EL PAíS › LIGERA VUELTA DE CAPITALES AL PAIS

En qué andan los argendólares

Después de 33 meses de fuga de capitales, hubo un saldo positivo de 700 millones. En qué están aplicados los dólares emigrados.

 Por Claudio Scaletta

Luego de 11 trimestres consecutivos de fuga de capitales, el segundo trimestre de 2004 arrojó un saldo positivo de 693 millones de dólares, un punto de inflexión en el comportamiento de los flujos de capital del “sector privado no financiero”. De acuerdo con un estudio inédito del Instituto de Estudios Fiscales y Económicos, IEFE, al que accedió Página/12, a fines de 2003 los fondos de los argentinos en el exterior superaban los 118.000 millones de dólares. La particularidad de estos recursos reside en que casi el 80 por ciento, alrededor de 93.500 millones, se encuentran colocados en activos de alta liquidez, es decir; activos que frente a las adecuadas señales del mercado interno podrían fácilmente desplazarse y “regresar”. Sin embargo, contra lo que podría creerse, no cualquier regreso de capitales resultaría positivo para la economía.
Mucho se ha escrito sobre la magnitud de la fuga de capitales durante los picos de la crisis de 2001 y 2002 y cómo, gracias a la mediación del Banco Central, esa fuga fue financiada con endeudamiento o licuación de reservas del sector público. Menos conocido resulta bajo qué forma fueron colocados estos fondos. La investigación del IEFE aporta una aproximación.
De acuerdo con la metodología de la Dirección de Cuentas Internacionales del Banco Central, la “Formación de activos en el exterior”, vulgarmente conocida como fuga, reconoce seis formas básicas. Tres de ellas tienen una liquidez alta o muy alta y son:
- La inversión de cartera: Es la compra de acciones de empresas y bonos de Estados extranjeros, para conservarlos durante corto plazo, especulando con su cotización o como reserva transitoria de valor. Las restricciones cambiarias de 2002 transformaron la adquisición de estos activos en una de las opciones para saltear la normativa. De acuerdo con la estimación del IEFE sobre el Balance de Pagos y la Posición de la Inversión Internacional, a fines de 2003, el 33 por ciento del total del capital fugado por residentes, 38.947 millones de dólares, se encontraba bajo esta modalidad.
- Depósitos: Es la plata colocada en bancos. Siempre a fines del año pasado existían fuera del país depósitos de residentes por 27.499 millones de dólares, el 23,3 por ciento del total.
- Activos sin devengamiento de renta: Es el nombre que reciben las tenencias de moneda extranjera, principalmente dólares billete y euros, en poder de residentes. La estimación del Iefe es que en diciembre pasado alcanzaban 26.968 millones de dólares, el 22,8 por ciento del total. Aunque este dinero se considera “fugado”, no necesariamente los está en forma física. Gran parte solo está atesorado por fuera del sistema financiero formal; esto es, en el colchón o en cajas de seguridad.
Los restantes tres rubros son los de baja o muy baja liquidez, la inversión de largo plazo en empresas por 13.437 millones, el 11,4 por ciento, la inversión inmobiliaria por 6343 millones, 5,4 por ciento, y el financiamiento comercial, 4830 millones de dólares y 4,1 por ciento del total.
En conjunto, los tres primeros rubros de alta o muy alta liquidez sumaban 93.414 millones de dólares, el 79,1 por ciento del total de los 118.023 millones fugados. Se trata de recursos fácilmente negociables en mercados abiertos para ser transformados en efectivo, cuando no directamente depósitos de rápida disponibilidad o efectivo. En otras palabras, son capitales que frente a posibilidades concretas de inversión podrían trasladarse rápidamente al país.
Poco probable sería que regresen a través de una inducción compulsiva. El principal escollo en este sentido es que no todos son capitales blanqueados en el país. Incluso suponiendo la existencia de voluntad política para hacerlo, sería difícil alcanzados tributariamente. En materia de fuga, el dato relevante del 2004 que muestra la cuenta capital del Balance de Pagos, es que durante el segundo trimestre, y después de 11 trimestres de fuga ininterrumpida, la dirección del flujo del capital privado cambió, mostrando un ingreso neto de 693 millones de dólares. Luego de la fuga de 7000 millones en 2002, destinados fundamentalmente a inversión especulativa, y de 8.400 millones en 2003, principalmente destinados a la adquisición de moneda extranjera, pero también en depósitos en el exterior y en inversión directa en empresas no residentes, el dato es auspicioso.
