EL PAíS

Esta vez Pampuro se tuvo que cruzar con un obispo

El obispo castrense, Antonio Juan Baseotto, comparó la situación de “inseguridad” en la Argentina con la que vivirán las tropas que partían rumbo a Haití. “Es un delirio”, lo refutó el ministro de Defensa.

 Por Nora Veiras

Estaba pensada como una formalidad y se transformó en otra polémica. En la ceremonia de despedida del primer contingente de tropas a Haití, el obispo castrense, Antonio Juan Baseotto, comparó la situación argentina con la del país caribeño y machacó con que “la inseguridad es un síntoma de que algo anda mal, donde el más inesperado detonante puede producir el escape hacia reacciones violentas, tal vez sin control”. El pronóstico apocalíptico, coincidente con el del arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, provocó la reacción del ministro de Defensa, José Pampuro, quien calificó los dichos de Baseotto como “un delirio” que “han sido dichos a título personal”. En el Edificio Libertador apostaron a terminar el entredicho con la respuesta de Pampuro en la rueda de prensa posterior al acto. “Hay que tener en cuenta que el obispo depende del Papa”, repetían.
La semana pasada, el presidente Néstor Kirchner confrontó con Aguer, quien había dicho a propósito de los piqueteros y la protesta social que la situación “se ha crispado excesivamente y nosotros notamos que el conflicto está saliéndose de madre”. Kirchner lo descalificó sin identificarlo: “Es un fiador de algún interesante financista que estuvo preso y que seguramente vio a los pobres por televisión”, azuzó recordando que el arzobispo puso un millón de pesos para garantizar la libertad del banquero Francisco Trusso. Después de ese cruce abundaron los contactos informales entre algunos obispos y distintos ministros y se habló de una reunión con el Presidente que todavía no está en agenda.
La bendición de Baseotto reavivó el discurso más recalcitrante y no ahorró torpezas y provocaciones. Relacionó la situación en la Argentina con la inseguridad que enfrentarán los efectivos en Haití y les advirtió que ellos “son conscientes de que, tal vez, alguno no regrese”. Los familiares de los 120 hombres que zarparían en la madrugada de hoy en el buque “Bahía San Blas” rumbo a Puerto Príncipe no podían creer el contenido del discurso clerical. Los funcionarios de Defensa tampoco.
A los 72 años, Baseotto es un sobreviviente del grupo de obispos que durante el menemismo se encolumnó tras Antonio Quarracino, Emilio Ogñenovich y Rubén Di Monte. Ahora, la voz cantante del ala más reaccionaria de la Iglesia la tiene Aguer y el obispo castrense cumplió ayer el rol de burdo megáfono del reclamo de orden y represión. Baseotto ocupa la vicaría castrense desde noviembre del 2002. Llegó allí desde el obispado de Añatuya en Santiago del Estero, una diócesis menor en la jerarquía eclesiástica.
Con apenas dos meses en el cargo, Baseotto despejó toda duda sobre su misión: le pidió una audiencia al entonces presidente de la Corte Suprema Julio Nazareno, para interceder a favor de la impunidad. Fue recibido en plenario por el alto tribunal y planteó la necesidad de que los jueces ratificaran la constitucionalidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida en sintonía con los deseos de la cúpula militar liderada por el general Ricardo Brinzoni. “Quédese tranquilo. El fallo vamos a sacarlo cuanto antes. Esta Corte ya tiene dicho que esas leyes son constitucionales. Estamos hartos de los jueces que no respetan los precedentes y le tienen miedo a la prensa”, le dijo el ministro Adolfo Vázquez. El cambio político jugó en contra de los deseos de la mayoría automática menemista que buscaba la anuencia de la Iglesia y el lobby castrense no logró hasta ahora el cometido. En el camino fueron desplazados de la Corte Nazareno, Guillermo López y Eduardo Moliné O’Connor.
Ayer Baseotto reivindicó el uso de la fuerza al señalar que “las armas son necesarias donde no tiene cabida el razonamiento” y estimó que su empleo es “la solución de emergencia para lograr la paz”. “Las armas son como las vendas, los torniquetes, los primeros auxilios (sic), y el amor que perdona es la medicina que destruye los gérmenes infecciosos de la guerra”, dijo el obispo. Pampuro no confrontó en la ceremonia. En su discurso reivindicó la participación argentina en las fuerzas de paz enviadas a Haití. Resaltó que Kirchner, en su calidad de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, “me encomendó transmitir su certeza de que sabrán honrar la presencia argentina en el marco multilateral de Naciones Unidas, acrecentando el prestigio internacional de nuestro país y el de nuestras Fuerzas Armadas”. Apenas se acercó a la prensa, Pampuro tuvo que responder sobre las apreciaciones de Baseotto. “Un delirio”, “desafortundas”, fueron las definiciones del ministro al tiempo que reivindicó “la metodología” que el Gobierno utiliza en relación “con los hechos (la inseguridad) que todos conocen, es la correcta”.

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El ministro de Defensa, José Pampuro, en el buque “Bahía San Blas”.
“El más inesperado detonante puede producir violencia”, dijo Baseotto.
 
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