EL PAíS › LOS JUAREZ ARMARON SU ACTO Y ANTICIPARON SU SALIDA

Cuando Macondo parece Estocolmo

La pareja gobernante de Santiago del Estero desplegó todo su aparato para movilizar frente a la casa de gobierno. Dijeron haber reunido 30.000 personas, pero no superaron las 10.000. Contra lo que se preveía, no hubo actos de violencia. Los discursos, los temores, los rumores.

 Por Alejandra Dandan

Nadie lo esperaba, pero Carlos Juárez lo pronunció: “Me entregaron la provincia con un déficit, y ahora la entrego con 500 millones de pesos”. Sonó a una despedida pronunciada por el viejo caudillo anoche sobre los balcones de la casa de gobierno de Santiago. Durante todo el día, los santiagueños aguardaban un llamado expreso a la resistencia de los jefes de gobierno. Así lo anticipaban las olas de amenazas, éxodo de funcionarios, refuerzo de custodios sobre eventuales blancos o el refuerzo de unos 500 gendarmes enviados por el gobierno nacional a la provincia. Una andanada de rumores vaticinaba una noche caliente: con violencia, fuego, incendios sobre propiedades de la oposición, abogados, dirigentes de derechos humanos e integrantes de la Iglesia. Pero nada de eso ocurrió. Ayer el juarismo puso todo su aparato sobre la calle con el folklore de vino, choripanes y bolsones inmensos de comida con los que consiguieron armar una buena postal: aunque no fueron 30 mil como dijo el caudillo, sino apenas unas 10 mil personas las convocadas en la plaza, el oficialismo demostró que aún tiene resto para quedarse o salir airoso en una despedida.
Para quienes conocen la historia del juarismo, los “guarismos” no son un dato menor. Hace dos años los Juárez podían movilizar en 24 horas a unas 40 mil personas para una demostración de fuerza frente al gobierno nacional. Así sucedió incluso en julio de 2003 cuando apenas se iniciaban los rumores de la intervención y comenzaba la crisis que ahora está por abrirles la puerta del destierro. En un día, el aparato de movilización ya menguado conseguía arrastrar hasta el centro de la ciudad a unas 20 mil personas para el aniversario de la muerte de Juan Perón.
En ese esquema, la convocatoria de anoche fue un rotundo fracaso. Desde el domingo, la ahora raquítica estructura juarista trasladó camiones, colectivos y todo tipo de munición al interior de la provincia para organizarla. Pero esta vez no alcanzó: las clásicas campañas de “intimidación” sobre los empleados de la administración pública o beneficiarios de planes sociales fueron frenadas o denunciadas por quienes hasta ahora las silenciaban.
Aun así, a nadie le pasó por alto ni la movilización, ni la cantidad de gente sobre la plaza, ni lo que significa esa resistencia en el juarismo. “El problema ahora no es la base jurídica”, le explicaba a Página/12 Cristina Torres, delegada local de la Secretaría de Derechos Humanos de Nación. “El problema es un núcleo más peligroso –continuó–: los funcionarios, diputados y punteros están acusados en distintas causas penales, los acomodados y los que van a perder todo con una intervención.”
Ese núcleo donde confluyen los privilegiados del juarismo incluye la mano de obra del aparato represivo y de espionaje que estuvo bajo las órdenes del ex comisario Musa Azar y al servicio del matrimonio Juárez. Un núcleo que ahora parece desbandado. Los santiagueños los ubican como autores de la ola de amenazas que sacudió ayer a la provincia.
Cristina Torres recibió una llamada en el teléfono de la oficina de la secretaría: “Que me vaya me dijeron –contó– pero personalmente digo que no me voy porque hay mucha gente en nuestra misma situación”. Y como si se tratara de los peores momentos de una tortuosa dictadura, le aseguraba a este diario que “es importante quedarse para estar juntos: esto se está haciendo demasiado largo y mientras no llega la intervención, el fuego se sigue avivando”.
A la tarde, frente a su domicilio particular, a unas 15 cuadras de la casa de gobierno, estacionaban 40 camiones y camionetas preparando gente para la marcha. Las puertas de los comercios del centro estaban cerradas. Habían dejado de circular los colectivos. Los taxis y remises mantenían la presencia de los feriados. En el frente de la delegación de DDHH, había custodias de la Federal. En el interior, crecían los rumores del desmadre: “Nos dijeron que están comprando bidones con nafta, y nosotros no estamos preparados”, repetía la delegada evaluando a esa hora realizar una conferencia de prensa en el Obispado.
El mismo clima de pánico cruzaba una docena de estudios jurídicos, especialmente los de aquellos abogados que impulsaron las denuncias contra los Juárez durante estos últimos meses. “Hoy se nota un ambiente denso, la psicosis está pesada”, le dijo a este diario Hugo Frola, autor de la denuncia que destapó en marzo los 40 mil legajos de espionaje ordenados por el gobierno. Frola mencionó el nombre de colegas que abandonaron de apuro la provincia; el de una abogada que buscaba un revólver para defenderse y el del jefe del Anses. “Mi vida y la de mi familia corre serio riesgo y decidí abandonar la provincia, advertido por gente de la Secretaría de Inteligencia de la Nación”, explicaba después de la huida Juan Manuel Baracat, refugiado en territorio porteño. La lista de exiliados no termina ahí. Incluye a Diego Rodríguez, uno de los periodistas con historia de denuncias contra el régimen y además al recién llegado fiscal federal Alberto Pravia. De su puño salió el último pedido de imputación y prisión contra Carlos Juárez como jefe de la asociación ilícita que estuvo detrás de la desaparición de cuatro santiagueños durante el gobierno de Isabel Perón, antes del último golpe de estado. Pravia aún no dejó Santiago del Estero pero anoche dormía custodiado en la Gendarmería. La custodia especial se repetía en el Obispado, frente a las casas de diputados de la oposición y en los estudios de FM Express, Exclusiva y la radio de la Universidad Católica, las radios más críticas al gobierno que durante el día fueron blanco de amenazas.
El domingo pasado el gobierno nacional envió un “Comité de Crisis operativo” formado por 500 gendarmes de Córdoba y Tucumán. En este momento están en estado de “acuartelamiento y movilización”, dispuestos a salir a la calle apenas la situación lo requiera.
Ahora nadie sabe qué pasará con los Juárez y su aparato más duro cuando se apruebe el pedido de intervención. En el discurso de anoche no hablaban de resistencia más que con gestos: la concentración en la plaza, un discurso amoroso hacia su gente y una Nina Juárez que recordaba el juramento del día de su asunción. “Cuando asumí –dijo–, juré por Dios y por la Patria, pero también juré cumplir con ustedes, y estamos cumpliendo de gusto y de corazón.” El discurso fue breve, vacío conceptualmente, pero cargado de esa voz patinosa producida por los cócteles de pastillas con los que controla sus crisis nerviosas y sus largas noches de insomnio. Hubo varios silencios, apelaciones a la “memoria del corazón” y a “los quiero mucho”. Y también, fiel a su estilo, a Nina Juárez se le escapó algún reto. Pidió silencio, lo repitió. Y finalmente cuando los aplausos y silbidos volvieron a interrumpirla, lanzó:
–Tocan bien los bombos –dijo– pero ahora, cállense un poquito.
Así, callados, habrán de esperar el paso de las próximas horas.

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La peculiar figura de la gobernadora de la provincia, en el balcón, tras corear la marchita.
 
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