EL PAíS › OPINION

Ingreso al Gobierno

Por Sergio Moreno

“Podríamos decir que recién hoy Juan José Alvarez ingresó al gobierno de la ciudad, entendido como esa entidad que tiene a Aníbal Ibarra como jefe y a Raúl Fernández (jefe de Gabinete) como segundo.” Así definió un importante integrante del equipo de Ibarra el episodio que tuvo ayer como actores al jefe de Gobierno y a su secretario de Seguridad, una rueda de prensa cuya coartada fue informar la separación de esa cartera de la Secretaría de Justicia y las últimas inspecciones.
Desde su asunción, Alvarez desplegó el juego que sabe hacer: mostrarse fuerte, tomar decisiones, ejecutar. Todo ello con vértigo y determinación. En esa faena, construyó rápidamente una imagen de interventor federal, que contaba con el respaldo de la Casa Rosada y del caudillo de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, y una alta autonomía de Ibarra y su gabinete (golpeado por la crisis post Cromañón).
Las reuniones con la cúpula de la CGT y con el secretario general del sindicato de Municipales, Amadeo Genta, pusieron en alerta al gabinete porteño y encresparon los ánimos en la Rosada. Por si fuera poco, Alvarez comenzó a construir un discurso de la tragedia contrapuesto al emitido por Ibarra y sus secretarios: mientras que desde el Gobierno se abonaba a la teoría de la responsabilidad compartida, en la que el Estado tenía una parte de ella más un considerable grado de ineficacia, Juanjo cargó las tintas sobre la responsabilidad estatal a la que adosó una cuota ontológica y demoledora de corrupción.
El acomodamiento del flamante secretario al gabinete costó tres reuniones, para ser más precisos tres cenas con Raúl Fernández, dos de las cuales se realizaron esta semana que termina. Allí se acordó su funcionamiento en el gabinete, y la necesidad de dejar claro que hay una subordinación natural de Alvarez a Ibarra, incluso en sus apariciones mediáticas.
El episodio de ayer –la rueda de prensa– fue un poco la puesta en escena de ese acuerdo. La tupacamarización de su cartera coincidió con la necesidad de Juanjo de quitar obstáculos en su labor de seguridad, por lo que la tarea de Justicia se le transformaba en un fardo innecesario de cargar.
Alvarez sigue pensando en mantener su licencia a su banca de diputado nacional por 120 días. En ese plazo, dice, debe tener la faena cumplida y encaminada para que alguien (¿su segundo Diego Gorgal?) tome la posta. Hay, a ambos lados de la Plaza de Mayo, quien piensa que Alvarez se ilusiona con el cargo que en ese mismo plazo dejará vacante posiblemente el ministro de Justicia, Horacio Rosatti, tentado para ser candidato a senador por Santa Fe en las próximas elecciones. Hay quien piensa en algún desafío más ambicioso para el actual secretario, que ha salido beneficiado con su designación por su regreso a la vidriera nacional, a las grandes ligas.
En el gobierno porteño pretenden que contribuya a recomponer la imagen de Ibarra. Ayer –creen– dieron un paso en esa dirección.

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