EL PAíS › SERGIO CESARIN, ESPECIALISTA EN CHINA

“Una decisión positiva que hay que manejar con mucho cuidado”

Desde hace tres años se dedica a investigar el desembarco de las empresas chinas en la región y, basado en su experiencia que incluye cinco años de permanencia en Beijing, analiza las posibilidades y los riesgos de los acuerdos firmados.

 Por José Natanson

Sergio Cesarín tuvo la intuición temprana de estudiar la presencia económica china en Latinoamérica. Desde hace tres años, cuando se produjo un giro en la política del gigante asiático, se dedica a investigar el desembarco de las empresas chinas en la región, con eje en los grandes conglomerados formados luego de la crisis asiática de 1997. Especialista en relaciones internacionales, investigador del Conicet y profesor en el Instituto de Estudios Asiáticos de la Universidad del Salvador, Cesarín cursó un master en cultura y economía china en la Universidad Popular de Beijing, donde vivió cinco años.
–¿Cuál es su balance de los anuncios de la semana pasada?
–En general, son beneficiosos. Los que seguimos la relación bilateral sabemos que, hasta ahora, se firmaban documentos estándar, protocolos para comprar un tipo de producto determinado. Esta visita es diferente. Y es posible por la situación de China, que de ser una importadora neta de capitales ha comenzado a relocalizar parte de los suyos. Tiene capitales invertidos en el exterior por 30 o 35 mil millones de dólares. Invirtieron en Africa y, por ejemplo, mil millones en Angola. Los países del tercer mundo son un target importante para ellos. De esos 30 o 35 mil millones, 3 o 4 están en Latinoamérica, sobre todo en Brasil y Venezuela. Latinoamérica tiene una ventaja: es el área del tercer mundo de menor tensión geopolítica. En Asia Central pueden construir un oleoducto y que se lo vuelen con una bomba en dos minutos. Africa es inestable. Latinoamérica ofrece una estabilidad importante y, de paso, para ellos implica un gesto estratégico en un lugar que está en el área de influencia natural de Estados Unidos. Pero lo central es que los anuncios son posibles, porque corresponden a otro tiempo histórico en China, en Latinoamérica y en la Argentina. Esa combinación es la que permite el salto cualitativo en la relación bilateral.
–¿Cuál es ese tiempo histórico que permite el acercamiento?
–En China, el cambio es consecuencia de la revolución económica de los ‘90, del salto cualitativo de la base industrial y de la reestructuración del sector estatal. Sobre todo después de la crisis asiática, las empresas estatales pasaron a ser gigantescos grupos económicos. Es una combinación de apertura, liberalización, debilitamiento del proteccionismo y formación de conglomerados empresarios, que ya no actúan sólo para el mercado interno sino que salen a jugar globalmente. Además hay un costado político, que muchas veces se ignora, en la visita de Hu Jintao. Hace un año que está en el poder y la gira implica alta exposición pública, se va a transmitir en la televisión china, mostrándolo en un lugar de estadista. La gira tiene un objetivo de política interna porque refuerza su liderazgo. En cuanto a América latina, también es un tiempo distinto. Se superó la década neoliberal, hay cierta desatención por parte de los Estados Unidos, lo cual crea un vacío de influencia sobre el cual China puede operar. También es un momento especial para la Argentina. Hay márgenes de maniobra reducidos por el default y esto hace que China ofrezca una opción. Es una combinación virtuosa de tres momentos.
–¿Hay un riesgo de consolidar una relación de dependencia, exportando materias primas e importando productos con mayor valor agregado?
–El riesgo existe. Por eso se han tomado ciertas previsiones. Por supuesto, esto no elimina la posibilidad de que afiancemos nuestro patrón de exportación primario, pero sí requiere un debate importante para que los empresarios, además de pedir protección, puedan promover más sus productos, articular una relación distinta. Las agencias gubernamentales y el sector privado tienen que buscar mecanismos de alerta temprana, de solución de controversias, para reducir el riesgo. Por eso para la Argentina la traza posterior de este vínculo es determinante. Después de todo, están vinculando a nuestro país con la economía de más rápido crecimiento del mundo, con la primera economía del mundo en desarrollo. Puede ser muy positiva la decisión, pero hay que manejarla con cuidado.
–¿Y el riesgo de que se apropien de los recursos naturales?
–También tiene cierto viso de verdad. No es la expoliación del patrimonio, pero sí es un riesgo. Es el interés de los chinos, que abren el mercado, pero piden a cambio, el acceso a materias primas, gas y petróleo. Claro que una cosa es llevarse los peces del Mar Argentino o el mineral en bruto, como en los ‘90, y otra es cerrar acuerdos. Quizás ahora se pueda negociar de otra manera, sobre todo, teniendo en cuenta cómo se hacen las cosas en China.
–¿Y cómo se hacen?
–Por ejemplo, si uno quiere entrar a hacer negocios en China sí o sí tiene que buscarse un socio chino.
–¿Para cualquier negocio?
