EL PAíS › SOSPECHOSO ATAQUE A LA LEGISLATURA PORTEÑA DURANTE UNA MOVILIZACION

Protesta sin lugar para la convivencia

Una manifestación contra el Código Contravencional porteño derivó en incidentes protagonizados por grupos minoritarios que provocaron destrozos en la Legislatura. El despliegue policial fue discreto, para “evitar una escalada de violencia”. Hubo 23 detenidos y numerosos heridos.

 Por Eduardo Videla

La movilización se convocó en oposición a un Código Contravencional más represivo, cuyo tratamiento iba a continuar ayer la Legislatura porteña. Pero el desborde de algunos manifestantes generó incidentes de tal magnitud que la discusión sobre el Código tuvo que ser suspendida. Grupos minoritarios de la heterogénea manifestación –había desde piqueteros y militantes de izquierda hasta travestis y vendedores ambulantes– atacaron con violencia las puertas y ventanas de la Legislatura y agredieron a empleados y diputados que entraban o salían del edificio. El jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, y el vicepresidente primero de la legislatura, el macrista Santiago de Estrada, pidieron al gobierno nacional la “presencia disuasiva” de la policía. Pero los efectivos llegaron tarde y con notable desventaja numérica. Por la noche, el ministro de Justicia, Gustavo Beliz, justificó esa actitud: “Evitamos caer en la provocación con una respuesta que pudo haber generado una espiral de violencia”, argumentó. Hubo 23 detenidos, a cargo de personal policial de civil. Hubo numerosos heridos leves, entre ellos cuatro periodistas, tres empleados de la Legislatura y ocho policías. Todos los bloques de la Legislatura condenaron el ataque.
El Código, llamado de Convivencia, fue aprobado en general hace una semana y ayer debían comenzar a tratarse en particular sus 122 artículos. La falta de convivencia comenzó a vislumbrarse en aquella sesión, cuando el macrismo impuso el tratamiento de un proyecto que no tenía un amplio consenso: logró 31 votos contra 22. Ese día hubo algún atisbo de violencia, cuando algunos manifestantes chocaron con el personal de seguridad de la Legislatura.
La sesión de ayer estaba prevista para las 13. Antes de esa hora ya estaban reunidos frente a las puertas de la calle Perú los grupos de manifestantes: prostitutas, travestis, vendedores ambulantes y grupos piqueteros, principales perjudicados por las nuevas medidas del Código que sancionan la ocupación del espacio público. Como los legisladores habían decidido que los asistentes sólo entrarían con invitación, ninguno de los manifestantes pudo ingresar.
Esa parece haber sido la excusa para la violencia. Faltaban minutos para las 13 cuando un grupo derribó las vallas y los quince hombres de Infantería apostados en la entrada ingresaron en el edificio y cerraron las puertas. “El objetivo era que no tomaran la Legislatura”, explicó a la noche el jefe de la Policía Federal, Eduardo Prados.
Poco después, un pequeño grupo prendió fuego a la puerta principal de la calle Perú, pero el foco fue controlado a tiempo desde adentro. Algunos manifestantes utilizaron entonces las vallas de hierro para embestir contra el portón de ingreso y rompieron parte de la madera, abriendo un boquete a través del cual se desarrolló buena parte de la refriega: desde adentro, la policía y el personal de vigilancia intentaba disuadir a los manifestantes con potentes chorros de agua fría, empuñando las mangueras contra incendio; desde afuera, los manifestantes –en rigor, una ínfima minoría– desafiaban el chubasco y respondían con piedras y restos de veredas rotas.
Desde el edificio del gobierno porteño, Aníbal Ibarra, y su vice, Jorge Telerman, pidieron al gobierno nacional la intervención policial “masiva y disuasiva, sin armas de fuego, para preservar los bienes y las personas”. Desde la Legislatura, Santiago de Estrada –responsable administrativo del edificio– hizo lo propio. Los primeros efectivos llegaron dos horas después: a las 15, dos carros de la Infantería se apostaron en Diagonal Sur, junto al monumento a Roca.
