EL PAíS › LA CADENA DE COMERCIALIZACION DE EMPRESAS AUTOGESTIONADAS

Asamblearia, la empresa solidaria

¿Puede el consumo utilizarse como una herramienta política? En Núñez, una cooperativa comercializa exclusivamente los productos de fábricas recuperadas o autogestionadas.

 Por Laura Vales

La Asamblearia es una cooperativa que se dedica a vender productos de la economía social, elaborados en fábricas recuperadas, emprendimientos autogestivos y movimientos campesinos. Creada por integrantes de dos asambleas porteñas, se trata del primer intento de instalar en Buenos Aires el concepto de comercio justo, una idea que apunta a defender las fuentes de empleo abiertas por el movimiento social. Ofrece a los consumidores la garantía de que están adquiriendo productos con dos características: son sanos (se fabrican sin químicos, en procesos no contaminantes del medio ambiente) y están elaborados en condiciones dignas de trabajo.
La cooperativa funciona en el barrio de Núñez. Después de exponer sus productos en ferias y plazas, sus integrantes alquilaron el local de un supermercado, donde ahora comercializan bienes de 25 emprendimientos. La yerba Titrayjú –cultivada por colonos de Misiones–, los quesos de la cooperativa Montecastro, los artículos de limpieza de Burbuja Latina –de la asamblea Gastón Riva– son algunos de ellos.
“Empezamos en enero del 2002, un grupo de vecinos que, afectados por el corralito, nos pusimos a hacer compras comunitarias. Esa experiencia, que llamamos ‘La bolsa y la vida’, nos fue útil durante la época más dura de la crisis económica. Duró esos meses, y ahí nos avivamos de las ventajas de comprar directamente a los productores. Armamos una pequeña proveeduría. Después, la misma vida de la asamblea nos vinculó con fábricas recuperadas. Cuando pensamos en armar nuestro propio emprendimiento decidimos que en lugar de producir queríamos ocuparnos de la comercialización”, dice Lucio Salas Oroño.
La Asamblearia vende por tres vías: en su local, en pequeños comercios a través de un equipo de vendedores y a comedores populares y municipalidades, al por mayor. Su actividad no tiene fines de lucro. Los precios de venta tienen un margen de ganancia que sirve para pagar los sueldos de las tres chicas que atienden al público y los viáticos de seis vendedores que caminan la calle. El alquiler del local, en cambio, todavía no está cubierto y es materia de debates varios.
Quien lo visite, en 3 de Febrero 3552, de Núñez, encontrará un espacio muy amplio, de 200 metros cuadrados, preparado tanto para atender a los compradores como para realizar encuentros y talleres. En las góndolas, los productos están acompañados de afiches que explican sus orígenes. Por ejemplo: “Grissinópolis era una empresa de 40 años de trayectoria en el mercado alimenticio. Fue vaciada y abandonada por sus 17 dueños, lo que obligó a los trabajadores a vivir por meses en la fábrica para evitar que se llevaran las máquinas, ya que los patrones adeudaban sueldos y los aportes jubilatorios de cuatro años. Los 16 trabajadores que componían el colectivo laboral formaron la cooperativa La Nueva Esperanza. Han introducido nuevos productos al mercado y han creado el centro cultural de arte y oficios Grissicultura”, se lee en el sector de los grisines. Y al lado de los juguetes “Bien Argentino”: “Somos un emprendimiento de desocupados y subocupados participantes de la asamblea popular de Villa Martelli. Fuimos sumando los conocimientos de cada uno de nosotros sobre carpintería, pintura, diseño, dibujo, y así fueron naciendo estos juguetes de madera. La pintura de estos juguetes no tiene plomo, arsénico ni elementos contaminantes. Ninguno tiene bordes que puedan lastimar, ni clavos o tornillos. Acerca de la posible pregunta de si somos cooperativa, artesanos asociados o qué, sólo podemos decir que arrancamos de la nada, vamos inventando y haciendo lo que podemos”.
La Asamblearia tiene en la actualidad 150 socios que se benefician con descuentos en los precios de los productos y los talleres de capacitación. Se manejan con los principios del primer cooperativismo:
- La democracia en la toma de decisiones.
- Las puertas abiertas, para que cualquiera que quiera asociarse lo pueda hacer. No existe ningún privilegio para los socios fundadores ni se requiere antigüedad para participar del órgano máximo de decisión, la asamblea de asociados.
- La pureza de los productos que se ofrecen.
¿Se vende? pregunta Página/12 a Salas Oroño. Por ahora, lo suficiente para pagar los sueldos y nada más. Desde La Asamblearia han planteado a varias municipalidades que los incluyan en sus listas de proveedores con un argumento simple: si compran sus productos, están ayudando a que la gente solucione por sí misma sus problemas de empleo.
También han presentado un proyecto al programa Manos a la Obra, del Ministerio de Desarrollo Social, y estuvieron en los debates por el Presupuesto Participativo. En todos los casos fueron muy amablemente recibidos pero con pobres resultados. “En la discusión del Presupuesto Participativo se aprobó un subsidio para el alquiler del local. Es una de las pocas cosas que dejan resolver a los vecinos, pero hace meses que estamos en conversaciones y no pasa nada”.
A Desarrollo Social, que plantea que los emprendimientos del Manos a la Obra serán viables sólo si consiguen entrar en el mercado, llevaron un proyecto para adquirir heladeras industriales, lo que les permitiría vender alimentos frescos. Por ahora, la cooperativa se maneja con dos heladeras Siam de 1960, a las que algún socio sensible dio una piadosa mano de pintura.
Hija del 19 y 20 de diciembre, la cooperativa viene fogueada en esto de manejarse en situaciones de incertidumbre, pero también ha repensado alianzas más amplias que las aceptadas en el 2001. Se ha vinculado con el Centro de Gestión Municipal y con la parroquia del barrio. “Un poco porque toda aquella actitud que teníamos en la asamblea de que podíamos hacerlo todo solos se fue manifestando imposible, y otro poco porque aquel espíritu fundacional, de estar inventando la vida, era lindísimo pero no duró mucho tiempo”, señala Salas Oroño.
Como parte de sus actividades, La Asamblearia abrió en su local una escuela de economía solidaria. El viernes pasado en sus instalaciones se realizó un taller preparatorio del encuentro sobre economia social que prepara para junio el Foro Social Buenos Aires, la sucursal local del Foro Social Mundial. La cooperativa está abierta a todos los grupos que produzcan con un criterio acorde a la economía solidaria. A los consumidores les propone ver el consumo como una herramienta política, una idea que en la Argentina tuvo su fuerza pero fue devastada por la dictadura y la cultura shopping del neoliberalismo. Ahora deberá tratar de enraizarse en un terreno árido: en el país, la mitad de la población económicamente activa fue expulsada de la economía formal y los que conservaron su trabajo no tienen gran capacidad de compra.

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La Asamblearia alquila un local de 200 metros, un ex supermercado de la calle 3 de Febrero.
Ahí se vende yerba, grisines, miel, dulces, quesos, artículos de limpieza y textiles.
 
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