–Para cualquiera más o menos importante. La legislación y sobre todo la práctica lo indican así y, en la mayoría de los casos, el socio chino mantiene más del 50 por ciento. Suelen tener el control del negocio, algo que en los acuerdos con la Argentina está expresado. Hay que ver bien la letra chica. Por ejemplo, fija que las empresas chinas van a determinar qué empresas van a participar de la ingeniería financiera. Eso habría que verlo. Marco una diferencia importante: ¿cuánto de este paquete de 20 mil millones es inversión? ¿De qué tipo de inversión se trata? ¿Cuánto es financiamiento? Una cosa es construir una planta y otra prestar dinero. En Brasil van a construir una planta en Marañón y otra en el sur para explotar hierro, y van a construir infraestructura para puertos. No detecto esos negocios tan profundos en la Argentina.
–¿Brasil negoció mejor?
–Es posible, pero porque tiene otra capacidad.
–La Argentina obtuvo promesas de inversiones a mediano plazo y mayor acceso al mercado agrícola. ¿Qué ganó China con los acuerdos?
–Acceso a recursos naturales, gas y petróleo. Ganó un socio importante, porque la Argentina es un productor agroalimentario muy eficiente. China avanzó, con Brasil, la Argentina y Chile, en un esquema bioceánico. Consolidó la relación con la Argentina y Brasil, los dos socios más importantes del Mercosur, para negociar más adelante el reconocimiento por parte de Paraguay, que hasta ahora reconoce a Taiwan y no a China. Y también consiguió el reconocimiento de la economía de mercado, que tiene importancia política porque Estados Unidos y la Unión Europea no se lo otorgan. Claro que los chinos saben que no son una economía de mercado.
–¿Por qué?
–Porque hay regulaciones gubernamentales, subsidios.
–Pero eso también existe en otros países, digamos en Francia.
–Sí. Pero no creo que los cuatro bancos más grandes de Francia sean estatales, que el 45 por ciento del PBI industrial lo genere el Estado. El Estado es omnipresente en China. Un empresario privado no puede hacer negocios sin el Estado. El financiamiento se da casi exclusivamente al sector económico estatal. Algunas de las instituciones financieras más grandes, como la China International Investment Company, son el brazo económico del Ejército Popular de Liberación. Son grandes conglomerados, que se mueven globalmente, buscando oportunidades de inversión, controladas por el Estado y cuyos principales gerentes ocupan cargos en el Partido Comunista, la burocracia central o incluso provincial, o las fuerzas armadas. Es una simbiosis Estado-mercado.
–¿Y las empresas extranjeras?
–Necesitan un socio chino y el involucramiento del Estado para poder funcionar. Y esto, si se miran bien los anuncios, está bastante claro. No son empresas chinas, como podían ser empresas españolas en los ‘90. Es China, en tanto Estado, la que invierte en la Argentina.
–¿Es eficiente este sistema?
–Sí. Para los occidentales los costos de transacción parecen enormes, pero para ellos, es la forma de organización natural de la relaciones sociales, y de hecho, se traduce en estas tasas de crecimiento sostenido.
–¿Es muy corrupto el sistema?
–La agenda definida por el presidente Hu Jintao tiene tres puntos. Reducir la corrupción en el partido y en el gobierno. Reducir las desigualdades entre el este y el oeste, entre la ciudad y el campo. Y mejorar la situación de las provincias más desfavorecidas. Morigerar las diferencias en una sociedad dividida entre un sector incorporado al proceso de modernización económica y otro que quedó afuera.
–¿Y cómo funciona el sistema desde el punto de vista político, por ejemplo, en cuanto a las libertades individuales?
–La libertad de reunión y de expresión están formalmente garantizadas, con el limitante de la ley de seguridad del Estado. En general, hay cierta circulación de opiniones, se discute la corrupción, la calidad de vida. Muchos ven un deterioro futuro de la gobernabilidad: el último documento del partido dice que el problema central de China es la gobernabilidad.
–¿Temen perder el control?
–El partido ya ha ido perdiendo el control con las reformas económicas, que crearon nuevos polos de poder. Y además hay más circulación de información, una mayor percepción de las desigualdades, lo cual puede amenazar la gobernabilidad. Recordemos que la apertura comenzó en 1979, seis años antes de Gorbachov. A fines de los ‘70 China había detectado, igual que Estados Unidos, que la economía soviética estaba estancada y por eso empezó su proceso de apertura. Los soviéticos miraron a China e hicieron, a partir de 1985, su propio proceso. Los chinos aprendieron de la implosión soviética y decidieron que un imperio como el chino, tan complejo y heterogéneo, no podía soportar una rápida apertura económica y política. Ellos tuvieron el quiebre interno en 1989, con la represión en Tienanmen. Igual, hay una cierta apertura política. La Asamblea Popular está integrada por representantes de las minorías nacionales, las fuerzas armadas, los intelectuales, las provincias y los cantones, y sobre todo de los nuevos sectores económicos. Reúne a 4 mil delegados todos los marzos. Ya no es más un lugar en el que se iba a levantar la mano sino un ámbito de mayor negociación, más parecido a un parlamento occidental. China está viviendo una apertura gradual, en tránsito a un autoritarismo blando. No es sólo la economía. Los cambios políticos también permiten que salgan al mundo de otra manera.

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