La realidad actual es que existe una gran masa de activos argentinos en el exterior, tanto porque lo están físicamente o en la práctica, a través de moneda extranjera. Se trata de activos que por su elevada liquidez se encuentran en condiciones de “regresar” al mercado interno. Según los últimos datos del Balance de Pagos ello habría comenzado a suceder. En un sentido estricto, la Argentina, aun sin salir del default, contaría con los recursos propios para financiar su crecimiento.
Esta realidad abre algunos interrogantes para la reflexión económica. El economista del Iefe Guillermo Bellingi, autor de la investigación, centra la cuestión en dos aspectos: Cómo hacer para que los capitales vuelvan y hacia dónde deberían dirigirse.
Para Bellingi, el modo de atraer capitales es la contraargumentación del por qué se fugaron. Según relató a Página/12, “se fueron porque era barato salir, porque no era ilegal escaparse, porque quedarse podía significar pérdidas y porque aparecieron mejores oportunidades en términos de rentabilidad”. “Aunque parezca un exceso de simplificación”, sostuvo, “la forma de atraerlos se reduce a abaratar los costos de repatriación, dejar en claro que no habrá pérdidas por volver y generar oportunidades para que, una vez aquí, encuentren rentabilidad”, explicó.
La segunda cuestión es más compleja. El caso argentino muestra que ni el Estado ni el mercado se han comportado como asignadores eficientes de recursos. Sin embargo, sostiene Bellingi, “se necesita una orientación de mediano y largo plazo que solo puede dar el Estado”. “Acuerdos como el Mercosur o los avances hacia Oriente son señales de las ramas industriales, agropecuarias y de servicios que podrían gozar de buena rentabilidad”, concluyó.
Supuesto el retorno, existe una tercera pregunta más inquietante: ¿Es bueno que los capitales regresen? El escenario de una masiva entrada de capitales parece algo mítico, pero si ocurriese, las posibilidades no son muchas. Primero, el ingreso de capitales significaría el cambio de dólares por pesos, una sobreoferta de divisas que se traduciría en la depreciación de su cotización afectando las bases mismas del modelo: el tipo de cambio alto que favorece exportaciones y limita importaciones. Una segunda hipótesis es que el Banco Central absorba el exceso de divisas, pero eso inundaría el mercado de moneda local impulsando la demanda por encima de la oferta. El resultado, conocido, se llama inflación. Una alternativa sería que el Banco Central realice una política monetaria contractiva a través de la colocación de títulos de deuda, pero eso subiría la tasa de interés del mercado afectando el crédito. No obstante, estas descripciones lineales son peligrosas pues llevan a concluir que el ingreso de recursos sólo empeoraría las condiciones macroeconómicas. Para Bellingi, el equilibrio debe hallarse en un mix de las tres alternativas anteriores. “Existe un hilo por el que se puede transitar monitoreando permanentemente la situación y actuando con velocidad ante señales de perturbación”, explica. “Una de las claves, para confiar menos en la política económica y más en el mercado, sería que el ingreso de capitales se diera lentamente, de modo que la oferta de bienes sea capaz de reaccionar ante la demanda a través del crecimiento de la inversión y mejoras en la productividad. Habrá que tolerar algunos cuellos de botella, pero el efecto no necesariamente será negativo”, concluyó. Sin embargo, las señales que surgen del Balance de Pagos todavía no parecen lo suficientemente estables. Harán falta algunos trimestres más para confirmas si el punto de inflexión realmente representa un cambio de tendencia.

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