EL PAíS › EL FMI COMO CENTRO EN LA “REUNION DE GOBIERNOS PROGRESISTAS”

“Pone en riesgo las democracias”

En Montevideo, funcionarios de Argentina, Chile, Uruguay y Brasil debatieron y coincidieron en el encuadre del Fondo Monetario. Cristina Fernández ofició de vocera. Los problemas comunes de la región.

 Por Diego Schurman

Cristina Kirchner se ofreció como voz cantante.
–¿De qué se habló? De organizarse para que los organismos internacionales de crédito no pongan en riesgo las democracias de la región. Hay que ponerles límite.
Ni el río sedado acariciando la rambla, ni un sol que invitaba a caminar lograron distraerla. Para la primera dama, el Encuentro de Gobiernos Progresistas no podía prestarse a la confusión. Ni para aquellos que lo imaginaron como una simple reunión de café, ni para los que lo minimizaron a un viaje turístico de funcionarios argentinos, brasileños, chilenos y uruguayos. “Esto no es declamativo, tenemos que pasar a la acción”, redondeó la primera dama.
Sin proponérselo, Cristina ocupó un lugar de privilegio en la cumbre montevideana, sucedánea de dos anteriores que se celebraron el año pasado en Buenos Aires y Santiago de Chile.
En los primeros dos casos, las conversaciones se limitaron a kirchneristas y socialistas del país trasandino. En la doble jornada del jueves y viernes se sumaron funcionarios del Partido de los Trabajadores de Brasil y del Encuentro Progresista-Frente Amplio-Nueva Mayoría, de Uruguay.
“Acordamos organizarnos para hacer planteos conjuntos, planteos con pura lógica”, le dijo la senadora Kirchner a Página/12.
–¿Cuando dice que hay que poner límites, a qué se refiere?
–Países como Alemania, Inglaterra, Francia o Italia han fijado para sí un superávit fiscal del 3 por ciento. Sin embargo, el organismo que los representa, en este caso el FMI, exige superávit fiscales muy superiores, y eso no hace más que abortar cualquier tipo de desarrollo.
–¿No puede sonar a afrenta?
–Los excedentes no se pueden destinar al pago de la deuda externa. Eso implica desinversión, falta de crecimiento y se ponen en juego las democracias. Algunos todavía creen en un capitalismo sin gente que pueda consumir. Y acá lo que hace falta es que haya consumidores.
A pesar de la geografía, no había mates a la vista, reconocido símbolo de confraternidad. Pero en el salón del Hotel NH Columbia –con una panorámica inigualable del Río de la Plata– las cercanías, más que por los iconos, estaban representadas por las profundas coincidencias. La idea de pasar a la acción también fue de hecho el caballito de batalla de Michelle Bachelet, precandidata a presidente de Chile (ver aparte).
Podrá especularse que la concurrencia representaba el “ala política” de los gobiernos. Y que no todos los ministros de Economía suscribirían los dichos que se vertieron sin mediar más que algunos sorbos de café negro.
Pero, en términos futbolísticos, cada país envío allí a sus jugadores titulares, y en muchos casos a sus estrellas.
Brasil estuvo representado, entre otros, por José Dirceu, el jefe de Gabinete de Lula, aunque formalmente su cargo es el de ministro jefe de la Casa Civil. Y también por Marco Aurelio García, asesor especial de la política exterior brasilera. Uruguay fue más allá: abrió las jornadas con la presencia de Tabaré Vázquez. El retraso del vuelo de la delegación argentina impidió ver al presidente local. También estuvieron otros representantes orientales, como Reinaldo Gargano, ministro de Relaciones Exteriores, y el senador Rafael Michelini.
“Nosotros reconocemos que tenemos problemas comunes y que tenemos que resolverlos en común”, señaló Cristina, flanqueada por el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y el ministro de Trabajo, Carlos Tomada. La lógica “organizativa” apuró una pregunta.
–¿Entonces van a formar un club de deudores? –le preguntaron, con propiedad.
–No. No hace falta formar un club de “no suicidas”. En todo caso lo que tenemos que hacer es, a partir de lo empírico, actuar coincidentemente en el mismo sentido.
Ni Cristina Fernández ni Bachelet ni nadie mencionó a Estados Unidos. Pero puertas adentro fue inevitable. Sobre todo después de que Brasil diera su informe. Tras reconocer que los beneficios impositivos que rigen en el sur de ese país obstaculizan la integración regional, confiaron un dato inquietante: la “enorme preocupación” –ése fue el textual– que manifestó Condoleezza Rice por la situación de Venezuela.
En su encuentro con Lula, la secretaria de Estado norteamericano llegó a equiparar la patria de Hugo Chávez con la Cuba de Fidel Castro. Todos tomaron apunte: el tópico seguramente deberá incorporarse en la agenda de los próximos encuentros. Ya se habló de volverse a ver en agosto, en Argentina, y en octubre, en Chile.
Para entonces, Cristina probablemente ya sea confirmada como primera candidata a senadora por la provincia de Buenos Aires. El tema fue tabú en Montevideo. Ninguno de los presentes lo abordó. Y hasta los corresponsales extranjeros se abstuvieron de preguntarle de “eso”, así, sin siquiera mencionar la maldita palabra para no malestar.
Los argentinos, en cambio, fueron irreverentes.
–¿Va a ser o no va a ser candidata?
–¡Uy! –simuló urgencia–, justo, justo, me tengo que ir. Adioioooooooooós.

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Los cuatro países estuvieron representados por dirigentes de peso de cada uno de sus gobiernos.
 
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