La Legislatura estaba virtualmente sitiada: nadie podía entrar ni salir del edificio, rodeado por manifestantes y con las puertas bloqueadas por dentro. Con un poste de hierro con el cartel de “Prohibido estacionar”, un grupo arremetió contra las puertas de la esquina de Perú e Yrigoyen y a través del boquete producido, se ensañaron con el Peugeot 405 de Santiago de Estrada, estacionado en el interior del edificio.Un exótico pacifista, ataviado con una túnica blanca y con una cruz colgada al cuello, se interpuso por un momento entre los agresores y los encargados de defender la Legislatura. Logró una tregua momentánea a costa de sufrir una prolongada sesión de hidrolavado.
A eso de las 15.15 había más de 400 personas cerca de la Legislatura. Las más enardecidas eran las travestis, que hacían puntería contra los vidrios que aún quedaban sanos. Una de ellas, tras acertar a un ventanal del segundo piso, festejó levantando la remera, al estilo futbolero, y dejó por un momento sus pechos a la luz del sol. “Empezamos a romper los vidrios porque ellos nos obligan: queremos trabajar libremente y ellos (al penalizar la prostitución) pretenden que nos siga bardeando la policía, que quiere recuperar su caja negra”, argumentó Roxana, del grupo de trabajadoras sexuales. Otro grupo, del sindicato de meretrices (AMMAR), con pecheras donde se leía “No a la violencia, sí a la vida”, se mantenía al margen de los incidentes.
Sobre Perú, desde Hipólito Yrigoyen a la Avenida de Mayo, estaban los grupos piqueteros, bajo las banderas del Polo Obrero y un nutrido grupo del MST y otras organizaciones de izquierda. Aguardaban expectantes hasta que avanzó por Perú un grupo de 15 hombres de la Infantería, quien sabe con qué propósito pues, apenas caminaron cien metros, quedaron encerrados por los manifestantes que venían detrás. Volaron piedras de un lado y de otro: algunas cayeron en los cascos de los policías pero otras lastimaron a los propios manifestantes, que habían quedado enfrentados. Los policías dispararon una granada de gases y se replegaron.
Sobre Avenida de Mayo se mantenían al margen de la refriega los grupos de estudiantes y artesanos: los centros de estudiantes del Mariano Acosta, del Julio Cortázar, la Escuela de Danzas y Trabajadores Independientes de la Vía Pública. Un ahorrista extraviado enarbolaba por ahí su extemporáneo reclamo en una pancarta: “Quiero mis dólares”.
En la esquina de Yrigoyen y Perú, un grupo identificó a un comisario de civil que hablaba por handy. El hombre corrió setenta metros pero no pudo evitar las zancadillas que lo derribaron ni los golpes furiosos del grupo que lo persiguió. Fue el momento de la segunda intervención de la Infantería, que avanzó con palos y pistolas lanzagases: no hubo refriegas pero sí lágrimas y los gases que hicieron retroceder a los manifestantes. Fieles a la consigna de evitar todo contacto físico, los policías volvieron a replegarse.
Entonces corrió la voz de que la sesión se había levantado y el grueso de los manifestantes se retiró del lugar. Quedó un pequeño grupo, con bombos y redoblantes, que se dedicó a hostigar a los empleados y diputados que intentaban salir de la Legislatura. Algunos salían por las boquetes que quedaban en las puertas rotas. Una empleada, Marta Verón, tuvo que ser internada en el hospital Argerich.
Mauricio Macri, mentor del nuevo Código, responsabilizó al gobierno nacional por la falta de acción policial: “Cuando el Estado está ausente, los ciudadanos quedamos en una situación de indefensión”, dijo.
Los diputados Ariel Schifrin, Milcíades Peña, María Estenssoro, Fernando Melillo, Laura Moresi y Roy Cortina –la mayoría de bloques del centroizquierda– expresaron su “condena y repudio a los incidentes provocados por grupos aislados de vándalos y agresores profesionales de dudoso origen”. “Hubo una zona liberada durante dos horas para que los medios pudieran tomar imágenes que favorecen la posición de aquellos que proponen la mano dura y el autoritarismo”, se quejó el kirchnerista Schifrin. “Hubo gente que vino a provocar, que no pertenece a las organizaciones afectadas por el Código –agregó Melillo, del ARI–, pero también faltó inteligencia para desactivar el conflicto”.
Para el secretario de Seguridad, Norberto Quantín, el operativo fue un éxito: “Intentaron tomar la Legislatura y fracasaron. Quisieron victimizarse con heridos y muertos y no los hubo”.

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Un grupo de manifestantes intentó derribar las puertas con la intención de ingresar en la Legislatura.
 
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