
No se reivindican kirchneristas, aunque tampoco anti. “Para nosotros Kirchner no es la continuidad de Menem, De la Rúa y Duhalde, como plantea el Bloque Piquetero. Apoyamos algunas de sus medidas y rechazamos otras, como el acuerdo con el Fondo Monetario.”
¿Se reivindican peronistas? Ellos dicen que no. En algún tiempo pensaban en disputar la identidad peronista, pero ahora creen en construir una nueva. Claro que ese camino es más que complicado. Durante mucho tiempo se llamaron “Resistir es Vencer”. Después, cuentan, en vista de que a pesar de la resistencia seguían tan jodidos como siempre, hubo un debate interno y se cambiaron el nombre. Ahora son “Resistir y Vencer”.
“Puede sonar como una diferencia semántica, pero es mucho más que eso”, dice Rodríguez. Y pide que aparezca en la nota, porque aunque pocos lo sospechen, el camino que fue de “Resistir es Vencer” a “Resistir y Vencer” llevó años de esfuerzo.

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Los piqueteros montaron en cada piso de la fábrica ocupada distintos talleres.
 
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