EL PAíS › CAVALLO Y SU GABINETE, DE LOS SOBRESUELDOS A LA IMAGEN DE HOY

Viaje del sobre a la cátedra respetable

Los integrantes del equipo de Cavallo, acusados de cobrar sobresueldos, ostentan cargos académicos. Sus orígenes.

 Por José Natanson

Domingo Cavallo es hoy un respetado profesor de Harvard y, aunque ya no cobra 20 mil dólares por una charla, dirige la cátedra Robert Kennedy y vive en un coqueto departamento con vista al río Charles. Juan Llach enseña en la Universidad Austral, Horacio Liendo en la Di Tella, Carlos Sánchez y Gustavo Parino también son profesores universitarios. Formados en la Fundación Mediterránea, todos ellos integraron el equipo económico que, según el cavallista arrepentido Enrique N’Haux, funcionaba en base a un sistema de sobresueldos. El contraste entre su actual apariencia de respetabilidad y las revelaciones sobre su pasado no debería llamar la atención: a pesar de sus machaconas apelaciones a las “normas claras” y la necesidad de “respetar los contratos”, los ex funcionarios cavallistas forman parte de una elite –los economistas neoliberales– que a lo largo de los últimos treinta años se ha caracterizado por esquivar las reglas y explotar al máximo la confusión entre lo público y lo privado.
En 1993, cuando N’Haux fechó su denuncia, los integrantes de la Mediterránea ostentaban la suma del poder económico liderados por un Cavallo hiperquinético. Entre los más importantes estaban Ricardo Gutiérrez, secretario de Hacienda; Carlos Sánchez, un cordobés malhumorado que fue secretario de Comercio y director de la DGI; Haroldo Grisanti, hijo de un empresario rionegrino y despedido por las denuncias en su contra en el manejo del Correo; Aldo Dadone, el ex alumno de Chicago por quien el Mingo puso las manos en el fuego. Y Horacio Liendo, el único que no había desarrollado su carrera en la Mediterránea y al que Cavallo incluyó en su equipo por una razón: su tesis de doctorado fue un estudio sobre la Caja de Conversión de Carlos Pellegrini, antecedente histórico de la convertibilidad. Entre ellos se movía como un monje negro Luis Murina, el amigo de la infancia de Cavallo al que N’Haux mencionó ante la Justicia como el responsable de distribuir los sobres.
Formados en universidades públicas argentinas, la mayoría con un master en Estados Unidos, los funcionarios disfrutaban del éxito de los primeros tiempos de la convertibilidad. “Entraban dólares vía privatizaciones e inversiones. La gente nos apoyaba y Menem no interfería”, recuerda un ex cavallista, que aceptó dialogar con Página/12 a condición de reserva de su identidad, y que no quiso hablar de los sobresueldos. “Ese fue nuestro mejor momento”, concluye, nostálgico.
El escándalo desatado la semana pasada no debería ser una sorpresa. A pesar del neoinstitucionalismo rústico que hoy satura sus discursos, los economistas neoliberales no se han caracterizado precisamente por el respeto irrestricto a las reglas: muchos de ellos dieron sus primeros pasos durante la última dictadura y se desarrollaron en fundaciones que tienen la capacidad de articular en un mismo ámbito los intereses de las empresas que las financian, el lobby político y la investigación académica, esencial para pintarse con un barniz de seriedad científica.
Este intrincado sistema en el que la Mediterránea –igual que FIEL o el CEMA– funciona como cara visible, contribuye a borrar los límites entre lo público y lo privado, una de las características de las democracias débiles que los profesionales del libre mercado han logrado explotar al máximo. Por dar un ejemplo: el fundador de Arcor, Fulvio Pagani, financió el doctorado de Cavallo en Harvard e impulsó el Ieral, el centro de estudios de la Mediterránea que presidió el economista cordobés. Fue su gran padrino político, a punto tal que otro economista neoliberal –Miguel Angel Broda, el infalible– acusó a Cavallo de favorecerlo una vez que llegó al ministerio. “No se puede generar una estructura de precios en la cual el chocolate de Arcor tiene protección”, acusó Broda.
Lo notable, en todo caso, es la increíble capacidad de los economistas neoliberales para revestirse del aura de respetabilidad indispensable para acceder a cargos prestigiosos. Hoy, Cavallo dicta clases en Harvard gracias a una gestión de su amigo, el ex titular del Tesoro norteamericano Larry Summers. De sus ex funcionarios, algunos ostentan cargos académicos: Liendo enseña en la Escuela de Gobierno de la Universidad Di Tella y Carlos Sánchez es rector de la Universidad Empresarial Siglo XXI, donde Gustavo Parino dirige la carrera de Comercio Internacional. Otros trabajan en fundaciones –Grisanti es vicepresidente de la Fundación Equidad– o en el sector privado. Y algunos mantienen vivos sus vínculos con la política: Llach, que dirige el programa de gobierno de la ultracatólica Universidad Austral, suena como posible integrante de la lista de diputados de Ricardo López Murphy en la Capital Federal.

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Viejos tiempos: Llach, Cavallo y Liendo, primer gabinete económico mediterráneo.
 
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